El papa Francisco declaró este jueves santo al jesuita nacido en La Laguna José de Anchieta (1534-1597), conocido por su labor humanitaria y evangelizadora en Brasil, adonde llegó en 1553 y conocido por ello como el “apóstol” de ese país. Francisco recibió al prefecto para la congregación para la Causa de los Santos, el cardenal Angelo Amato, para firmar la promulgación de algunos decretos para varias canonizaciones, entre ellas la de Anchieta, informó la oficina de prensa del Vaticano.
El papa, como ya se había anunciado, firmó el acto de “canonización equivalente” para subir a los altares a Anchieta, nacido en Tenerife, con lo que se evita un largo proceso de canonización, en el que se necesita la aprobación de un milagro. Para que se produzca este proceso, que introdujo Urbano VIII en 1634, el papa tiene que tener en cuenta la devoción que ya se tiene al beato.
En este caso no es necesaria una misa para oficializar la canonización, pero Francisco, también jesuita, ya había adelantado que el 24 de abril, a las 18.00 horas, presidirá una misa en honor al nuevo santo en la iglesia de San Ignacio, en Roma. Su beatificación se había producido el 22 de junio de 1980 por el papa Juan Pablo II.
Junto con el padre Anchieta también fueron declarados santos por el procedimiento de canonización equivalente, la mística misionera María de la Encarnación (1599-1672), fundadora del Monasterio de las Ursulinas en Quebec (Canada) y el que fuera obispo también de Quebec Francisco de Montmorency-Laval (1623-1708). Anchieta ingresó en los jesuitas en 1550 y tres años más tarde, una vez concluida la etapa del noviciado, fue destinado a las misiones en Brasil, adonde llegó el 13 de julio de 1553, en plena colonización del continente, al por entonces principal puerto brasileño, Salvador de Bahía.
La llegada del tinerfeño a Bahía supuso el comienzo de una misión de 44 años, en la que, entre otras cosas, fundaría la ciudad de Sao Paulo y que le granjearía una fama en relación con la protección de los nativos por la que acabaría siendo conocido como el “apóstol de Brasil”.
Desde su llegada a Brasil se destacó como defensor de los derechos de los aborígenes y mestizos por sus llamamientos contra la persecución de los indios y el mercado de esclavos.