El actor de cine, televisión y teatro Iñaki Miramón es conocido por su papel en obras como 'Los ochenta son nuestros' y en series como 'Media naranja', o más recientemente, 'Con el culo al aire', 'Gym Tony' y 'Amar es para siempre', entre otros muchos trabajos a lo largo de su extensa carrera como intérprete.
Denuncia que el 21% del IVA cultural “asfixia” a los espectáculos y pone de manifiesto que, a pesar de que se habla de recuperación económica, “los sueldos son cada vez peores”. “Si cada vez la brecha entre ricos y pobres se va ampliando más y la clase media, que es la que mantiene este país, se la va hundiendo y forzando, a la larga va a ser negativo porque no vamos a consumir”, expone el artista.
Miramón ha tenido que posponer este fin de semana la representación de la obra de teatro 'Héroes' en el Festival de Invierno de Torrelavega, después de que uno de sus compañeros de escena sufriera un accidente. Su inminente visita a Cantabria, por tanto, quedará pendiente de momento.
Tengo entendido que comenzó estudiando matemáticas y dio el salto a la interpretación. ¿Cómo fue ese paso?
Estuve en un grupo de teatro en la Universidad Laboral de Eibar cuando cursaba COU. Hasta entonces no había tenido ningún contacto con el teatro, ni con el cine, ni con ningún grupo independiente. Me metí en un grupo que se llamaba 'Narruzko Zezen', que significa 'piel de toro' en euskera, y me encantó. Descubrí el mundo de la interpretación y del teatro, no solo como actuación sino preparando las escenografías, el decorado, los vestuarios... Eso se me quedó ahí, que me había gustado mucho y que había sido uno de los mejores años de mi vida, no solo por la diversión sino por la sensación de sentirme lleno con lo que hacía.
Después empecé Ciencias Exactas en Bilbao y me acordaba mucho de ese año que había vivido de teatro y me di cuenta que eso era lo que me apetecía. Es cierto que las matemáticas me gustan mucho, me parece una materia preciosa y estupenda, lo mismo que la astronomía y otras muchas. Sin embargo, estar cinco años estudiando matemáticas no lo veía y decidí ir a Madrid a estudiar teatro y así empezó todo.
Ha trabajado en cine, televisión y teatro. ¿Dónde se encuentra más cómodo?
El teatro tiene ese punto del directo que no tiene el resto. Lo que ocurre es que cuando haces mucho teatro te apetece también hacer una serie o una película, es decir, cambiar. A pesar de ello, lo que más me gusta es el teatro.
Cuando echa la vista atrás, a los primeros trabajos como la famosa serie de televisión 'Media Naranja' o la obra de teatral 'Los ochenta son nuestros', ¿qué se le viene a la mente?
Fue una época preciosa de mi vida, cuando empecé en esto. Con 'Media Naranja' fue la primera vez que la gente me reconocía por la calle, es un cambio muy brusco. Cuando uno tiene un éxito, -entre comillas, porque luego queda mucha vida por delante y la televisión es muy efímera y te reconoce mucho la gente pero enseguida se olvida de ti-, hay que tener la cabeza fría y saber de dónde vienes. Eso no cambia la esencia de lo que uno es, las circunstancias son más favorables para poder tener más trabajo, pero nada más. Eso en un chaval joven era importante. En mi caso, las referencias que tuve de mis amigos y mi familia de Bilbao me hicieron pisar mucho el terreno, la realidad y no irme por las nubes y pensar que ya había triunfado y que estaba por encima del bien y del mal.
También pasé una época que no trabajé pero a raíz de 'Media Naranja' me salieron más trabajos y entre ellos uno fue el de 'Los ochenta son nuestros', un éxito de taquilla maravilloso. Las críticas estaban muy bien. En aquella época no existía internet y la gente hacía unas colas kilométricas para ir a comprar sus entradas y ver la función. Cuando llegabas al teatro y las veías, decías: “Pobrecillos, lo que van a esperar”, pero por otro lado era una satisfacción de estar en una función de éxito. En fin, fueron dos momentos de mi vida muy importantes. En ambos viví con Amparo Larrañaga, tanto en 'Media Naranja' como en 'Los ochenta son nuestros', que lo montó su familia, su hermano Carlos Larrañaga. Con la familia Larrañaga he vivido muchos momentos, teatrales sobre todo.
¿Si tuviera que elegir entre comedia o drama?
Nos gusta hacer de todo a los actores, pero a mí en el escenario me gusta más la comedia. Me encanta el drama, el pellizco y la emoción que le puedas arrancar a la gente, pero en la comedia, cuando ves reír al público totalmente desbocado es maravilloso, me encanta verlo. De hecho, algunas veces cuando no estoy en escena, si puedo miro por un ventanuco o por una rendijilla. El público cuando ríe es muy espontáneo, muy de verdad. Es más fácil el día a día repetir la función con el apoyo directo de la risa del público que con el silencio, provocado por la congestión de la emoción, que también es importante. Para el día a día, la risa me pone más.
