En 1999, San Cristóbal de La Laguna fue declarada Patrimonio Mundial por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) por haber sido la primera ciudad colonial española no fortificada y servido como modelo para el trazado de las urbes fundadas por los españoles en América. Más de dos décadas después, algunas investigadoras consideran que el municipio está perdiendo su función residencial debido a la “feroz actividad comercial que se ha instalado”, motivando la expulsión de la población local y haciendo que foráneos y residentes actúen en el espacio de la misma manera.
Un pequeño artículo, publicado en octubre en la revista del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, hace una reflexión crítica sobre la “transformación” que vive La Laguna hacia una identidad más turística, que está “impidiendo que crezca la memoria de quienes vivían (…) ocultándola bajo una pátina que no deja de aumentar su grosor”. El texto se une a otro, también difundido hace unos años en el III Congreso Internacional de Buenas Prácticas en Patrimonio Mundial, que recalca cómo en la ciudad (y en otras muchas también con la misma calificación) ni turistas ni locales conocen los nombres de sus principales plazas y recintos religiosos, en un claro ejemplo de ciudades paralelas.
“Lo que ocurre en San Cristóbal de La Laguna y en otros lugares declarados Patrimonio Mundial es que la apertura de franquicias y otros comercios que revalorizan los precios y los alquileres, repercute en la población local. Se produce un proceso de gentrificación, pues los vecinos abandonan el centro y se marchan a las afueras”, sostiene Elena Pérez González, profesora e investigadora en Gestión del Patrimonio Arqueológico y Turismo en la Universidad Europea de Canarias (UEC) y también miembro del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS).
La experta recuerda que la declaración de urbanizaciones como Patrimonio Mundial siempre va a ir acompañada de un incremento de la oferta turística. En La Laguna, a pesar de que el número de habitaciones y plazas de alojamiento apenas ha variado en los últimos diez años, según datos del Instituto Canario de Estadística (ISTAC), lo que sí ha experimentado un crecimiento considerable es el importe de los ingresos totales provenientes de este sector. En 2009, alcanzaban los 4,62 millones de euros. Y en 2019, antes de la pandemia, ascendió 6,8 millones.
En este sentido, Pérez González lamenta que hasta hace unos años el ayuntamiento lagunero no contara con una estrategia turística, que finalmente fue anunciada en 2017 en colaboración con la Universidad de La Laguna (ULL), para coordinar la riqueza cultural del territorio con la presumible llegada masiva de visitantes. “La convivencia y el mantenimiento de todos los valores por los que se declaró Patrimonio Mundial se encuentran en riesgo por ello”, agrega la experta.
En uno de los documentos oficiales del consistorio, queda claro que la “consolidación del sector turístico del municipio” está avalada por “ser desde 1999 una de las quince ciudades Patrimonio de la Humanidad del Estado Español”. En otro diagnóstico, también hecho público en la web del consistorio y con fecha de 2018, se concluye que “el aumento sostenido y relevante de la llegada de turistas (…) ha comenzado a cumplirse en los últimos años”. El citado texto también sugiere que “no se han encontrado evidencias del impacto [de la vivienda vacacional] en la oferta de alquileres para residentes”. La aplicación AirDNA calcula un total de 628 pisos turísticos en la zona.
El Ayuntamiento de La Laguna, por su parte, no niega que las dinámicas de turistificación también hayan llegado a la comarca. En palabras del concejal de Urbanismo de la corporación, Santiago Pérez, son “problemas de fondo” contra los que la administración tiene poco que hacer. Que traen noticias “positivas y otras no tanto”. Pero que, a fin de cuentas, convierten a la localidad en un espacio poco atractivo desde el punto de vista residencial. La aparición de nuevos comercios debe haberse focalizado en el casco histórico del municipio, pues según las estadísticas del Instituto Nacional de Estadística (INE), La Laguna tenía en 2019 en torno a 200 empresas menos relacionadas con esta actividad, así como el transporte y la vivienda, en comparación con 2012 (4.006 establecimientos en total).
“Todo eso que estamos hablando merma la identidad propia de la zona. Y, de hecho, la gran parte de los centros históricos son muy similares a San Cristóbal de La Laguna. También están llenos de heladerías, tascas, de negocios por el estilo”, añade Pérez González.
En la investigación Ciudades Paralelas: la materialidad del entorno urbano en ciudades patrimonio mundial, la docente en la UEC no solo radiografía al barrio lagunero, sino también a Leipzig (Alemania), donde ocurre más de lo mismo, Barcelona, donde las plazas son lugares de convivencia tanto para locales como turistas, La Habana Vieja (Cuba), donde pocos habitantes pasean y usan los espacios patrimoniales para el ocio, Alcalá de Henares, donde las actividades cotidianas, la música permanente y los servicios se entremezclan.
“Cuando se hace evidente el desconocimiento del entorno y de que no son conscientes de qué cosas o no cambiarían de esos lugares, turistas y residentes se enfrentan ante un nuevo escenario desconocido para ellos: se posicionan y, por tanto, se genera un debate. En muchos de los vídeos registrados, la población se sorprendió al no conocer el nombre de la iglesia o catedral ante la que se encontraban, y los turistas se tomaban con humor esa misma situación”, razona la investigadora.
Pérez González también puntualiza que la Convención de la UNESCO sobre Patrimonio Mundial, Cultural y Natural de 1972 “debe hacer partícipe del proceso [de protección colectiva del patrimonio] a la mayor parte de los actores locales relacionados con el propio bien”. Sin embargo, no fue hasta 2021 cuando el Ayuntamiento de La Laguna aprobó definitivamente el reglamento del Consejo Municipal de Patrimonio Cultural. Más de 20 años sin un órgano de asesoramiento de carácter más social en este ámbito, encargado de hacer “seguimiento de la actuación municipal y de los particulares en relación con el patrimonio cultural”, así como de ser “el cauce de participación de vecinos y vecinas implicados en la conservación del mismo”, según el propio consistorio lagunero.