Sin rastro del virus en los cribados poblacionales COVID de Canarias

Cribado en Arrecife (Lanzarote).

Toni Ferrera

Las Palmas de Gran Canaria —

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La Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias ha puesto en marcha varios cribados poblacionales en el Archipiélago para conocer la incidencia real del coronavirus. La Isleta, el área metropolitana de Tenerife y Arrecife han habilitado carpas y puntos de diagnóstico en momentos en los que el virus ha alcanzado, como mínimo, registros preocupantes. Sin embargo, los resultados han sido poco relevantes. O por lo menos, no han aportado mucho más de lo que ya se sabía. 

Sanidad anunció el 14 de noviembre un cribado en las zonas de salud de Santa Cruz de Tenerife, La Laguna y Tegueste para “detectar casos asintomáticos de COVID-19 y frenar la transmisión de la enfermedad”. De todas las personas convocadas, solo se tomaron 5.674 muestras y se notificaron 17 casos positivos, el 0,33% del total. Varias semanas después, la incidencia sigue aumentando en la isla del Teide y el pasado jueves sumó 150 nuevos contagios, récord histórico desde que comenzó la pandemia. Fuentes internas ponen en duda la viabilidad del cribado. “No ha ayudado en nada. No se ha descubierto nada. En Tenerife no procedía hacer esto porque la alta prevalencia no es como en Madrid, donde el virus sí está más disperso”, señalan. “Y luego está la colaboración ciudadana, que ha sido poca”. 

Otras voces defienden que los cribados pueden ser interesantes si están bien planteados y que no se debe achacar nada a la población. “No tienen la culpa si la administración no fue capaz de llegar a ellos”. A la gerencia de Atención Primaria, al fin y al cabo, “le interesa” que se haga el mayor número de pruebas posibles. 

También se han hecho cribados en La Isleta, barrio de Las Palmas de Gran Canaria especialmente golpeado en la segunda ola de la epidemia, y Arrecife, que llegó a ser una de las ciudades españolas con peores datos a principios de septiembre. En ambos casos, la detección de casos se redujo a un 1,26% y 0,23% respectivamente. María del Mar Tomás, científica del Instituto de Investigación Biomédica de A Coruña y portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica, recuerda que existe cierta polarización sobre estas medidas. 

“Hay científicos a favor y en contra de los cribados. Hay gente que sostiene que no tiene sentido hacerlos porque es una foto fija de la epidemia, y habría que hacer un seguimiento de la misma. En Galicia sí se hizo y se pudo frenar el virus. Se conocieron los barrios y se implantaron restricciones”. Tomás defiende que los cribados deben traer consigo limitaciones a la movilidad y confinamientos para terminar por aplacar la curva de contagios. Eso sí, siempre con PCR (como se hizo en Tenerife), porque los test de antígenos cuentan con baja sensibilidad si se aplican de forma indiscriminada. “Generan una falsa sensación de seguridad”, añade.

La revolución, en su opinión, podría llegar con las pruebas de saliva que ya se están estudiando y que se asentarán, si nada se tuerce, en el mercado español en unos meses. Son técnicas que pueden llegar a ser igual de efectivas que las PCR y acabarían con los procesos farragosos de llamamiento popular. Los usuarios reciben una especie de tubo de ensayo en casa, lo rellenan con unas gotas de saliva y lo envían sellado a un laboratorio. En Euskadi ya se están probando y en Estados Unidos se han impulsado para facilitar el rastreo y el posterior aislamiento. Como recuerda Tomás, “el virus está perdido” y todo esto ayuda a estrechar el cerco a la transmisión. 

Cribados en residencias y escuelas

La comunidad científica concuerda que los cribados en residencias sí son eficientes. Ahí no hay duda porque determinan de qué tamaño es el brote. En colegios, por otra parte, algunos pediatras rechazaron la decisión del Gobierno de Canarias de testar en el ámbito educativo porque la prueba “da una imagen del momento”. Los últimos datos de la incidencia de la COVID-19 en los centros escolares de Canarias es ínfima: solo 20 grupos aislados de más de 17.000, un 0,1%.

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