Entrevista

Daniel Muñoz-Espín, biólogo: “Desarrollamos fármacos que alargan un 30% la vida de un ratón, en personas supondría aumentarla hasta los 110 años”

Los lunares de la piel son una acumulación de células senescentes. Células dañadas por el deterioro de la edad o las agresiones que va sufriendo nuestro cuerpo y que no desaparecen, que no se 'suicidan' como el resto. Siguen vivas como zombis en nuestro organismo y se convierten en un peligro. Eliminándolas podemos retrasar la formación de tumores y poner freno al envejecimiento. Esto ha abierto el campo de las senoterapias o terapias antisenescentes que buscan fármacos que permitan eliminarlas.

Un biólogo español, Daniel Muñoz-Espín, experto internacional en senescencia y cáncer, investiga la relación de este fenómeno con el envejecimiento y los procesos oncológicos. Discípulo de Margarita Salas, dirige un grupo de investigación sobre biología celular en el cáncer en el Early Cancer Institute de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) y es codirector del Programa de Cáncer Torácico del CRUK Cambridge Centre. Esta semana ha pasado por las aulas de verano de la Escuela de Biología Molecular de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) de Santander.

El objetivo de sus investigaciones no es vivir mucho más de cien años, sino intentar hacerlo sin enfermedades. Hasta ahora, lo máximo que ha vivido una persona son 122 años y 164 días. La esperanza de vida media ronda los 80 años. En esa búsqueda del cotizado elixir de la juventud se han empezado a desarrollar fármacos que pueden alargar la vida de un ratón un 30%. Para una persona supondría poder llegar hasta los 110 años con mayor calidad de vida. Mientras llegan estos fármacos al mercado –además de una buena genética– hábitos como el deporte o la alimentación saludable ayudan a retrasar el envejecimiento. No funcionan, en cambio, los antioxidantes que –en opinión de Muñoz-Espín– lejos de prevenir los efectos de la edad pueden incluso resultar perjudiciales y promover la aparición de cáncer.

¿Estamos cerca de conseguir el elixir de la juventud?

Estamos posicionados estratégicamente para poder hacer intervenciones que puedan incrementar nuestra calidad de vida y retrasar algunos de los factores que tienen que ver con el envejecimiento y con el desarrollo de enfermedades a una edad avanzada. Lo está facilitando la investigación, que podamos saber a nivel molecular y celular cuáles son esos procesos y factores que predisponen y aceleran el envejecimiento. Esa es la primera herramienta realmente que tenemos ahora mismo para que esto pueda empezar a ser una realidad. Esa imagen exterior que puede ser tener arrugas o una figura que no sea escultural, esa cosmética no tiene nada que ver con lo que estamos buscando, que es un envejecimiento saludable y que podamos protegernos de enfermedades asociadas al envejecimiento que van a aumentar el riesgo de morir.

¿Cuáles son esos factores del envejecimiento?

Hay una serie de señas de identidad del envejecimiento que se conocen bien. Son el daño en el ADN, la disfunción mitocondrial, la inflamación crónica, la alteración del metabolismo o de los niveles de regeneración celular. Y la senescencia, que es el mecanismo en el que trabajo y que se basa en células que están dañadas y que inflaman el tejido. Hay otros mecanismos, pero empezamos a desarrollar fármacos o estrategias experimentales que funcionan en animales y que pueden extender la vida del ratón un 30%, lo cual es una barbaridad. Si la esperanza de vida actual de las personas está por encima de los 80 años de media, sería como aumentarla hasta los 110 años. Pero no es solo eso. Esos ratones tienen mayor calidad de vida porque están protegidos del desarrollo de enfermedades crónicas que es lo que realmente buscamos con estas estrategias. Es decir, funciona en modelos animales de mamíferos como el ratón y se está testando en primates. Es un primer paso para que pueda ser realidad en un futuro.

Se refiere a esa especie de cóctel para el rejuvenecimiento que ha desarrollado una fundación californiana con resultados muy prometedores...

En ese cóctel utilizan cuatro ingredientes para el rejuvenecimiento: rapamicina para reducir la inflamación que acompaña al envejecimiento, la telomerasa para mantener jóvenes las células, una transferencia de células madre para estimular la regeneración y el compuesto senolítico de nuestro laboratorio que se activa en células senescentes (dañadas) y las empuja a que mueran. Es un ensayo que está haciendo en ratones la Longevity Escape Velocity (LEV) Foundation de California. Si se utilizan estas cuatro estrategias por separado no aumenta la supervivencia de los ratones. Pero si utilizan las cuatro juntas aumenta un 30%. Esto nos dice que el envejecimiento es un proceso multifactorial y que probablemente para manipularlo necesitamos modificar diferentes procesos, no solo uno. También hay que tener en cuenta que estos ratones están en un animalario protegido de factores medioambientales, no sabemos qué pasaría si estuviesen en la naturaleza.

