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“En la arqueología guanche no hay que hacer nuevos hallazgos, sino repensar lo descubierto”

Antonio Tejera Gaspar

Dácil Jiménez

Santa Cruz de Tenerife —

Tenerife será entre 2017 y 2018 la capital mundial de las momias gracias al proyecto Athanatos Inmortal, una idea impulsada por Museos de Tenerife que incluirá una exposición y un congreso internacional sobre los distintos procesos de momificación en distintas partes del mundo, al que se espera que acudan más de 300 expertos.

Sin duda, Canarias tiene un patrimonio arqueológico destacado y, sobre todo, llamativo. Y esto es debido en gran parte a la presencia de momias, que atraen y fascinan a miles de visitantes cada año en el Museo de la Naturaleza y el Hombre de Santa Cruz de Tenerife, dependiente del Cabildo insular.

Cuántas momias había en Canarias, cuántas están fuera de las islas, qué queda por descubrir o cuál es el santo grial de la arqueología guanche son algunas de las cuestiones que se plantean en esta entrevista al catedrático de Arqueología de la Universidad de La Laguna Antonio Tejera Gaspar, quien, aunque acaba de jubilarse, sigue estando a la vanguardia de la investigación arqueológica en las islas.

Para comenzar, me gustaría que usted esbozara cuál es la situación actual en cuanto a descubrimientos en Canarias, cuáles han sido los últimos hallazgos y si aún queda algo por desenterrar en las islas.

Puedo decir, por mi experiencia personal, que en los últimos 40 años se ha trabajado muchísimo y se ha cambiado muchísimo la perspectiva que se tuvo durante siglos sobre los antiguos canarios. Los hallazgos de manifestaciones rupestres en las islas, el descubrimiento de un nuevo tipo de escritura desconocida completamente y que se vincula al mundo africano, los descubrimientos de los últimos años en el interior de la caldera de Tejeda o en Risco Caído han sido hechos espectaculares, así que podemos decir que ha habido hallazgos singulares que han supuesto un salto cualitativo extraordinario. Sin embargo, hay otro aspecto quizás más importante: hay que repensar, revisar y reflexionar sobre todo lo que se ha ido conociendo en los últimos 100 años. Es decir, analizar los restos óseos, cerámicos, líticos y rupestres con nuevos criterios. Esto ha aportado una nueva visión quizás no suficientemente divulgada y conocida. Por ejemplo, la perspectiva que se tenía en los años setenta sobre el origen de las poblaciones de las islas y de cómo habían llegado al archipiélago, o en qué momento llegaron, ha cambiado radicalmente y no tiene nada que ver con lo que se pensaba en los años sesenta, cuando se creía que eran culturas egipcias o neolíticas, o venidas de la Península. Nada de eso se cree ahora. Pero estos avances a veces solo los percibimos quienes nos dedicamos a la investigación y no llegan a los ciudadanos. Aunque en apariencia dé la sensación de que no se ha avanzado en este campo, sí se ha hecho, y mucho.

Entonces, ¿falta divulgación?

Mucha. Falta una mayor continuidad, por ejemplo, que haya cada año conferencias para explicar los avances. Eso, ahora mismo, nos está faltando. Y la gente no tiene un acceso fácil a la información.

En cuanto a las momias, muchas se sacaron de Canarias en los siglos XVIII y XIX, sin ser un expolio, porque salieron de manera legal de las islas, regaladas o vendidas. ¿Cree que ese daño al patrimonio canario se ha subsanado?

