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Los guerrilleros que vinieron de Francia: La caída de la Brigada Pasionaria

El 27 de marzo de 1946 a la entrada del desfiladero de La Hermida el autobús de línea que iba en dirección a Unquera se detuvo al encontrarse con un destacamento de la Guardia Civil que acababa de abatir a dos guerrilleros. Los cuerpos permanecían tapados en la cuneta de la carretera. Camilo Alonso Vega, entonces director general de la Guardia Civil pistola en mano, exigió al conductor que reanudara la marcha.

La foto que acompaña este texto está tomada aproximadamente a medio kilómetro en línea recta del lugar en el que sucedieron los hechos descritos. En el entorno del Cementerio de Castro de Cillorigo ninguna placa o señal indica los nombres, ni el lugar en donde los cuerpos fueron enterrados. Solo a través de la memoria se ha conservado la ubicación de la sepultura.

Con el término se hace referencia a los guerrilleros que desde 1944 cruzaron la frontera para luchar contra la dictadura franquista. Así es como se llamaba en Francia a los hombres y mujeres que contribuyeron a liberar ese país de la invasión nazi. Miles de exiliados republicanos españoles se integraron en el maquis o en el Ejército de Liberación. El régimen franquista utilizó el término como sinónimo de bandolero, tal y como lo recogía el teniente coronel Francisco Aguado en su libro 'Maquis en España' (“En buen castellano, el bandolerismo no es sino delincuencia en cuadrilla”) negándoles la intencionalidad política de derribar al franquismo.

Así mismo, el franquismo insistía en la idea de que eran elementos que venían del extranjero a romper la paz de la victoria, tal como afirmaba el fiscal que llevó la acusación contra los enlaces del 'Cariñoso'. De ese modo se publicaba en el Diario Alerta el 16 de enero de 1941 (las partidas de guerrilleros “fueron fomentadas por los que se vendieron al extranjero”).

En el bando contrario, el Partido Comunista, principal impulsor del movimiento guerrillero de los años cuarenta, intentó que se generalizara el término para definir a todo grupo de guerrilleros que actuaba en España, lo cual suponía equipararlo al resto de movimientos de resistencia que en Europa estaban luchado contra el fascismo y el nazismo, pretendiendo de ese modo forzar a los Aliados a asumir su compromiso de derrocar a todos los regímenes cercanos a Hitler y Mussolini.

Los dos guerrilleros o maquis muertos pertenecían a la Brigada Pasionaria que el 24 de febrero se había concentrado en Sant Jean Pied de Port (Francia). Su misión era reforzar al Comité Regional del PCE en Asturias con el objeto de proporcionar una mayor capacidad de combate a la guerrilla asturiana. Esta, ya en octubre de 1945, había sido reforzado con el denominado Grupo Guerrillero Asturias I, formado por siete miembros. En enero fracasó el intento de llevar un nuevo grupo por mar desde San Juan de Luz, con la intención de desembarcar en Lastres.

La Brigada Pasionaria fue pertrechada con abundante propaganda y armamento, incluso explosivos, y dos uniformes de la Guardia Civil. Sus miembros habían participado activamente en la liberación de Francia y en la invasión del Valle de Arán de 1944, porque su lucha en el país vecino contra el nazismo era la antesala para liberar a España del yugo franquista. Según diferentes fuentes, el grupo estaba formado por un número de entre 40 y 48 hombres.

La noche del 25 de febrero atravesaron la frontera por encima del puerto de Valcarlos, cercano a Roncesvalles. A pie llegaron hasta Noaín el día 28. Se disfrazaron de guardias civiles, secuestraron dos camiones que llevaban pescado, y con ellos tomaron dirección hacia Puente La Reina, Logroño, Soncillo, llegando hasta las estribaciones del puerto del Escudo, donde se les acabó el combustible.

A partir de aquí continuaron la ruta a pie, haciendo frente a la nieve que cubría el terreno. En el alto del puerto del Escudo la Brigada se dispersó en grupos de entre siete y diez guerrilleros, para intentar pasar más desapercibidos. No tuvieron la precaución de inutilizar los camiones, lo cual permitió que uno de los chóferes se personase en el cuartelillo de Ontaneda a dar parte, gracias a que tenía una lata con gasolina de reserva. Se movilizaron todos los guardias civiles disponibles de las comandancias de Burgos, Santander, Bilbao y Gijón, así como algunos refuerzos de la Academia Regional de Torrelavega.