La inmortalidad está descartada, aunque existe una especie de medusa eterna.

Si, el Jellyfish, un tipo de medusa. Potencialmente son inmortales porque tienen una fuente de células madres que regeneran todo su organismo y sus tejidos. Bajo las condiciones adecuadas sería un organismo inmortal. Al final mueren por accidentes, por carencia de nutrientes o por una enfermedad y por eso son seres finitos. Pero sabemos que bajo condiciones ideales podrían ser inmortales. Lo interesante de esto es que todos los seres vivos estamos hechos de los mismos componentes. Cabe pensar que si algún tipo de tiburón vive 500 años o 200 como alguna ballena, si manipulamos los factores correctos del envejecimiento podríamos llegar a extender nuestra esperanza de vida y, lo más importante, nuestra calidad de vida.

¿El cáncer es una enfermedad del envejecimiento?

En la mayoría de los casos. Obviamente hay tumores pediátricos, pero sabemos que en la mayoría de las enfermedades oncológicas el conductor más importante surge cuando avanzamos en la edad. Lo podemos ver por simple estadística. Hay algo en la edad y en el envejecimiento de nuestros tejidos que genera esta propensión a que el cáncer se inicie.

Pero cada vez se detectan más casos de cáncer en menores de 50 años, ¿a qué se debe?

Eso nos indica que hay unos factores ambientales, muchos de ellos desconocidos, que tenemos que identificar, que promueven que aumenten los casos de cáncer por debajo de esa edad. Se tiene evidencia de que la dieta tiene mucha importancia en cáncer de hígado o de ovario, como la polución en personas con cáncer de pulmón que no han fumado nunca. Hay otros tipos de tumores que se pueden relacionar con la obesidad como factor de riesgo y otros que tenemos que identificar como la exposición a algunos componentes de materiales como el plástico.  

Tenemos una serie de dogmas basados en nuestra experiencia que a veces limita el avance la ciencia. Tenemos que romperlos para liberarnos de prejuicios científicos

Afirma que el problema de los seres humanos es el antropocentrismo, ¿en qué sentido?

Tenemos una serie de dogmas basados en nuestra experiencia que a veces limita el avance la ciencia. Tenemos que romperlos para liberarnos de prejuicios científicos. Está el ejemplo de Copérnico cuando expresó por primera vez que la Tierra no era el centro del universo y tuvo a todo el mundo en contra. Ha pasado múltiples veces en la ciencia. Cuando en los años sesenta Leonard Hayflick descubrió la senescencia [células dañadas], el dogma hasta ese momento era que las células podían crecer de manera indefinida y tuvo la paciencia de cultivarlas y darles 50 pases. Se dio cuenta de que llegó un momento en que se paraban y no se dividían más. Le costó mucho publicar ese trabajo porque estaba rompiendo un dogma. A eso me refiero. En la ciencia tenemos que tener una mente abierta y creativa para generar avances más rápidos, sin limitaciones.

¿Podemos hablar de envejecimiento programado en las personas?

¿Está nuestro organismo programado para envejecer? ¿Por qué un caballo puede vivir 40 años, un ser humano 80 y un ratón dos o tres? Programado es, por ejemplo, lo que ocurre durante el desarrollo embrionario. Cuando somos padres lo vamos siguiendo semana a semana. Es algo programado que está en nuestros genes. ¿Nuestro organismo está programado para envejecer? Si es así, manipular algo programado es realmente difícil, es remar a contracorriente. Es un tema muy controvertido que no tiene respuesta clara en la comunidad científica. A día de hoy, y en mi opinión, no hay una evidencia clara de que esté programado, ni en el ser humano ni en otras especies. La evidencia es quizá la contraria, que todos los procesos celulares que tenemos están hechos para perpetuarnos y para defendernos del medio ambiente y del daño que recibimos día a día. Tenemos nuestro sistema inmune que nos protege de virus y bacterias, tenemos procesos celulares como la autofagia para reciclar nuestras células, tenemos la senescencia para que cuando una célula esté dañada pare su actividad de forma permanente y que ese daño no se expanda, y muchos otros mecanismos que nos protegen de los cambios en el medio ambiente. Que nosotros vivamos más que otras especies viene definido por lo robusto que es nuestro genoma y nuestro epigenoma, y por la capacidad que tenemos de responder al daño y al estrés al que estamos expuestos. Diría que es un concepto de diseño, de cómo de eficiente ha sido nuestro diseño.

