Emprendimiento social en equipo en Cantabria. Con liderazgo femenino y principalmente rural. La nueva manera de hacer economía. Por Sandra Castañeda Elena.
La Flor de Limón: cítricos que revitalizan el suelo
Nada más llegar a la hermosa finca de La Flor de Limón en Novales, apenas nos saludamos, Lidia me avisa como excusándose: “Está todo un poco patas arriba, acabamos de volver de Biocultura Madrid y estamos aún descargando el material”. Algunas cajas con mermeladas de limón, paquetes de la fruta liofilizada y limoncello se acumulan en la entrada. Pienso en el esfuerzo que Lidia Mena, su socio Emilio Cuesta y su hermano Guillermo, todos parte de este proyecto, habrán hecho para, en poco más de un año, situarse al nivel que exige esta feria nacional referente en el sector ecológico.
'Si la vida te da limones, haz limonada', dice el refranero. La frase nos ayuda a entender los inicios de este emprendimiento familiar. “En realidad nosotros íbamos a poner en marcha un proyecto turístico. Para eso compramos la primera finca. Estuvimos tres años intentándolo, pero no pudo ser por temas administrativos, así que decidimos dedicarla a lo que hemos tenido siempre en este pueblo: limones”.
Por extraño que parezca a primera vista, en Cantabria hay mucho limonero y el pueblo de Novales, en el municipio de Alfoz de Lloredo, destaca por ello. Quien escribe lo sabe bien. Mi madre fue enfermera aquí y, desde que empezó hasta hoy, ya jubilada, siempre ha tenido limones en su despensa. Se los regalan sus pacientes, muchas ahora amigas, según esa tradición tan arraigada en los pueblos de agradecer con lo que tenemos cerca, lo de casa, a quienes sentimos que se esfuerzan por ayudarnos.
A mí al principio me sorprendió: “¿No es el limonero propio del Mediterráneo?”, me preguntaba al tiempo que me acostumbraba a esta fruta que aquí tiene una piel especialmente gruesa y un aroma más intenso de lo que estamos acostumbrados.
En aquel momento entendí lo que hoy me explica Lidia: en esta zona, protegida por las montañas y con la cercanía del mar, se crea un microclima ideal para estos cítricos, que además se benefician de un suelo arcilloso de color rojizo especialmente rico en hierro y zinc. Así que cuando supe de la existencia de La Flor de Limón, propietaria de la primera finca de cultivo de cítricos certificada en ecológico de Cantabria, sonreí recordando los limones de casa. ¿Qué mejor que un árbol que se considera ya autóctono, para ayudar a regenerar la salud del suelo y contribuir a la economía local?
Lidia me explica que la idea inicial era comercializar principalmente el cítrico en fresco, pero los elaborados están teniendo mucho éxito y están adaptando el negocio poco a poco. “Plantamos los árboles en 2018 en algo más de una hectárea. Engañamos a familia y amistades para que nos ayudaran durante un fin de semana y así terminamos rápido”, sonríe recordándolo. “Sin embargo, los limoneros tardan 4 o 5 años en alcanzar su máximo de producción, así que hasta el 2022 no tuvimos suficiente como para empezar a innovar con los productos”.
La primera en nacer fue la mermelada, que elabora otro productor local especializado: Liébana Artesana. “Nos pilló el punto muy rápido y trabajamos estupendamente juntos”. La fruta liofilizada, que se utiliza sobre todo para dar sabor a bebidas -tanto infusiones como cócteles-, o para repostería en su versión molida, se corta y envasa en la nave de Novales, pero se procesa también con un socio externo.
El último desarrollo de este trío que va a velocidad de crucero es ‘Sincio Novallego’, un licor estilo limoncello que hasta quienes provienen de Italia alaban. “Este sí que lo elaboramos aquí de principio a fin”, se enorgullece Lidia. “Fue todo un proceso autodidacta: busqué mucho en Internet, preparé infinidad de muestras e iba haciendo catas en las comidas familiares. Poco a poco me fui decantando por una versión que solía tener éxito y la mejoré”. Y así, en agosto de este año, nació ‘Sincio’, que significa deseo o tener muchas ganas de algo en cántabru.
Al preguntar por el futuro próximo, cuentan que ya están empezando a ir más allá de las prácticas agrícolas ecológicas incorporando técnicas regenerativas, para cuidar mejor del suelo y de la biodiversidad. Y que posiblemente pronto sorprendan con un licor crema. Pero a Lidia lo que más ilusión le hace es la rehabilitación de la pequeña casa que se ubica a un lado de su finca. “A mí me encanta recibir a gente, hacer catas, que las personas aprendan con nosotros. Así que vamos a empezar a acondicionar el edificio para visitas guiadas, incluso orientadas a colegios, y para talleres con personas que hagan velas o cosméticos con nuestra fruta”.
Dejo atrás La Flor de Limón y conduzco hacia casa de mi madre, a unos minutos de la finca, donde me espera para comer. No deja de sorprenderme que, algo que nosotras tomamos como el producto más sencillo y cercano de la zona, se esté convirtiendo en algo valioso y exótico que mucha gente disfruta en todo el país.
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