La ciudad de Nueva York, como sucede en la práctica totalidad de las grandes urbes del mundo, es un mundo de clases sociales muy marcadas. Los barrios son la plasmación de este mundo de diferencias que, en el caso del Upper, quedan establecidas a través de la frontera que establece el ‘infierno verde’ de Central Park. West Side y Hell Kitchen a un lado y Lexinton Hill y Upper East Side al otro. Calles míticas como la Quinta Avenida, Madison Avenue, Park Avenue y Lexinton ponen glamour a un callejero cuajado de museos, grandes edificios, tiendas de lujo y rincones que convierten al barrio en uno de los más demandados de toda la ciudad. Y para empezar a caminar por estas calles nada mejor que empezar temprano y por el principio. Quinta Avenida y la 59. Esquina suroeste de Central Park junto a uno de los grandes iconos de la ciudad de Nueva York. El Hotel Plaza (5th Ave, 768) lleva la firma de uno de los grandes arquitectos de la historia de la ciudad: Henry Janeway Hardenbergh (autor de otros grandes edificios como el Dakota o del Waldorf Astoria). Un edificio construido en los primeros albores del XX que no sólo ha sido un hito arquitectónico sino un referente cultural que sale en multitud de obras literarias y audiovisuales. El Plaza ocupa un lugar de privilegio junto al parque y a la Grand Army Square, una plaza monumental construida para celebrar el triunfo de la Unión sobre el Sur durante la Guerra de Secesión (aquí puedes ver dos grandes monumentos: la Fuente Pullitzer y el Monumento al General William Tecumseh Sherman.
Para empezar la Quinta y la Milla de oro de los Museos.- La Quinta Avenida corre junto a la frontera este de Central Park en uno de los tramos urbanos más imponentes de toda la ciudad. El alma del Upper East es su enorme oferta cultural que tiene su máxima expresión en la llamada Milla de Oro de los Museos. En apenas unas manzanas nos encontramos con dos de los museos más importantes del mundo y otros que, pese a no tener la fama de sus compañeros tienen un espacio muy importante en la ciudad. Y por eso empezamos por uno de ellos: el Museo de la Ciudad de Nueva York (5th Avenue, 1220), un centro que muy pocos incluyen en sus visitas a la Gran Manzana y que merece la pena. Las colecciones se centran en la historia de la City en todas sus dimensiones. Hay objetos, documentos, maquetas, planos… Pero lo que más impresiona es el impresionante fondo fotográfico del centro. Es normal pararse en otros museos de la Quinta y dejar pasar éste: pero merece mucho la pena si quieres conocer con mayor profundidad la historia de Nueva York.
Los dos gigantes de la zona son el Metropolitan Museum of Art (5th Avenue, 1000) y el Solomon R. Guggenheim Museum (5th Avenue, 1071). El Met (como los neoyorquinos llaman al Metropolitan) es un destino en sí mismo y merece un día, como mínimo, de exploración concienzuda para poder ver lo más importante –al menos unas cuatro horas- y del Guggenheim hay que señalar que más allá de las exposiciones, lo que de verdad atrae a la gran mayoría de los viajeros es el continente: esto es, su imponente arquitectura. Los otros museos de la Quinta son el African Center (5th Avenue, 1280), muy vinculado al barrio de Harlem y su activa comunidad negra; el Museo Judío (5th Avenue, 1109); el Museo Nacional de Diseño Cooper-Hewitt (East 91 Street, 2) y la Neue Gallery (5th Avenue, 1048).
Dos museos del East Side que merecen la pena.- Uno de nuestros rincones desconocidos favoritos de Nueva York es The Explorer’s Club (East 70th Street, 46). Este club privado funciona desde principios del siglo XX y ha sido y es casa de cientos de exploradores que han nutrido sus colecciones con un fondo maravilloso de piezas que han llegado desde todo el mundo. Si hay alguna exposición programada durante tu visita es un lugar bonito de ver. El otro museo que te recomendamos es el Asia Society and Museum (Park Avenue, 725) con interesantes colecciones centradas en el continente asiático.
