Guía para dos días en Burdeos: un paseo por el mejor casco histórico de Francia

La mejor ciudad de Francia para viajeros inquietos con diferencia. Y no es broma. Lo tiene todo. La grandeza de París, una historia que se remonta más allá de Roma, un entorno privilegiado, un legado medieval muy superior al parisino, una gastronomía a la altura de las grandes capitales europeas y de los mejores vinos del mundo. Y también sirve de puerta de acceso a una de las regiones culturales más importantes del país: el Valle del Garona con sus pueblos, sus catedrales góticas y sus castillos… Mucho más que su fama como una de las grandes capitales del vino a nivel mundial. El quinteto formado por España, Francia, Reino Unido, Alemania e Italia es, a nuestro juicio, el sumun del viaje. Y de ahí nuestro favorito sin ningún tipo de medias tintas es el país galo. Y para entender Francia hay que explorar mucho más que París, la costa mediterránea o Los Alpes. Los grandes valles que desembocan en la costa del Atlántico conforman uno de los ejes de la identidad francesa. Ojo, Burdeos es la ciudad del país con mayor número de monumentos históricos tras París.

¿Cuántos días? Dos o tres. Como te decíamos, la ciudad es uno de los grandes polos patrimoniales del país con grandes monumentos medievales y modernos que acaparan muchísimo tiempo. Por suerte, el casco histórico está muy concentrado y permite explorarlo a pie en una jornada planificada. Después quedan los grandes museos y ‘es obligatorio’ hacer una pequeña salida a la campiña para ver los viñedos y aprovechar para visitar algún chateau y algún pueblo vinícola (nosotros aconsejamos ir hasta Saint-Émimion donde puedes ver una pequeña villa medieval con joyas románicas rodeada de vides). La ruta está dividida en dos. Puedes acceder a la segunda parte en el enlace que aparece en el principio del artículo. En el mapa los puntos de la primera jornada están señalados con iconos azules y los de la segunda jornada con símbolos de color violeta.

La Bolsa de Burdeos, el porqué de la ciudad.- Burdeos no es una ciudad joven. Cuando Roma tomó el control de las tierras galas (¿se acuerdan de aquel 50 AC toda la Galia está ocupada?) aquí ya había un oppidum (ciudad fortificada) muy importante que ejercía como cabeza de la tribu de los Bituriges. En el Museo de Aquitania (Cr Pasteur, 20) puedes ver los objetos que se encontraron en la zona del arroyo Dezeve que marcan el lugar donde estuvo la ciudad gala primitiva (muy cerca del lugar donde arranca el famoso Puente de Piedra de la ciudad) y también los numerosos rastros del esplendor de la posterior Burdigala romana, una ciudad pujante y capital de la Aquitania que exportaba a Roma grandes cantidades de plomo y estaño. En el museo puedes ver estatuas, objetos de uso cotidiano y algunos mosaicos rescatados del subsuelo. El poderío de la ciudad galorromana queda de manifiesto en las ruinas del Palais Gallien (Rue du Dr Albert Barraud, 126), lo que queda del antiguo anfiteatro de la ciudad. Plomo y Estaño. Y a partir de la Edad Media el vino. Uno de los mejores y más demandados de todo el mundo.

El esplendor de Burdeos se trasladó de los toneles a las piedras en forma de palacios, castillos, abadías e iglesias. A diferencia de París, que se transformó por completo tras la Revolución de 1789. Aquí puedes ver cómo era la ciudad medieval. Desde el Quai Richelieu (frente fluvial al Río Garona) la antigua Puerta de Cailhau (Place du Palais) da acceso a un casco histórico de calles estrechas y retorcidas en los que se apelotonan pequeñas y grandes iglesias, casonas nobles, edificios con historia… La mayor parte de las casas de esta zona de la ciudad datan de los siglos XVI y XVII aunque en algunas plazas emergen auténticas joyas de la arquitectura medieval. Sin duda alguna, la mejor de todas es la Catedral de Saint André de Burdeos (place Pey Berland), que es una de las grandes construcciones góticas de todo el país y ejemplo paradigmático del llamado estilo angevino (siglos XI y XII). Ahí en los alrededores del templo catedralicio se encuentran otros hitos fundamentales del centro histórico: el Ayuntamiento con sus Jardines de la Mairie (Place Pey Berland), la Calle Sainte Catherine (eje comercial de la villa medieval), la bonita Saint Pierre (Place du Saint Pierre) con sus vidrieras medievales y la Bolsa…

