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Un paseo por La Alhambra de Granada

La Alhambra desde uno de los miradores del Generalife.

Viajar Ahora

La Alhambra es el monumento más visitado de España y uno de los más aplaudidos del mundo. Fortaleza, palacio, ciudad. Todo en uno. Junto a la fastuosa Mezquita de Córdoba es la huella más notable de los ocho siglos de presencia musulmana en España y también una muestra del genio de una cultura que aún perdura con fuerza en la actualidad en numerosos rasgos de la personalidad cultural y social española. ‘La Roja’. Sobre su nombre hay dos teorías. La más aceptada es que su nombre deriva de ‘ Al-Qal’a al-hamra’, ‘Fortaleza roja’ por el característico color del revoque de barro apisonado de la arquitectura musulmana. Otros dicen que el nombre le viene de su fundador, Abu al-Ahmar, o Abú El Rojo, apelativo que recibió por ser pelirrojo. Lo que está claro es que, de muros hacia afuera, el rojo domina escondiendo un interior marcado por el color de los azulejos; el uso preciosista de la madera; el virtuosismo de las yeserías y toda la maestría de los artistas musulmanes. La Alhambra es el conjunto palaciego medieval más bonito del mundo.

Complejo. Porque no hay sólo una Alhambra. El origen del complejo se sitúa tras la caída del Califato de Córdoba en el siglo XI; entonces, la que hasta entonces era una pequeña ciudad se convirtió en capital de uno de los múltiples pequeños reinos que se formaron tras la descomposición del poder califal cordobés. La dinastía de los Ziríes eligió una colina frente al germen de la ciudad (lo que hoy es el Albaycín) para construir una fortaleza que, a lo largo de cuatro siglos fue añadiendo palacios, murallas, baños, barrios de artesanos, jardines, mezquitas y hasta pabellones de recreo. En fin, una verdadera ciudad que resume la arquitectura, el arte y la propia cosmovisión de una civilización que, en España, se desarrolló con voz y personalidad propia.

Una historia que no terminó con la salida de los últimos musulmanes de la ciudad, ya que dónde antes hubo mezquitas se levantaron iglesias y hasta un rey decidió levantar aquí una de sus residencias. Carlos V pasó su luna de miel en Granada y según parece fueron meses muy felices. Por eso decidió construir en La Alhambra un palacio que hoy lleva su nombre. El Palacio de Carlos V es una de las joyas del Renacimiento en España y aunque para algunos sea un pastiche que no pega con el entorno, es uno de los edificios palaciegos más importantes del país. Hoy, este edificio soberbio de estilo romano (ideado por el maestro Pedro Machuca) acoge la sede del Museo de La Alhambra (Tel: (+34) 958 027 971; Horario: MS 9.00 – 18.00 DyF 9.00-15.30), en el que se exhiben multitud de objetos arqueológicos rescatados en las numerosas campañas arqueológicas que se han desarrollado en la propia Alhambra. Es un museo sencillamente espectacular.

LA ALHAMBRA FORTALEZA

La Alcazaba es la parte más antigua de todo el complejo aunque sufrió modificaciones, ampliaciones y mejoras a lo largo de toda su vida útil como fortaleza. Los restos más antiguos son del siglo IX, anterior incluso a la época califal, y se cree que los cimientos pueden corresponder a una construcción aún más antigua, probablemente romana. Junto a las cercanas Torres Bermejas, formó el primer baluarte defensivo del ‘Monte de la Sabika’ (colona sobre la que se asienta La Alhambra) y germen mismo del palacio. Al principio compartió uso militar y residencial, pero la construcción de los Palacios nazaríes desplazó la vida palaciega hacia los nuevos edificios y concentró aquí la actividad militar.

En su interior pueden verse los restos del barrio castrense, lugar de residencia de los soldados y, aún apiladas, numerosas piedras redondeadas preparadas para ser disparadas por las catapultas. Lo más notable del complejo es su impresionante sistema doble de murallas y sus torres que servían para controlar lo que sucedía en la propia ciudad y, como es lógico, poder adelantar la llegada de cualquier amenaza externa. La Torre de La Vela es el elemento más característico de esta parte de La Alhambra. Desde su cima puede verse prácticamente toda la ciudad, la vega granadina y los accesos a Sierra Nevada. En tiempos medievales estaba comunicada con la vecina Sierra Elvira (dónde hay una atalaya fortificada) por un sistema de semáforos elaborados con espejos y planchas de metal pulido y mediante antorchas para adelantar la llegada de cualquier ejército enemigo.

