Cuando me canso de hablar con el gato pinto tu sombra en la pared del estudio. Tu silueta inconfundible. Él queda descolocado. Te reconoce. Olfatea y se roza por el rodapié imaginando que es tu pantalón y se pone lomo arriba esperando que vuelvas a acariciarlo.
Yo, mientras, enciendo un cigarro y te cuento lo de la muchacha del quinto que se ganó la rifa, lo del carro nuevo de papá, lo del gol anulado a Sebastián cuando todos festejaban, lo del fallo de la calefacción en mi clase de segundo y de cómo un pibe casi se me congela…
Quisiera contártelo todo para no pensar, otra vez, que este invierno durará años… y lo mucho que te extraño.