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De carecer de techo a sentirse feliz con un hogar: “Cuando hay oportunidades reales, salimos adelante”

“Mi familia es una familia normal”. Ginés Francisco Espinosa, quien esto afirma, tiene 53 años y ha conseguido salir de la calle, en donde literalmente vivía día y noche. Él es un 'sintecho', o lo era, mejor dicho, aunque sigue siendo un hombre que se ve en la necesidad de explicar que la familia de la que procede es “normal” como la de cualquier otro, como la de cualquier otro que tenga un techo sobre su cabeza, parece querer decir.

Ginés tiene ahora un techo sobre su cabeza. Vive en un piso en donde su proceso de recuperación ha encontrado un amarradero, después de ser rescatado de la calle por Nueva Vida durante el primer estado de alarma en 2020. Entonces, cuando toda la población debía recluirse en sus casas, ¿dónde se recluían los que no tenían casa? Y también: ¿a dónde volvieron cuando acabó el confinamiento? La historia de Ginés es una respuesta a estas preguntas.

En Cantabria se estima que hay en torno a 300 personas sin hogar, con un perfil en el que predominan los varones de mediana edad y emigrantes, según un estudio del Gobierno de Cantabria de 2021.

Iniciado el estado de alarma, diversas asociaciones e instituciones recogieron de las calles a las personas sin hogar y las ubicaron en diversos recintos. En Cantabria se abrieron residencias provisionales y el Centro de Acogida Princesa Letizia destinó parte de sus habitaciones a este colectivo.

Cuando el estado de alarma expiró, en el caso de Ginés, la Asociación Nueva Vida decidió continuar con su apoyo y habilitó una casa en Renedo de Piélagos donde la atención social y el proceso de recuperación pudo continuar. Ahora Ginés vive en su propio piso, tiene un trabajo y un proyecto de vida que le hace sentirse feliz.

Ginés ha salido de la calle, en donde acabó por un proceso de pérdida de autoestima. Dormía en la estación de autobuses de El Astillero, hasta que la pandemia lo trastocó todo. Él lo cuenta con sus propias palabras:

“A los 50 años, en la máquina más perfecta del cuerpo humano, que es la mente, se hizo un vacío y ese vacío fue lo que me llevó a la calle. Creo que perdí mi personalidad y creo que también perdí mi rumbo. Cuando dejas de apreciarte, de ser tú mismo, tu autoestima desaparece, te destruyes, pierdes el rumbo, el concepto de lo que es la vida, y te quieres esconder del mundo. Pero no te puedes esconder del mundo y el camino más fácil a veces es tirarte a la calle”, afirma.

Ginés no entra en muchos detalles, pero su proceder era siempre el mismo: acudía a última hora a la parada de autobús, cuando no esperaba tropezarse con nadie, y dormía en un banco. Luego al amanecer desaparecía del lugar, pero, poco a poco, cada vez más se iba quedando en el sitio.

“Voy tarde, con el último bus, duermo y me levanto antes de que venga la gente. Así nadie se molesta. Pero ese vínculo se iba haciendo y cuando llovía te quedabas en la parada del autobús. La gente te veía y algunos te saludaban y otros no”, explica.

Como en aquella estación había dos bancos, no tardó en ocupar el restante otro 'sintecho'. Luego vio en la pandemia una oportunidad para salir del bucle del 'sinhogarismo' mediante un proceso de recuperación de la autoestima. Ahora dice sentirse feliz.

“Me tiré a la calle por intentar desaparecer, pero si una persona está en la calle, quiere salir y recibe ayuda, sale. Yo soy la muestra. Me dieron una gran oportunidad y la aproveché. Aquí me di cuenta -prosigue- de que mi meta es salir triunfando. Y eso es lo que hago: trabajar duro, estudiar, meter la pata, porque la he metido un montón de veces... Sales de una vida en donde las normas no existen, excepto defenderte y preocuparte de que no te ataquen por la espalda, a tener una cama, un hogar, un plato caliente todos los días”.

Si una persona está en la calle, quiere salir y recibe ayuda, sale

Ginés ha aprendido a tomarse las cosas con calma para recuperar la autoestima. Lo hace sobre la base de la fuerza de voluntad y el trabajo.

“He llegado casi a una meta -afirma-. Aquí he sido feliz. Después de todo lo que he armado, he sido feliz aquí, he disfrutado de la casa, he encontrado un lugar de larga duración. Y eso es importante porque te animas. Despacio, sin prisa, cada día se sube un escalón.

Voluntad, trabajo, esperanza, dignidad y sobre todo autoestima, ese es su recetario, al que añade dosis de calma. Las prisas solo le han conducido al error. Al menos, a él, el consejo le ha servido para salir adelante: “He aprendido a gestionar las cosas despacio y no vivir rápido, porque, si vives rápido, al final tropiezas”, sentencia.

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