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El País de las pequeñas cosas
La primera foto de esta temporada simboliza el final del verano, el cierre apoteósico a unos meses llenos de actividad lúdico, festiva -y festivalera-, cultural, familiar y sobretodo musical.
En ella vemos a un grupo numeroso de amigos sentados en la orilla de La Maceta, esas impresionantes piscinas naturales en la costa Del Valle de Frontera de la isla del Meridiano. Frente a ellos enseña el Atlántico sus garras en forma de ola gigante, dispuesto a derramarse sobre ellos al tiempo que aprietan bien el culo contra el suelo para resistir el envite. En el momento del disparo el tiempo se detiene en la contemplación de ese monstruo que rompe aguas al contacto con en el muro, creando una espesa pared de espuma blanca… como el final de una caña bien tirada.
Y aunque la imagen se presta a ser contada desde muchas atalayas yo elijo la mía: la del final del verano en El Hierro, donde los once de la foto y unos cuantos más nos reunimos cada septiembre al calor de la hoguera musical que enciende allí cada año Alejandro Padrón, músico y agitador cultural veterano a pesar de sus aún pocos años, que nos convoca como un cura a sus feligreses a esa misa ritual en la que nos reencontramos y celebramos este país de las pequeñas cosas que es la isla de El Hierro. El HeroFest, que así se llama este Festival simboliza ese otro país de las pequeñas cosas en los que también sucede la vida y que invita a la simbiosis colectiva de paisaje y paisanaje, como también sucede en él Sonidos Líquidos de Lanzarote, el Boreal de Tenerife, el Festivalito de cine de La Palma o el Big Bang festival que próximamente vuelve a las calles de Las Palmas… y muchos más que ahora se me escapan pero que nos hablan de esos quijotes insulares que frente a los molinos disfrazados de las olas gigantes se crecen y resisten el centrifugado de la oficialidad, en un tiempo en el que muchas de las propuestas culturales desaparecen o son desplazadas a la periferia de la agendas y el territorio.
También caben en esa lista iniciativas como las de Arequipa, Tormento Colectivo, Fabrica la Isleta, Atlas o la extinta 20 Sacos en esta ciudad.
Es por estos quijotes que las olas siempre regresan a la orilla en este país de las pequeñas cosas. Es por ellos también que sobrevive la cultura y mantienen a flote los ánimos de un sector acostumbrado a vivir con el agua al cuello. A todos ellos gracias… mil gracias.
Hubo en los 80 un programa en TVE llamado Mermelada de Futuro, el primero que saltó de Canarias a la señal nacional, que anticipaba entre los jóvenes de aquella generación (a mi me cogió muy chico) las inquietudes del tiempo que vendría en el siglo 21. Mucho cambiaron las quinielas de aquel tiempo a este pero si algo queda claro es que aún hay esperanza porque, como cantó el Gran David Bowie en un tema que yo escuché por primera vez en aquel programa… aún podemos ser Héroes aunque sea solo por un día.
Por ellos, por esos héroes, algunos allí presentes solemnemente declaramos este tema como el himno de ese Festival herreño, que resiste el embate Atlántico año tras año.
Por todos ellos y recurriendo al título del libro del gran José María de Paiz, Este tema va por ellos, por los verdaderos héroes del Rock Canario.
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