En el caso de Tenerife, la momia es el referente fundamental de los restos arqueológicos. Como se trata de restos tan llamativos y que eran relativamente fáciles de localizar (porque no estaban enterrados ni ocultos, sino en cuevas y en superficie), fue una época de muchísimo interés por parte de los ilustrados europeos, que querían poseer ese tipo de restos. Además, era la etapa del gran coleccionismo del siglo XVIII (que luego daría lugar a los primeros gabinetes científicos) y la época de los grandes viajes y descubrimientos. Muchos de esos aventureros venían a Tenerife y Gran Canaria y ya sabían de la existencia de restos humanos momificados porque en el siglo XVI se había publicado el famoso libro de Alonso de Espinosa sobre los guanches y la momificación. Ese libro fue traducido al inglés y además ya había relatos de viajeros que contaban que habían encontrado momias en la isla de Tenerife. Además, a finales del XVIII sale a la luz el hallazgo de la llamada cueva de las mil momias, utilizando el término que usó Viera y Clavijo. Todos estos episodios de búsquedas y descubrimientos provocaron un enorme interés y llevaron al expolio, sí, pero legal en ese momento. Eso produjo un proceso de destrucción tremendo. Hubo un número elevadísimo de momias que se dispersaron. La más importante de esas dispersiones fue en Araya, en Candelaria, en el siglo XIX, cuando aparecieron varias momias que luego fueron vendidas al museo de Necochea, al sur de Argentina.

¿Se sabe cuántas momias guanches están fuera de la isla?

Eso es lo que hemos estado investigando. Sabemos que hay en París, en Cambridge, en Alemania y en otros puntos de Europa. Este material está sin catalogar y muchas veces sin estudiar. Pero que nadie piense que esas momias son recuperables, eso sería un error.

¿Pero al menos saber dónde están y estudiarlas sí se podría?

Efectivamente. Ahora el esfuerzo, desde mi punto de vista, debería ser el conocimiento exacto de dónde están, cuál es la historia de cada momia y permitir que esa información se conozca. Ese material, aunque no se recupere, al menos se podría reproducir con tecnología en nuestros museos. Lamentarnos no sirve de nada. Lo que hay que hacer es usar la inteligencia y la tecnología.

Y ese trabajo de identificación y localización ¿está terminado?

Está sin hacer.

Lo empezaron Manuel Fariña y usted...

Sí, hicimos un proyecto (fundamentalmente lo hizo él) con la intención de hacer esa labor, incluso pedimos dinero a Europa para financiarlo. Hicimos un catálogo llamado La memoria recuperada, con las momias que fueron a Argentina a finales del siglo XIX, al museo de La Plata. Después de muchas pesquisas supimos que todas esas momias llegaron a Necochea. Pero hay que catalogar lo que falta y buscar la manera de aplicar las nuevas tecnologías para reproducir, con tecnología 3D, por ejemplo, las momias aquí, porque regresar no van a regresar, y ese es más bien un debate político sin sentido. Cuando lleguen las elecciones se volverá a hablar de traer la momia de Herques que está en el Museo Arqueológico de Madrid, pero eso no va a pasar y sería absurdo seguir insistiendo.

Y ¿qué lleva a un pueblo a momificar a sus muertos?

Desde los primeros indicios que hay de homo sapiens en Atapuerca, siempre hubo una vinculación con el concepto de más allá. Lo que siempre encontramos es que los restos humanos se entierran, se cubren con pieles o se preparan de alguna manera, siempre con la pretensión de darle un valor diferencial al enterramiento. Intentar saber qué creencias tenían es muy difícil, sobre todo en las culturas muy muy antiguas, aunque yo creo que era algo como un especial temor a la muerte. En culturas más recientes, como la egipcia, sí se sabe en qué creían porque hay datos de toda la estructura religiosa que tenían. En Canarias nos encontramos con unas culturas que momificaban a la manera de los egipcios, pero ¿eran egipcios? No. ¿Tienen algo que ver con ellos? No.

Entonces, ¿ese conocimiento lo traen o lo descubren aquí?

Yo creo, casi con total seguridad, que lo traen. Viene con ellos desde el norte de África. Cabe preguntarse por qué entonces los habitantes de Lanzarote no momificaban. Y la respuesta es que las gentes de Lanzarote se parecían a las de Tenerife lo que un huevo a una castaña, o sea, nada. Eso quiere decir que estamos hablando de mundos distintos en cada isla, en un territorio dividido. Estamos hablando de más de cuatro millones de kilómetros de superficie que tiene el Magreb. Tenemos la idea de homogeneizar todas las culturas canarias como si fuesen iguales, como si viniesen todas del mismo sitio, pero no, en absoluto. Vienen de zonas distintas y lo sabemos porque tenemos signos evidentes de que unas zonas están directamente conectadas con unas islas y con otras regiones no.

