La Sección Primera de la Audiencia Provincial de Las Palmas ha condenado a un M.J.H.S. a una pena de 20 años de prisión por el asesinato con alevosía y ensañamiento de su padre, el poeta José Rafael Hernández, de 78 años en su domicilio de Las Palmas de Gran Canaria el pasado octubre de 2018, horas después de que muriera su madre de 79 años por causas naturales.
La sentencia ha considerado probado que el hombre, nacido en 1975, vivía con su madre enferma y dependiente en la segunda planta de una vivienda mientras que el padre hacía vida en la primera planta prácticamente desligado de los otros dos moradores, existiendo un pasado de maltrato hacia su hijo.
Por su parte, el inmueble se encontraba en un evidente estado de abandono, con todo desordenado, objetos apilados y abundante suciedad, habiendo dejado el acusado de hacer las labores esenciales de limpieza.
Con todo, el hombre era el encargado de cuidar a su madre desde 2009, quien sufría diferentes patologías, entre ellas la enfermedad de parkinson secundaria a parálisis supra-nuclear agresiva o hipertensión arterial, entre otras, pesando 31 kilos y siendo totalmente dependiente cuando falleció a los 79 años por causas naturales el 14 de octubre de 2018 en un estado de abandono pese a que los servicios sociales habían ofrecido a la familia ingresarla en un centro asistencial.
Horas después de la muerte, llegó el hijo y se la encontró sin vida, dejándolo profundamente afectado aunque no se lo comunicó a su padre, quien más tarde se lo cruzaría por el pasillo e hizo un comentario sobre el mal olor en la casa.
Al poco tiempo, el hombre cogió un hacha y a primera hora del 15 de octubre, de manera sorpresiva, violenta y reiterada atacó a su padre con el arma en diferentes partes del cuerpo y acabó con su vida sin que éste tuviera oportunidad de defenderse.
Por su parte, la Sala también ha considerado probado que la relación entre ambos estuvo marcada desde la infancia por el maltrato y los abusos del progenitor mientras que no consta que el acusado tuviera disminuidas sus facultades volitivas e intelectivas ni que haya sufrido una enfermedad psicótica en algún momento de su vida.
Finalmente, fue el propio agresor el que llamó horas más tarde al 1-1-2 explicando que su madre había muerto, que se había vuelco “loco” y que había matado a su padre.