LOS PALACIOS NAZARÍES

Enumerar todos y cada uno de los palacios, patios, todas sus historias y leyendas sería un relato interminable. Empezaron a construirse en el siglo XIV y cada sultán fue añadiendo nuevas estancias y patios hasta construir un verdadero tratado de arquitectura y artes decorativas. La entrada a los palacios nos conduce al Mexuar, primera de las estancias construidas y que, posteriormente, se destinaron a sala de reuniones, de audiencias públicas o como salón de justicia. Los artesonados de madera de este primer edificio son impresionantes; este primer palacio contaba con una pequeña mezquita adosad que contaba con su propio Mirhab y patio de abluciones. Justo después salimos al Patio del Mexuar o Patio del Cuarto Dorado, primer impacto severo de la visita. El patio es pequeño, pero el uso virtuoso del yeso y los azulejos es un adelanto de lo que nos espera un poco más adelante.

Unas escaleras bastan para dejarnos en el famoso Patio de Los Arrayanes y su enorme alberca. Estamos ya ante una de las imágenes paradigmáticas del monumento; la de la Torre de Comares reflejada en el agua del enorme estanque que, según cuenta la leyenda, se mandó a construir para que el hijo de uno de los sultanes pudiera jugar a los barcos. La Torre de Comares es uno de los elementos más característicos del complejo. En su interior se encuentra la Sala de los Embajadores, recubierta por un espectacular artesonado en el que se representan los siete cielos del Islam .

El viajero inquieto ira y vendrá viendo las filigranas de los azulejos y el delicado trazo de las letras esculpidas en yeso. Y el más avezado o el más observador verá que una frase se repite una y otra vez en todos y cada uno de los rincones del palacio . Así, a lo bruto, esa frase recurrente, que se repite miles de veces junto a los diferentes nombres de Dios, pasajes del Corán y poemas, suena ‘wa lā gāliba illā-llāh’, que en la parla de los cristianos quiere decir ‘Sólo Dios es Vencedor’. Los ‘Caligramas’, o epigrafía como elemento de decoración arquitectónica, son los verdaderos protagonistas de La Alhambra. Según los estudiosos, hay más de 10.000 inscripciones. Por todos lados. Una cantidad tan brutal que convierten a La Alhambra en un verdadero libro.

Yeso decíamos. Los artesanos andalusíes se convirtieron en maestros del yeso. Supieron darle vida. Y si hay algún sitio en el que el yeso habla es el Patio de Los Leones; y no sólo en el exterior o en los corredores. Basta con meterse en cualquiera de las salas y mirar hacia arriba para darse cuenta del grado de maestría que se alcanzó en este lugar. Las cúpulas se convierten en verdaderas cavernas cuajadas de estalactitas que forman un conjunto geométrico alucinante en el sólo la introducción de errores voluntarios (para no desafiar la creación de Dios) impiden la perfección más absoluta. No están estos espacios exentos de leyendas e historias; como la del asesinato en masa de los Abencerrajes, caudillos militares que fueron degollados a traición en una de las salas del Patio de Los Leones y cuya sangre, dicen, aún puede intuirse entre los mármoles del suelo. Personajes míticos y reales. Como los propios sultanes; el emperador Carlos V o el escritor Washington Irvin, que escribió sus ‘Cuentos de La Alhambra’ después de vivir un tiempo aquí.

Porque más allá de las grandes salas, este fue un espacio vivido. Como decíamos Carlos V pasó aquí su luna de miel. Y vivió en las estancias que se abren más allá del Patio de Los Leones en salas especialmente habilitadas para él en la zona residencial del palacio. Zona de sobria sencillez castellana junto a los antiguos baños. Lugar que también cuenta con patios umbríos y privados que servían para el día a día familiar de los grandes de Granada. Como La Lindaraja o el magnífico patio del Partal, ya fuera de los palacios. Porque la Alhambra son muchos edificios en sí. Muchas Alhambras que van desde la fortaleza amenazante para los enemigos al palacio fastuoso diseñados para asombrar a los embajadores extranjeros pasando por los espacios domésticos más austeros y sencillos.

