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¿El mundo al revés?

Camy Domínguez

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Nos pasamos la vida quejándonos de que el mundo está al revés. Hasta yo misma puede que lo haya dicho alguna vez y ustedes me lo hayan leído. Antes de que me acusen de caer en la contradicción, pido disculpas por no haber valorado a fondo mi afirmación, porque, pensándolo bien, el mundo no está al revés. El mundo está al derecho.

¿Se imaginan cómo sería un mundo al revés? ¿Se imaginan un montón de españoles, americanos de todas partes yendo a Venezuela, uno de los países más ricos del mundo a buscarse un futuro mejor para sus familias? Pues no, el mundo no está al revés. Miles y miles de venezolanos están saliendo del país por la paupérrima y caótica situación que allí se vive y emigran hacia Colombia, las Antillas, Europa… cualquier sitio será bueno con tal de buscar un futuro mejor.

¿Te imaginas un mundo en el que, después de pasarte una vida trabajando duramente y cotizando a la Seguridad Social, al llegar a la jubilación tuvieras una pensión igual que tu sueldo habitual, que te permitiera viajar, descansar y pasar tu última época de la vida felizmente? Pues no, mi niño, no, el mundo no está al revés. Te has pasado toda tu vida paga que te paga, restándole cientos de euros a lo que decía ser tu sueldo, para llegar a estas alturas de tu vejez sin saber si la dichosa hucha de las pensiones, ese cerdito anoréxico que parece sufrir un proceso de diarrea crónica, podrá resistir para que este mes cobres tus míseras cuatro perras.

Y continuando con el dinero, ¿se imagina, doñita, que usted cogiera sus ahorrillos y los pusiera en el banco y, a la vez que el banco usa su dinerito para hacer sus cambalaches, ya que usted se lo presta, le aumentaran en porcentaje cuantioso las ganancias de su capital inicial? Pues no, señora. Usted abre una cuenta en el banco y una o dos veces al año este le cobra comisión por mantenimiento de esto y de lo otro, y no le dan a usted ni tantito por hacer con su dinero lo que les da la gana. Si pueden le desvalijan la cuenta y se la dejan en números rojos y al cabo de unos pocos días le cobran recargos por tener la cuenta en tan lamentable estado.

Y pasando a otro nivel, ¿se imaginan la brillantez y la inteligencia infinita de los estudiantes en la era digital, manejando todo el conocimiento que hay a su alcance, millones de libros para leer en bibliotecas, en tiendas de primera y de segunda mano, regalados por falta de espacio, dejados al azar en la calle para el curioso que los quiera adoptar, o en formatos digitales tan solo con un clic en un lector electrónico, miles de páginas web, enciclopedias, revistas, artículos, prensa, en cualquier dispositivo móvil en sus bolsillos, que tan solo en un segundo pueden materializarse para ser consultados incrementando el conocimiento y la sabiduría? Pues no, señor.

Dicen estos días en la prensa que, según estudios reputados, el coeficiente intelectual ha bajado considerablemente respecto a las épocas anteriores a una media de siete puntos por generación a partir de 1976. Y menos mal que yo con esa edad ya leía, de hecho me había leído todos los cuentitos tradicionales de la estantería que teníamos en mi escuela unitaria, una joya que todos mis compañeritos querían ocuparse de cuidar, limpiar y ordenar y que a mí nunca me tocó.

De ahí arrastro el trauma de bibliotecaria frustrada. Ahora los niños ni quieren leer, se les hace cuesta arriba con quince años echar un vistazo a un ameno libro de literatura juvenil de los que se hacen como churros para ver si consiguen enganchar a alguno y, si les hablas de leer un clásico, se arrugan como papel de seda. El conocimiento es superficial y efímero: aprenden poco y la memoria de lo aprendido dura hasta el día del examen. No sé a qué se debe este retroceso tan vertiginoso. Puede ser por tanto cambio en el sistema educativo, por desmotivación, por exceso de estimulación o vaya usted a saber. A este paso, el homo sapiens se acabará llamando homo non sapiens o algo así. Si es que sobrevive alguien que sepa latín…

Y hablando de homo sapiens, ¿se imagina usted a los políticos que, como empleados públicos que cobran de nuestro dinero, se empeñaran en trabajar como animalitos para mejorar este país al que representan y dejarlo bien alto, el mejor del ranking en Sanidad, Educación, Ciencia, Tecnología, Empleo, Seguridad…? Pues otra vez no, señor.

Muy buena parte de los políticos que llegan al cargo y catan el dinero público y lo fácil que es hacerle trampas al pueblo que les vota confiadamente… ¡zas! Empiezan a embolsar: primero de a poco, tímidamente para que no se note un pellizquito en la cacharra del gofio. Luego se suben el sueldo, luego le meten mano a cualquier morralla de corrupción chunga: mordidas, cuentas en paraísos fiscales, lavado y blanqueado de capital, cohecho, prevaricación… Imagínese cómo amasó su fortuna el ex molt honorable president Pujol con un sueldito mísero de presidente de una comunidad autónoma…

¿Y se puede siquiera imaginar, amiga, que a estas alturas de la película, casi cien años después de que las mujeres hemos conseguido equipararnos a los hombres en este país en la capacidad de votar, que pudiéramos ser iguales a ellos en todos los demás aspectos? Yo no escribo más, ahí lo dejo para que me conteste usted. Lo único que digo es que el mundo no está al revés. Ya nos gustaría…

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