El primer encuentro se produjo el 3 de marzo en el valle de Luena, y al finalizar el día 4 ya se habían producido 23 bajas en la Brigada. El día 5, el periódico oficial del Movimiento en Santander, el Diario Alerta, recogía en portada una foto del gobernador provincial con el siguiente pie de foto: “El jefe provincial gobernador civil oyendo el relato de un grupo de los milicianos rojos capturados por la fuerza pública en las cercanías del Escudo”.

El 8 de marzo cayó una fuerte nevada, lo que paralizó la búsqueda y la Guardia Civil reforzó los puestos de Liébana para bloquear el paso de los guerrilleros hacia Asturias. Los guerrilleros tenían como referencia la línea de alta tensión que la Electra de Viesgo había instalado entre la cuenca minera asturiana y Bilbao, la cual pasaba por Urdón. Por esa razón los supervivientes se dirigieron hacia esa zona.

Tres días después, al mediodía, una patrulla de la Guardia Civil divisó a un “bandolero” (sic) en las cercanías. Caída la noche se produjo una refriega, que tuvo como resultado la muerte de un guardia civil y la huida del guerrillero. El 14 de marzo, en las cercanías de Tielve, José Palomo Santa María fue abatido. La Guardia Civil suponía que era el autor de los disparos que causaron la muerte del agente.

Los dos guerrilleros muertos a los que se hacía mención al inicio pertenecían a uno de los grupos de la Brigada, que se desvió por error hacia Arija cuando se dispersaron. Desde allí cruzaron a Liébana por la montaña palentina, lo que les permitió eludir los primeros encuentros con la Guardia Civil.

Aquella madrugada del 27 de marzo quedaban seis, habían perdido el contacto con un compañero tras los enfrentamientos que habían tenido los días anteriores. Pretendían pasar por el puente viejo de Castro Cillorigo hacia los Picos de Europa para continuar su marcha hacia Asturias. La Guardia Civil les estaba esperando. Cuatro sobrevivieron al encuentro y consiguieron pasar hacia los puertos de Bejes y Tresviso, donde fueron localizados y acogidos por miembros de la Brigada Machado.

Los guerrilleros heridos permanecieron internados en el Hospital de Valdecilla. Entre ellos estaba Gabriel Pérez, comandante de la expedición, partícipe de la invasión del valle de Arán, miembro de las Fuerzas Francesas del Interior y condecorado por su participación en la batalla de la Madeleine. La Agrupación Guerrillera de Santander, al conocer la noticia, preparó la fuga, pero Gabriel tuvo dudas y esto impidió su rescate. A los pocos días ingresó en prisión a la espera de ser juzgado.

No se ha podido determinar el número total de miembros de la Brigada Pasionaria, pero a finales de marzo de 1946 había 27 guerrilleros encarcelados, ocho murieron en los enfrentamientos, cuatro fueron recogidos por la Brigada Machado y de tres de ellos se tiene referencia de que consiguieron continuar hacia Asturias.

El juicio a los miembros de la Brigada Pasionaria tuvo lugar el 16 de febrero de 1948. No se permitió que la defensa corriera a cargo de un abogado civil. Gabriel Pérez, Jerónimo Argumosa, Feliciano Santa María, Juan Rivero y Francisco Rodríguez fueron fusilados el 30 de abril de 1948 y enterrados en una fosa común del cementerio de Ciriego. El resto de miembros de la Brigada Pasionaria fueron condenados a penas entre 12 y 30 años de cárcel.

El 27 de marzo de 1946 a la entrada del desfiladero de La Hermida el autobús de línea que iba en dirección a Unquera se detuvo al encontrarse con un destacamento de la Guardia Civil que acababa de abatir a dos guerrilleros. Los cuerpos permanecían tapados en la cuneta de la carretera. Camilo Alonso Vega, entonces director general de la Guardia Civil pistola en mano, exigió al conductor que reanudara la marcha.

La foto que acompaña este texto está tomada aproximadamente a medio kilómetro en línea recta del lugar en el que sucedieron los hechos descritos. En el entorno del Cementerio de Castro de Cillorigo ninguna placa o señal indica los nombres, ni el lugar en donde los cuerpos fueron enterrados. Solo a través de la memoria se ha conservado la ubicación de la sepultura.