¿Se está aplicando ya algún resultado de las investigaciones sobre estas células senescentes?

En los últimos diez años ha habido estudios muy prometedores, hemos visto que con el envejecimiento acumulamos daños en nuestros tejidos, células senescentes que causan inflamación crónica y que pueden provocar que progresen de manera más acusada diferentes enfermedades del envejecimiento. Si es en el cerebro, enfermedades neurológicas como el Alzheimer o el Parkinson, fibrosis en los pulmones o en riñón, diabetes, enfermedades de los músculos, artrosis, artritis, arteroesclerosis… todo depende del órgano en el que se acumule. Con modelos animales, cuando eliminas estas células senescentes todas estas patologías del envejecimiento mejoran significativamente o incluso se revierten. Eso ha abierto el campo de las senoterapias o terapias antisenescentes. El éxito de estos modelos preclínicos en ratones ha hecho que muchos laboratorios farmacéuticos y startups se hayan lanzado a buscar fármacos senolíticos que permitan eliminar estas células de manera dirigida. La quimioterapia y la radioterapia dañan células que entran en senescencia, incluso en tejidos alejados de este tumor. Por eso se está intentando combinar terapias contra el cáncer con fármacos senolíticos para eliminar las células dañadas que pueden promover la progresión más agresiva del tumor. La resistencia a terapias que puede derivar en una metástasis, por ejemplo.

¿Cómo influye la genética en el envejecimiento?

El envejecimiento es un factor genético. Hay excepciones, pero los hijos y nietos de personas centenarias suelen vivir también muchos años. Hay factores genéticos que se heredan. De hecho, en los años 90 ya se experimentó con gusanos y se vio que modificando un gen se podía aumentar la longevidad, se ha visto también en ratones. Ahora mismo es impensable por motivos éticos y se requeriría una regulación, pero tenemos herramientas tecnológicas que permiten la edición del genoma y abren la posibilidad a modificaciones genéticas que nos protejan de enfermedades en el futuro. Es una cuestión muy controvertida. Como todos los avances tecnológicos se puede utilizar bien o mal.

Entre los hábitos para prevenir el envejecimiento se habla del consumo de antioxidantes. ¿Tiene fundamento científico?

Los antioxidantes no funcionan y podrían promover el cáncer. Por ejemplo, sobre la vitamina E se hizo un estudio clínico con más de 30.000 varones mayores de 50 años y hubo que suspenderlo porque empezaron a desarrollar cáncer de próstata. Se ha visto que hay algunos antioxidantes y vitaminas que en ratones pueden promover células tumorales. Por eso se tiene que tener cuidado con este tipo de estrategias. Sí es beneficioso el ejercicio, la dieta saludable y se tiene evidencia de que el ayuno intermitente protege de las enfermedades del envejecimiento. La restricción calórica protege de enfermedades cardiovasculares, neurológicas e inflamatorias, de la resistencia a la insulina, proporciona un mayor tono muscular y alarga la esperanza de vida. Se tiene evidencia de que funciona en ratones y en primates. Como sociedad tenemos demasiado acceso a comida de muchas calorías, azúcares y grasas con un consumo constante. Las células necesitan dormir, apagar su metabolismo. Si comemos constantemente el desgaste genera una inflamación que se acumula con el paso de los años. No importa tanto que comamos algo más o menos calórico o saludable, sino que le demos tiempo a las células para que apaguen su metabolismo, que puedan dormir. Para eso se estima que necesitamos dejar de comer durante entre 12 y 16 horas, pero habría que hacerlo con un nutricionista.

¿En el futuro vivirán más y más sanos quienes puedan pagarlo, los que tengan más dinero? Por supuesto, pero no solo en el futuro. En el pasado y ahora. Lo vemos por el acceso a la sanidad, por eso es tan importante la sanidad pública de calidad y universal. No hace falta ir a terapias futuristas y sofisticadas

¿La terapia de rejuvenecimiento de la sangre puede considerarse como otro presunto elixir de juventud?