La Bolsa de Burdeos (Place de la Bourse) es el símbolo de la riqueza de la ciudad por antonomasia. Situada en el barrio de Saint Pierre, este complejo brutal del siglo XVIII es el gran palacio de la ciudad. Un edificio dedicado no a una familia; ni a una dinastía. Es el gran templo del Dios Capital y símbolo del renacimiento de una ciudad que no levantaba cabeza desde que se fueron los romanos. Y sí. Hubo un pequeño periodo de esplendor durante la Edad Media, pero la eterna enemistad con Inglaterra minó el negocio del vino. El colonialismo francés en el Caribe convirtió a Burdeos en el lugar de entrada y salida de las mercancías que iban y venían de y desde América. El Azúcar y los esclavos crearon una brutal acumulación de capital privado que reactivó la producción y exportación de vinos a gran escala. Y lo demás es historia. No es de extrañar que a mediados del XVIII la ciudad ya contara con un centro cultural como el Gran Teatro de la Ópera Nacional de Burdeos (Place de la Comédie), un teatro que rivalizaba con la Ópera de París y que es una obra de arte en sí misma.

 El entorno de Rue de la Intendance y la Allées de Tournyes es por donde la ciudad se desbordó en ese XVIII glorioso. Aquí las fachadas sencillas del casco medieval se convierten en filigranas de columnas, ventanas ornamentadas, esculturas que parecen salirse de los edificios… Hasta la Iglesia de Nuestra Señora de Burdeos (Rue Mably, 4) se olvida del gótico casi omnipresente de los templos de la ciudad para convertirse en la referencia de los nuevos tiempos que llegaron con el comercio de ultramar. Estamos ante una de las grandes referencias del Barroco en Francia. Fíjate que en uno de los muros del Edificio Capitular de esta iglesia puedes ver un monumento dedicado a la estancia de Francisco de Goya en la ciudad (Rue Mably, 1). Hoy el número 57 de La Intendance, casa del pintor en su exilio, es la sede del Instituto Cervantes en la ciudad. Y también hay varios ‘templos’ dedicados a la nueva religión que trajeron las revoluciones burguesas: junto a Notre Dame esta la Gallerie des Grandes Hommes (Place des Grands Hommes, 12), un centro comercial histórico, y un poco más allá la famosa Plaza de los Quinconces.

El Puente de Piedra y el entorno de la Puerta de Borgoña.- La ciudad a extramuros comienza en la gran Avenida de Víctor Hugo, lugar que ocupaba la muralla hasta el siglo XIX. De las viejas fortificaciones en esta zona queda apenas el rastro que supone la Puerta de Borgoña (Place de Bir Hakeim), una entrada monumental que también servía para conectar la urbe con el Puente de Piedra, otra de las imágenes paradigmáticas del lugar (fíjate en sus 17 arcos que simbolizan a cada una de las 17 letras que forman el nombre de Napoleón Bonaparte). En esta zona hay varias cosas para ver: la Basílica de San Miguel (Place Meynard, 16) –gótica del siglo XII-; la Abadía de la Santa Cruz de Burdeos (Place Pierre Renaudel, sn), una joya benedictina del arte románico del siglo XI o la Puerta de Aquitania (Place de la Victoire). Muy cerca de la Plaza de la Victoire tienes la oportunidad de ver una pequeña joya escondida entre los edificios: el Cementerio Judío des Avignonais (Rue Sauteyron, 45) un pequeño cementerio con lápidas y viejas tumbas que estaba fuera de la ciudad en sus tiempos.

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