“La política cultural no es prioritaria para ningún partido”
Con la función de 'Medea' en el Palacio de Festivales de Cantabria, una de las últimas de la gira teatral de la obra, Aitana Sánchez-Gijón irá despidiéndose de la protagonista de la tragedia griega de Eurípides en su versión de Séneca y adaptada por Andrés Lima. Este personaje, uno de los favoritos de su carrera, nos habla de la dicotomía amor-dolor y reflexiona sobre lo más profundo del ser humano, desde un texto de 2.500 años de antigüedad que podría estar escrito antes de ayer. Tras 'Medea', la actriz prepara nuevos proyectos, en los que seguirá reivindicando la importancia de los grandes personajes femeninos.
¿Qué hace a los mitos atractivos para los espectadores de cualquier época?
Como bien decía Jung, la mitología griega es el inconsciente colectivo de una sociedad. También Joseph Campbell, un experto en el tema, abundó en ello y dijo que la representación del mito es algo así como la catarsis colectiva y lo que ahonda realmente en lo más profundo del ser humano. Es el espejo en el que como colectivo nos vemos representados. Están ahí todas las pasiones humanas, todos los dilemas morales, éticos, personales, políticos. Está todo ahí. Y el hecho de que sigamos representándolos 2.500 años después demuestra que todavía nos seguimos mirando en ese espejo.
En 'Medea', la protagonista mata a sus hijos por la desesperación que le causa el desamor de Jasón. Las noticias de sucesos están llenas de Medeas y Jasones…
Es que siguen ocurriéndonos las mismas cosas y seguimos moviéndonos por idénticos impulsos. El ser humano es el mismo desde que apareció en la Tierra. Y aunque la obra nos habla de esos casos tan extremos, no hace falta que una madre mate a sus hijos para que sea una Medea. También podemos identificar comportamientos cercanos y de personas que están en nuestro entorno porque hay Medeas que son madres que utilizan a sus hijos como armas arrojadizas en las relaciones de pareja, ante un despecho, un abandono o una ruptura. Es la identificación del dolor que te lleva a perder la razón y justificar cualquier acto, incluida la venganza, para cometer actos terribles como esos.
Interpretó esta misma obra en el patio de la Biblioteca Menéndez Pelayo de Santander el pasado verano dentro del ciclo 'Noches en la Biblioteca' de la UIMP. ¿Qué tal la experiencia de actuar allí con gente encaramada a los muros, como en el teatro de hace siglos?
Y en las rejas y en los balcones… Fue precioso, la verdad. No me lo esperaba así. Yo lo había visualizado como un lugar más privado, como el claustro de una iglesia… Y de repente me vi ahí como en medio de la plaza pública… Dije: “¡Guau! ¡A ver cómo hacemos!”. Porque también se sumaba la gente que pasaba por la calle, que dices, bueno, van a estar aquí escuchando a una señora dando voces… Y de repente se produjo ese silencio fantástico. Mientras tenía a la gente tan cerca de mí, poder mirarles a los ojos y contarles directamente la tragedia de Medea fue algo increíble. Porque además, la idea inicial, el leitmotiv de ese ciclo es hacer lecturas dramatizadas de textos. Pero yo ya no podía hacer una simple lectura dramatizada porque estoy en un punto en el que no puedo leer en el libreto los párrafos de Medea. A mí me brotan solos. Entonces es una mezcla entre lectura y dramatización real, un poco la encarnación de la Medea que estoy haciendo. Tan bonita fue la experiencia que este viernes pasado me pidieron hacerla aquí en el Teatro del Barrio. Y lo repetí porque le había contado a Andrés Lima lo preciosa que fue la experiencia en Santander y me animó a repetirla. Me tiré a la piscina y salió muy bien también.
¿Después de tantos años de profesión sigue sintiendo el gusanillo antes de salir a escena?
Sí, siempre, siempre, por supuesto. Es la carga de adrenalina absolutamente imprescindible para poder arrancar y más en el umbral de dolor tan alto que tiene esta Medea cuando arrancamos. Porque ella empieza gritando desgarradamente, tan arriba que si no tuviera esa carga y estuviera tan pancha, no podría hacerlo.
¿En qué ha cambiado Aitana Sánchez-Gijón respecto a la joven actriz que se hizo popular con 'Bajarse al moro'?
Pues que la vida ha ido haciendo su trabajo. Y la experiencia, el trabajo, el entrenamiento constante, conocer cada vez mejor tu instrumento y saber sacarle las notas que necesitas, confiar más en él. Pero sobre todo que la vida ha ido cavando…
¿Es cierto el tópico de que no hay papeles interesantes en el cine para mujeres de más de cuarenta?
La verdad es que es un hecho. Yo de repente me encontré a los treinta y cinco cuando acababa de tener a mi bebé que en el primer trabajo que me ofrecieron, que por supuesto acepté (ríe), me pusieron una hija interpretada por una actriz que tenía 27 años. Así que pasé de ser la chica de la película a ser la madre de la chica de la película, pero sin transición. Pasé de ser el objeto de deseo a la madre del objeto de deseo. Hay un tiempo, como un agujero negro entre los 35 y los 55 que no saben muy bien qué hacer con nosotras. Te colocan directamente con hijas no ya adolescentes, sino mayorcitas. Y luego esperan a ver si puedes hacer de abuela porque como tener a una mujer protagonista a los cincuenta años es algo bastante inusual… Pero mira, estoy feliz porque por suerte en octubre me voy a rodar una historia de mujeres que precisamente rondan la cincuentena y somos las tres protagonistas.
