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Paloma Mensajera

Era evidente que mi primera sospecha fue la sociedad colombófila de la calle de atrás, pero mantuve mis dudas hasta el final. 

La paloma que cada día me traía aquel mensaje estaba bien entrenada y se dejaba desatar el anillo con calma. Sabía que allí, en el alféizar de mi ventana, tenía agua y alimento desde su primer aterrizaje y ya había adquirido conmigo la confianza suficiente hasta para dejarse acariciar. 

Durante 8 días seguidos me trajo una sílaba escrita insertada en la anilla de su pata izquierda. Algunas repetidas. 

Si aquellas letras proponían la lectura en base al orden de llegada el resultado era un puzzle por armar. Si a ello le sumamos que el último día trajo volando solo dos comas y un signo de admiración el misterio y el desorden aumentaban. 

Jugué mucho siempre al Intelect y al Scrabble con mi madre y ni así conseguía resolver aquel misterio. 

Hasta que un día pude entender, al fin, lo que pasaba. El encargado de la sociedad colombófila, tartamudo de nacimiento, andaba entrenando a su nuevo ejemplar… y tan sólo y a su manera, declaraba su amor a mi vecina. 

Hay que seguir entrenando a este ejemplar para llegar a la siguiente ventana”, le sugerí el día que hablé con él para devolverle todas sus sílabas de amor.