“Estaré aquí hasta el final de mis días si no me entregan a mi hijo”
“¿Para qué quiero la vida si no hay justicia para mi hijo?”. Con un tono de voz firme que esconde una angustia que va más allá del dolor de una madre, Tekber Haddi, hace meses que está intentando encontrarle un sentido a su vida desde que su hijo de 21 años fue asesinado en Agadir. Esta saharaui, que reside en Santa Cruz de Tenerife desde hace diez años, lleva cuatro días en huelga de hambre frente al consulado de Marruecos en Las Palmas de Gran Canaria para reclamar “justicia” y que le devuelvan el cadáver de su hijo, aunque ello le suponga poner en riesgo su salud e incluso su vida.
Mohamed Lamin Haidala fue agredido en El Aaiún el 31 de enero por cinco colonos marroquíes que trabajaban en una tienda cercana a su casa. Según el relato de Tekber, su hijo recibió golpes y pedradas en el pecho y los brazos. Pero la herida más grave se la asestaron en el cuello con unas tijeras.
La ambulancia tardó una hora en llegar, mientras se desangraba en la calle y la policía se desentendía de los colonos que habían ejecutado la agresión.
Haidala, un activista por los derechos humanos en el Sáhara que la policía ya tenía identificado por acudir a diversas manifestaciones, llegó al hospital, le cosieron la herida del cuello sin anestesia y no le hicieron ninguna prueba para comprobar el estado de los golpes. La policía lo detuvo a la fuerza para trasladarlo a una comisaría de Agadir donde lo dejaron tumbado en el suelo durante 48 horas sin manta con el único abrigo de su chaqueta ensangrentada.
Haidala falleció el 8 de febrero en esta ciudad después de vivir un periplo de hospital en hospital sin que nadie lo atendiera en unas condiciones idóneas. “Todo por el hecho de ser saharaui; si eres saharaui no tienes derecho a nada”, confiesa Tekber emocionada.
Marruecos le ofreció dinero a cambio de que aceptara el certificado de defunción
En una esquina de la calle de Pelayo de la capital grancanaria Tekber ha desplegado sus mantas y sillas y suele estar acompañada por familiares que se turnan para dormir con ella. No obstante, de su primer emplazamiento, justo enfrente del consulado, tuvieron que marcharse por petición de la policía. En este cruce a pocos metros de la Playa de Las Canteras se siente la fría brisa que llega desde la costa, aunque ella reconoce que se encuentra fuerte y que llegará hasta el final para poder enterrar a su hijo.
Tekber llegó un día después de la muerte de Haidala al Sáhara pero rechazó firmar el certificado de defunción de las autoridades marroquíes. “Yo quería que se hiciera una autopsia libre que demostrara que mi hijo murió porque los médicos se negaron a atenderlo”. Incluso le ofrecieron 90.000 para que aceptara el certificado oficial. Se negó y como castigo no le entregaron el cuerpo. “Quería verle la cara a mi hijo por última vez y poder enterrarlo pero ahora no sabemos dónde está”.
Tekber, que además asegura que su casa en el Aaiún está vigilada día y noche por las autoridades marroquíes, recuerda que antes de ingresar por última vez en un hospital, su hijo le rogó que hiciera justicia por él. “¿Por qué la policía se llevó a mi hijo? ¿Por qué los médicos no lo atendieron?”. La madre de Haidala lucha para reclamar no solo los restos mortales del joven, sino para que se detenga a los agresores, se castigue a los médicos que no ejercieron su función y que cese de la violación de los derechos humanos en el Sáhara.
Tekber apunta al Gobierno de España como el principal causante del horror que padecen muchos ciudadanos saharuis en su tierra: “Allí desde muy pequeños los niños tienen miedo a los marroquíes, no podemos sentarnos en la calle ni hacer nada; y la culpa la tiene el Gobierno de España. Llevamos 40 años así”.