¿Se puede contar algo?
Es una comedia con algo de drama que dirige Patricia Ferreira. Con Carmen Machi y Adriana Ozores.
Machi también participa en El Teatro de la Ciudad, la iniciativa de la que forma parte 'Medea'…
¡Sí, claro! Carmen ha hecho Antígona. Lo que pasa es que ellos por cuestión de fechas han tenido que terminar hace un par de semanas en Las Palmas. En este proyecto tres directores, Andrés Lima, Miguel del Arco y Alfredo Santol, se unen para abordar la tragedia. Cada uno elige una: Andrés la Medea, Miguel la Antígona y Alfredo Edipo Rey. Primero hicimos un trabajo común de talleres y durante ocho meses nos dedicamos a investigar sobre el mundo de la tragedia y poco a poco cada uno va enfocándose en la suya y de ahí surge cada espectáculo. Hemos compartido un espacio común, la escenografía en la que han transcurrido las tres tragedias y la raíz de los tres espectáculos es común, aunque luego cada uno ha tenido su propia personalidad y el mundo particular de cada director, lógicamente.
Este sábado se celebran los Goya y usted fue presidenta de la Academia de Cine entre 1999 y 2000. ¿Hay alguna manera de ocupar ese cargo sin llevarse continuos varapalos?
(Ríe). Pues no lo sé… Es una responsabilidad que siempre está llena de maremotos y conflictos y bueno, está bien ser el centro de atención. Significa que importa lo que ocurra en la Academia y en nuestro cine, pero realmente puede llegar a ser bastante ingrato.
Se muestra siempre muy crítica con el tema del IVA cultural. ¿Tiene alguna esperanza de verlo bajar en un futuro próximo?
¡Sí! En cuanto cambie el Gobierno. ¡Claro! Eso y no solo el IVA. Es un factor especialmente dramático pero la política cultural en general. Aunque también he de decirte que en la campaña electoral no he oído a ninguno de los políticos hablar del tema de la Cultura. Pedro Sánchez lo mencionó así de pasada en el debate con Rajoy y esa fue la única referencia a este mundo. La política cultural no es prioritaria para ningún partido. Pero en cualquier caso, espero que haya alguna diferencia.
¿Qué les diría a los siguen pensando que el cine español es un reducto de privilegiados que vive de subvenciones?
Es increíble que a estas alturas haya que seguir hablando de este tema, pero así es… “¿Tú sabes que en mi profesión el 80% de los actores están en paro?”. Eso les diría.
¿Tiene algún papel favorito en su trayectoria?
Pues hay muchos personajes que han sido determinantes para mi crecimiento como actriz. En teatro te podría hablar de 'Las Criadas', de la Maggie de 'La gata sobre el tejado de zinc caliente', de 'La Chunga', de 'Un Dios Salvaje' y de esta Medea sin ninguna duda. Y en cine o en TV, 'La Regenta' fue un hito importante para mí. ¡Y las comedias también! 'Bajarse al moro' o 'Boca a boca'. Porque a pesar de que me encante sufrir haciendo tragedia también me gusta mucho la comedia (ríe).
¿Cómo es esa conexión que se produce con Carmelo Gómez que se nota cuando los vemos actuar juntos?
Carmelo creo que es uno de los mejores actores de este país y trabajar con él es tener la mitad del trabajo hecho. Hemos actuado tantas veces juntos desde tan jóvenes que realmente conocemos muy bien los resortes el uno del otro y a mí me inspira mucho.
Juan Diego y Alicia Hermida fueron dos de sus mentores. ¿Hay algún consejo, alguna enseñanza suyas aún presente para usted?
En los dos, evidentemente. Primero, Alicia, que me cogió muy jovencita. Y su manera de hacernos entrar en los personajes, en las improvisaciones que nos planteaba, verla a ella como actriz recitar a Lorca. La tengo como a mi primera gran maestra y no sé decirte algo específico, pero hay un poso que se me ha quedado de ella. Y de Juan lo mismo, recuerdo con mucho cariño que me fue regalando los tomos completos de Stanislavski. Siempre decía: “Ninguno de nosotros somos imprescindibles. Pero olvídate de eso de la humildad. Tú aquí tienes que estar por derecho. Es verdad que nadie te necesita pero si estás aquí tienes que llevar la cabeza bien alta. Eso de la humildad…”.
Háblenos de sus futuros proyectos, además de ese rodaje en octubre.
Después de Santander, llevamos 'Medea' a Lugo y Cuenca y terminamos con las funciones. Una semana después voy a empezar los ensayos de la obra 'La rosa tatuada' de Tennessee Williams para el Teatro María Guerrero de Madrid, que será dirigida por Carme Portaceli, donde interpreto otro gran personaje femenino. Y luego arranco con la serie 'Velvet' también a finales de este mes.
Así que hay muchas cosas en el panorama.
Muchas cosas, por suerte.