Hablando de comedia, ¿qué papel juega el humor en una sociedad tan castigada por problemas tan graves como el paro y la pobreza, entre otros muchos?
Reírse de todo y no por ello quitarle importancia y saberse reír de uno mismo y de sus problemas es síntoma de que la sociedad está sana. La risa ha hecho recapacitar en muchas ocasiones tanto o más que un drama realista donde muestras las cosas a bocajarro. Desde el mismo Chaplin con sus maravillosas actuaciones hasta 'La vida es bella', película sobre los campos de concentración, entre otros muchos ejemplos. Con la comedia se han hecho verdaderas maravillas que han hecho reflexionar a la gente. No porque algo lo hagas gracioso le quitas importancia sino al contrario, se la puedes dar.
En una ocasión comentó que en sus inicios trabajó en la autovía, repartiendo guías y que pasó “malas rachas”. ¿Los artistas que se inician ahora en el mundo del espectáculo y la interpretación lo tienen todavía más difícil que entonces?
Sí, y más con el abandono generalizado que tiene el Gobierno en relación a la cultura. La cultura tendría que ser parte de lo que se debe enseñar en este país y mucho apoyo no hay, empezando por el 21% de IVA que es una barbaridad. Es una forma de ahogar a todos los espectáculos. Solo se hace en España porque en Europa se cobra entre el 5% y el 10%, más o menos. El 21% estrangula y asfixia mucho, sobre todo porque el riesgo que se acomete en el teatro es fortísimo. Se arriesga mucho dinero y se gana muy poco y cuando se gana, y eso no lo quieren ver. Hay cantidad de compañías que han dejado de ser estables y ahora trabajan como pueden. Si bajase el IVA supongo que volverían a florecer muchas iniciativas nuevas.
Ahora todos los jóvenes se plantean salir a Europa a prepararse y es una pena. Está fenomenal que alguien quiera irse, pero por decisión propia, no porque sea una obligación por el hecho de que aquí no haya futuro. Se está hablando de recuperación económica y de la crisis, y yo lo que veo y constato es que los sueldos cada vez son peores. Cuando alguien cobra dinero es realmente cuando puede gastar y si no suben los sueldos será un buen arreglo a corto plazo pero a la larga no habrá gasto dentro del propio país. Cuando haya buenos sueldos se recuperará la seguridad social y la gente gastará más en comprarse ropa, en restaurantes y en otros servicios.
Si cada vez la brecha entre ricos y pobres se va ampliando más y la clase media, que es la que mantiene este país, se la va hundiendo y forzando, a la larga va a ser negativo porque no vamos a consumir y aumentará la peligrosidad social en la calle. Esto último es algo que nadie se está planteando, pero cuando la gente no tenga para comer, ¿qué va a hacer? Es lo que ocurre en los países en los que el hambre empieza a ser un problema de primer orden. Los ciudadanos no pueden salir tranquilamente a la calle porque la gente roba para comer o porque se acostumbra a robar y es su forma de vivir.
No lo quiero poner como que estamos en una situación así, pero sí que estamos abriendo la brecha y nos estamos cargando la clase media, quienes mantienen el país. Por un lado, los ricos hacen lo posible por pagar lo mínimo y por otro, los pobres no pueden pagar porque no tienen. Las grandes empresas, las multinacionales se van de rositas porque tienen un montón de subempresas que legalmente se supone que están bien pero pagan muy pocos impuestos; y nadie está intentando solucionar este problema.
Otras de sus pasiones son la escultura, la escritura, la fotografía... ¿Qué supone para usted compaginar la interpretación con otras manifestaciones artísticas?
A mí me gusta probar muchas cosas, ser creativo. Hay gente que le gusta mucho la contemplación. A mí me gusta leer, pero soy más de escribir, por ejemplo. Me gusta el camino contemplativo pero a me llena ser creativo y por eso toco muchos palos. Es importante encontrar vías o manifestaciones a través de las que uno se pueda expresar. Depende de cada uno y de su forma de ser.
Para terminar, ¿un objetivo para el futuro?
Más que objetivos a mí me parece que la vida es el camino. Todos tenemos objetivos, intenciones y vamos hacia un lado o a hacia otro, pero lo que importa es cómo llegas. Todos los días uno tiene que fregar, hacer la comida... y en esos pequeños detalles es donde uno tiene que ser feliz y chupar de la vida, de su esencia y de su alegría. Son los pequeños detalles de la vida y es ese camino lo que verdaderamente me parece importante. Uno va consiguiendo cosas pero cuando miras atrás no te fijas en eso, sino en lo feliz que has podido ser y en los buenos momentos que has vivido con tus amigos y con tu familia. Eso creo que es más importante que tener grandes objetivos; disfrutar el camino hacia donde vayas.