“Yo nunca he dicho que no sea propuesto para profesor”. Con esa rotundidad se expresaba en la tarde de este martes Luis Alberto González, el profesor de Religión vetado por el Obispado de Canarias, tras las declaraciones realizadas por el vicario general, Hipólito Cabrera. Según el también delegado diocesano de Enseñanza, el docente pidió voluntariamente que fuese apartado de su puesto: “Es el mismo Luis Alberto González quien me ha pedido que no sea propuesto para profesor de Religión”, manifestó a la agencia Efe.
Luis Alberto, que está casado con un hombre desde 2012 y que imparte clase en Lanzarote, precisa que lo que informó a la institución religiosa tras contraer matrimonio fue que podía no ser “idóneo” de acuerdo a lo que la Iglesia “oficialmente dice”, no así el otro extremo. “Cuando yo le comenté a Hipólito Cabrera que esta era mi situación, él me dijo que veía oportuno que yo le comunicara por escrito lo que le estaba diciendo de palabra, y así lo hice”, completa un profesor que antes se había formado como sacerdote en el Seminario de La Laguna y que ejerció durante tres años en la norteña parroquia de El Amparo (Icod de los Vinos), hasta que decidió dejar los hábitos.
Un tanto sorprendido por la repercusión mediática de su caso, asevera que envió una instancia al obispo, Francisco Cases, después de aquella recomendación del vicario, y que esta se unía a otra carta remitida al prelado. Ninguna de las dos –una del verano de 2013 y otra de este año– le serían respondidas. Según apunta, con aquello pretendía que no se enterasen “por detrás” y que la Iglesia tomase la decisión que estimara oportuna con su situación, sabedor de que sus circunstancias personales pueden no ajustarse a los postulados oficiales de la Iglesia.
Uno de los elementos clave de su historia es un artículo que remitió a diversos medios de comunicación contando lo ocurrido y felicitándose por el devenir de los acontecimientos. “Como transcurrió el tiempo, yo consideré que a lo mejor esto no tenía la suficiente importancia; los tiempos van cambiando y a lo mejor podría seguir trabajando, porque veía que no había reacción”, explica. No obstante, en el ínterin entre el envío de esos textos –a finales de julio– y que se acabasen de publicar en diferentes periódicos, el Obispado le notificó su destitución.
“La situación ahora es de incertidumbre para mí. Lo último es que no estoy propuesto ni autorizado por el Obispado de Canarias para impartir religión católica, pero, a la vez, la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias me ha ratificado en mi puesto. A primeros de agosto, ha salido mi nombramiento para el próximo curso. Entonces, entiendo que, como soy trabajador de la Consejería, me tengo que incorporar, aunque el Obispado no me autorice a ser profesor”, señala.
En palabras del docente, que se den estos hechos estriba en que, desde 2007, los profesores continúan en su puesto de un año a otro automáticamente, y el Obispado, en caso de querer retirar a alguno, tiene que justificarlo y que la decisión se ajuste a derecho. Esto se contrapone a la situación anterior, por la que esta institución religiosa proponía cada año, como partiendo de cero, a las personas que iban a dar clase.
Pese a todo, y mientras espera, Luis Alberto González se muestra tranquilo: “De buena fe acogeré lo que se decida”; “no tengo ánimo de hacer polémica ni de batallar y hacer una guerra ni contra la Iglesia ni contra nadie”.