UNA RESIDENCIA DE VERANO

La Alhambra es un microcosmos alejado de Granada por las alturas y las murallas. Allá dentro, se construyó un verdadero universo autosuficiente en el que las familias gobernantes y las élites granadinas podían vivir sin tener la necesidad de salir más allá de los muros. El Generalife es un ejemplo brutal de aquel afán de auto encerramiento. Eran otros tiempos. Y peligrosos, por cierto. Por eso los sultanes se construyeron la residencia de verano apenas a unos centenares de metros de su palacio de todos los días. Y el resultado es la maravilla que es El Generalife, una ‘casita de campo’ rodeada de huertas que uno de los sultanes bautizó como la ‘casa de la felicidad’.

Los jardines aquí son toda una clase magistral de ingeniería hidráulica islámica. Y también una verdadera delicia. La Alhambra requiere de tiempo. Muchos van un par de horas y se van; pero es mejor tomarse un tiempo y, si es posible, dedicar la jornada a explorar a fondo todos los secretos ( ver Horarios ). Un lujo que te permitirá, por ejemplo, ver el atardecer desde el Generalife, una cosa que no se te va a olvidar en la vida.

COMO ACCEDER A LA ALHAMBRA

A pie: para nosotros la mejor manera, ya que permite disfrutar del entorno de esta fastuosa fortaleza palacio y ver de qué manera se fueron construyendo buena parte de los elementos exteriores, murallas, canalizaciones de agua y sus impresionantes jardines. Desde el centro de Granada hay dos formas de subir. La más corriente es a través de la Cuesta de Gomérez (1.150 metros), que conecta directamente con Plaza Nueva. Los que caminen por el Paseo de Los Tristes pueden subir hasta la fortaleza por la Cuesta de Los Chinos o Cuesta del Rey Chico (800 metros), una de las caminatas más bonitas de la ciudad. El otro acceso sur se hace a través de la Plaza del Príncipe –en El Realejo- por la Calle Antequeruela (1.100 metros). En todos los casos, hay que salvar grandes pendientes que, en algunos casos, superan el 20% de desnivel.

En transporte público : La Línea C3 de la empresa pública Rober conecta La Alhambra con la Plaza de Isabel la Católica, en pleno centro de la ciudad. Los buses salen con una frecuencia entre cinco y diez minutos entre las 7.00 y las 22.00 horas. El precio del billete en 2017 es de 1,20 euros. La otra manera de acceder hasta el monumento es en taxi. La tarifa diurna de un taxi desde el centro de Granada ronda, según los precios públicos del Ayuntamiento, los 5,5 euros.

En coche: Para acceder en coche privado, hay que acceder a la Ronda Sur desde la Circunvalación de Granada (el coche privado tiene prohibido el acceso desde el centro. Una vez en la Circunvalación hay numerosos carteles informativos que conducen hasta la entrada del complejo. Perderse es imposible. Hay aparcamiento público.

COMO COMPRAR LAS ENTRADAS

Hay tres formas de comprar las entradas. La más segura es a través de la página web del Patronato de La Alhambra . La única web segura al 100% es la del Patronato de La Alhambra, así que no te arriesgues. Si te ofrecen descuentos, no te fíes. Al cierre de esta edición (abril de 2017) el precio de la entrada general es de 14 euros. Hay que comprarlas con bastante antelación para estar seguros de que vas a poder entrar. La única manera de lograr entradas, cuando están agotadas por la web, es comprar la Granada Card (30 euros ó 40 en su versión ‘plus’) que incluye, en sus dos modalidades, la entrada a La Alhambra y el Generalife además de la entrada a los monumentos más importantes de la ciudad y diversos descuentos. Si vas a pasar un par de días por Granada conviene comprarla – se puede comprar por anticipado -. La otra manera, que a veces es un verdadero milagro, es acercarte a las taquillas para comprar las entradas.

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