¿Quiere decir que, por ejemplo, los habitantes de El Hierro venían de una zona de África distinta de la zona de la que venían los habitantes de Tenerife?

Por supuesto, y tenían tradiciones culturales en algunas cosas parecidas, pero diferentes entre sí. Y como decía Herodoto en sus relatos, algunos de esos libios (como se llamaba entonces a los habitantes al oeste de Siwa, a 500 kilómetros de El Cairo, en Egipto) tienen costumbres egipcias.

Pudieron entonces haber aprendido esas tradiciones del mundo egipcio...

Perfectamente, aunque por desgracia no se han encontrado restos que lo confirmen. La arqueología del mundo prerromano en esa zona ha sido muy maltratada y no despierta gran interés. Desde mi punto de vista, y lo digo con rotundidad, me resulta imposible pensar que unas sociedades de la noche a la mañana se inventasen todo un proceso complejísimo de cómo tratar a sus muertos. Si lo hacían es porque la tradición ya la tenían, la idea vino con ellos.

Y respecto al proceso de momificación en las islas, ¿con el tiempo se perfecciona o envejece y se deteriora?

Uno de los problemas que tenemos en este caso es la falta de datos precisos en cuanto a la cronología. Lo que sabemos, a la vista de lo que tenemos para estudiar, es que el proceso era complejo y en ningún caso fue de mayor a menor, sino al contrario: se enriqueció debido a un mayor conocimiento del lugar en el que estaban, su flora, los productos útiles para el proceso.

Y ¿por qué cree que las momias ejercen cierta fascinación sobre las personas?

Los restos humanos, en general, en los museos, ya sean restos óseos o momificados, llaman inmediatamente la atención. No sé si se debe a esa animalidad de la que seguimos formando parte, como que vemos a aquel que es semejante a nosotros pero de otra manera. Otra razón es que todo lo relacionado con el mundo de la muerte tiene un poder de atracción que no sé si está relacionado con el morbo o con el miedo a la muerte, como si nos viéramos retratados en ese cuerpo.

Desde que usted comenzó a estudiar a los guanches hasta ahora, ¿ha cambiado su visión sobre ellos?

El repensar el conocimiento cada equis tiempo es una necesidad científica importantísima, porque el avance de las ciencias permite ver con otra perspectiva los hechos. Hice mi tesis en 1971 y, cuando retomé el tema ocho años después, mi perspectiva había cambiado radicalmente. Cuando empecé a leer ese mundo con otros conocimientos, mi visión cambió. Es totalmente distinta a lo que pensaba antes. La visión que tengo ahora sobre, por ejemplo, cómo se poblaron las islas no se parece en nada a lo que pensaba entonces. En nuestra tierra, ahora mismo, antes de hacer un esfuerzo por alcanzar nuevos descubrimientos, hay que darse cuenta de que probablemente esos descubrimientos ya están hechos y los tenemos que hacer nosotros mismos, aplicando nuevas técnicas, nuevos conocimientos que hoy nos dan una visión completamente distinta. Por tanto, hay que redescubrir lo descubierto.

¿Qué le parece el proyecto Athanatos Inmortal?Athanatos Inmortal

Lo ideal sería que estos congresos se institucionalizaran, con carácter bienal, por ejemplo, entre Tenerife y Gran Canaria. Tendría que haberse institucionalizado hace tiempo, cuando el famoso proyecto Cronos, que dio como resultado el primer congreso internacional sobre momias en Canarias. Siempre me quedé con la pena de que no se hubiera hecho algo así. Cuando vi la noticia, pensé: “Por fin”. Tengo la esperanza de que con este congreso se pueda ahora dar un carácter institucional a ese asunto. Transformar Canarias en un punto de referencia sobre momias sería una buena oportunidad, porque se trata de un campo de la investigación muy interdisciplinar.

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