Es simplemente un modelo experimental en ratones que se ha hecho en Estados Unidos. Mejora las funciones de casi todos sus órganos. Lo que se sabe es que hay factores en la sangre que deben favorecer esas funciones en un organismo envejecido y estamos empezando a identificar cuáles pueden ser. Lo que sí sabemos es que nuestros órganos envejecen a distintos ritmos. Aunque una persona tenga 60 años puede tener un corazón de 70 o un hígado de 40. Se está intentando conocer qué factores hay en la sangre con un fenotipo envejecido o más rejuvenecido y cómo se relaciona con la edad biológica de nuestros órganos. De cualquier modo cuando se habla de terapias contra el envejecimiento, estudios genéticos, nuevos fármacos o simplemente del acceso a la sanidad y la prevención surge una reflexión, ¿en el futuro vivirán más y más sanos quienes puedan pagarlo, los que tengan más dinero? Por supuesto, pero no solo en el futuro. En el pasado y ahora. Lo vemos por el acceso a la sanidad, por eso es tan importante la sanidad pública de calidad y universal. No hace falta ir a terapias futuristas y sofisticadas. No solo la sanidad, sino el acceso a una vivienda que proteja de condiciones medioambientales, acceso a la comida sana y de calidad. Si aumentamos la esperanza de vida tenemos que pensar qué vamos a hacer con una población mundial que está creciendo a un ritmo preocupante. Hay más de ocho mil millones de personas en el mundo y las proyecciones es que a finales del siglo una de cada tres o cuatro personas, dependiendo de las previsiones más o menos optimistas, serán mayores de 65 años. Solo una persona de cada 20 menor de 5.

¿Está relacionado este fenómeno con el debilitamiento del sistema público de salud del que se quejan los sanitarios?

Es una realidad que en España se ha degradado el sistema de sanidad pública y que hay una emergente sanidad privada a la cual no tiene acceso todo el mundo. No es el escenario ideal. En países como Estados Unidos toda la sanidad está privatizada y eso genera unas diferencias sociales brutales.

Con frecuencia vemos a personas con alto poder adquisitivo que optan por tratamientos oncológicos en hospitales de referencia en el extranjero o en clínicas privadas españolas de renombre. ¿La sanidad pública española ofrece a los pacientes los tratamientos oncológicos más avanzados?

En la sanidad pública seguimos teniendo los mejores médicos y personal sanitario. Lo que es muy preocupante es que muchos de ellos están emigrando a otros países porque ven más oportunidades. Hay una fuga de cerebros por las condiciones de trabajo y de promoción. No ven un futuro. Tenemos que plantearnos por qué ocurre eso, poner más medios para que la sanidad y la investigación española sean suficientemente atractivas. No solo para retener a los mejores y a los jóvenes en formación sino para que sea atractiva para los médicos e investigadores de fuera, poder reclutar a los mejores médicos alemanes o del Reino Unido.

Usted también emigró a Reino Unido y ha desarrollado su carrera investigadora en Cambridge...

El Gobierno de España a base de formación y becas gastó unos recursos importantes en mi formación y al final, en mi caso y en otros, estamos ejerciendo nuestra función en otros países que se están beneficiando de la formación que hemos tenido como profesionales. Yo vi una serie de oportunidades que mi propio país no me daba. Hay que estimular esa inversión, pero también es un tema cultural no solo de los gestores políticos. Los ciudadanos tienen una parte de responsabilidad y deben exigir a sus gobiernos que inviertan más en ciencia, sanidad, tecnología y educación. Cuando llegué a Reino Unido vi que la gente es más proactiva a nivel de donaciones. Cuando haces la compra puedes tener la opción de donar aunque sea media libra para investigación o educación.

Apela a la sociedad ahora que precisamente surgen negacionistas del cambio climático que cuestionan a los científicos, por ejemplo.

Es muy preocupante por ejemplo lo que pasó en la pandemia con los antivacunas. La mejor arma que tenemos es la educación. Los ciudadanos deberían reflexionar sobre todo lo que tenemos que agradecer a la ciencia que en un tiempo récord hicimos un esfuerzo en la pandemia que ha repercutido en salvar muchas vidas. Si la gente está formada es más difícil que luego caiga en estos movimientos negacionistas.

¿Le gustaría volver a España a formar un equipo investigador?

Por supuesto. En la ciencia y en la vida en general no es bueno cerrar nunca puertas. Me gustaría volver a mi país y tener más oportunidades de las que tuve en su momento, y poder imitar a mis maestros porque soy discípulo de Margarita Salas, que en su momento se fue a Nueva York con Severo Ochoa y Eladio Viñuela y después volvieron. Ellos fueron los pioneros de la biología molecular en España. Margarita ha sido mi madre científica, le estoy muy agradecido, como a Manuel Serrano, mi padre científico, que también fue su discípulo y se fue con ella a Estados Unidos.