Un paseo por Carnegie Hill; ladrillos rojos en la zona más exclusiva del Upper.- Cuatro de los museos de la Milla de Oro se encuentran en esta exclusiva zona comprendida por la Quinta Avenida (oeste); la 86 (sur); la Tercera Avenida (este) y la 98 (límite norte). Y no es rara la cosa porque aquí se acumulan algunas de las grandes mansiones de finales del XIX que dieron al barrio su personalidad y estatus. Su carácter de distrito histórico ha posibilitado que muchas de sus casonas y edificios notables se hayan preservado con ejemplos sobresalientes como la Casa Otto H. Kahn (East 91th Street, 1); la Casa Emily Trevor (East 90th Street, 15); la Casa Lucy Drexel Dahlgren (Madison Avenue, 1361); la Casa Ogden Codman (5th Avenue, 1150) o la antigua mansión de Félix Warburg hoy sede del Museo Judío (5th Avenue, 1109). Más allá de las mansiones, en Carnegie Hill también puedes ver grandes edificios muy interesantes como Park Avenue Court (East 87th Street, 120) o la imponente mole de ladrillo rojo del 1424 de la Avenida Lexington.
Un apartado propio merece el conjunto Hardenbergh-Rhinelander (Lexington Avenue entre las calles 89th y 90th), uno de los conjuntos arquitectónicos más interesantes y mejor conservados de toda la ciudad que, por suerte, se mantiene intacto pese a la presión urbanística de la zona. Hablamos de un conjunto de seis pequeños edificios característicos del Neorenacentismo, un movimiento arquitectónico de finales del siglo XIX. Este conjunto de casas es impresionante y que se hayan salvado de la piqueta pese a no ser mansiones ha sido una suerte y un milagro. Es uno de los rincones más auténticos de Nueva York.
Ruppert Yorkville y las calles alrededor de la Segunda Avenida.- Otro fuera de ruta. El complejo de apartamentos de Ruppert Yorkville no es que sea nada del otro mundo. No muy lejos de ahí, en East Village, está el estupendo Stuy Town, uno de los mejores ejemplos de planificación urbanística de la Gran Manzana. Lo mejor de acercarse hasta este rincón de la Segunda Avenida al que casi nadie ajeno al barrio llega es internarse por las calles que median entre la 88 y la 94 para poder ver esas casas de ladrillo con escaleras anti incendios en la fachada. Un lugar bonito de ver con mucha esencia neoyorquina.
Volar sobre el East Side en el Teleférico de Roosevelt Island (East 60th Street, 254).- Hacer un vuelo sobre el Río Este a precio de viaje de metro es posible a través del Teleférico que une Upper East con Roosevelt El trayecto merece la pena y también la vista sobre el Sky Line del East Side junto a la mole de Queensboro Bridge. Ya que andas por aquí camina hacia el extremo sur de la isla para ver el Franklin D. Roosevelt Four Freedoms State Park (Loop Road). Desde The Room, un curioso monumento dedicado a la memoria del ex presidente norteamericano puedes ver la sede de las Naciones Unidas y, entre los edificios de los alrededores, la cima del Empire State Building.
Un parque casi desconocido en el River Side.- Ir a ver donde vive en alcalde de Nueva York demanda salirse de las rutas más trilladas por los turistas. La residencia oficial del que manda en la City (Gracie Mansion), uno de los pocos edificios del siglo XVIII que aún pueden verse en la ciudad) se encuentra en un precioso parque a orillas de East River que se da un aire a un Central Park en miniatura. Hablamos del Carl Schurz Park (East End Avenue) un precioso parque con paseos, puentes, pequeñas fuentes, vistas al río y una de las estatuas más queridas por las vecinas y vecinos de la ciudad: la de Peter Pan.
Un perrito mítico en la 86.- El Papaya King (East 86th Street, 206) es una de las grandes instituciones de la comida al paso de la ciudad de Nueva York. Aquí, en un modestísimo local que lleva abierto desde la década de los 30, se sirve uno de los mejores perritos calientes de toda la ciudad.
El té de la tarde en Alice's Tea Cup (East 64th, 156).- Capítulo dos de una cafetería que vio sus primeras luces en el West Side y que ahora también tiene su propio ‘agujero de conejo’ en el East.
Lexington Avenue Candy Shop (Lexington Avenue, 1226).- Antigua fuente de soda de los años 20 donde aún se sirven los refrescos mezclando una jarabe de sabor con soda gasificada. Es como ir a la prehistoria de la coca cola. Hoy, este local fundado en 1925 es un buen lugar para tomar una soda y comer sándwiches, perritos o la mítica mezcla de cola y helado de vainilla.
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