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Por África y por ti

Si les tarareo La Marsellesa seguro que no tardan en reconocer sus acordes aunque sabe dios que no tengo precisamente la voz de mi tocayo malagueño. Igual, si uno de ustedes se arranca, hasta lo chapureamos entre todos:

Algo parecido a: “Adelante, hijos de la Patria, el día de la gloria ha llegado. Contra nosotros eleva la tiranía su sangriento estandarte…”.

Me gusta, no lo niego, quizá con el Fratelli d’Italia o el Deutschland über alles son mis favoritos. Pero La Marsellesa tiene un algo de todos los demás, una llamada al coraje, a la hermandad, a derrocar a la tiranía que los demás esbozan pero solamente el himno francés plasma en toda su grandeza. Por ese motivo, escucharla estos días tenía mucho sentido. Desde los aficionados que salían del estadio de Saint Denis cantando con la voz entrecortada por el miedo, hasta el pianista que la interpretó junto a la sala Bataclán al día siguiente de los funestos atentados, este torrente de música y palabras han emocionado al mundo. Más allá del himno de un país, ha pasado a convertirse en un grito contra el horror y en favor de la libertad, con el mismo sentido con el que nació en 1792 de la partitura de Rouget de Lisle.

Pero si les tarareo la siguiente canción, inluso aunque les escriba aquí la primera estrofa, me temo que difícilmente la van a reconocer:

¿A que no les suena? Se lo traduzco, pero van a seguir casi a oscuras: “A tu llamada, Malí, por tu prosperidad, fieles a tu destino, estaremos todos unidos. Un pueblo, una meta, una fe, por una África unida. Si el enemigo descubre su frente en el interior o fuera permaneceremos en las murallas dispuestos a morir”.

Sí, es el himno de Mali y he tenido que buscarlo un buen rato en internet porque no lo he conseguido escuchar en ningún informativo de televisión. Después de 22 rehenes muertos, muchos de ellos extranjeros, pero también algunos malienses, tanto clientes como empleados del hotel Radison, bien podríamos derramar una lágrima al menos por este país africano.

No se ustedes, pero yo he echado de menos cierta solidaridad occidental con los muertos de Bamako, como si esas heridas nos doliesen menos, como si los colores de su bandera (verde, amarillo y rojo) no mereciesen iluminar el estadio de Wembley o la Estatua de la Libertad.

Sé que bastante tenemos con lo nuestro, que otras siete personas han sido asesinadas por Boko Haram en Camerún el sábado y ni siquiera les busco el himno de ese país, pero si Occidente se preocupa solo de su propia sangre, no dejará de derramarla. Todos somos París, sí, ¿pero Bamako? ¿Ninguno somos Bamako?

Si les tarareo La Marsellesa seguro que no tardan en reconocer sus acordes aunque sabe dios que no tengo precisamente la voz de mi tocayo malagueño. Igual, si uno de ustedes se arranca, hasta lo chapureamos entre todos:

Algo parecido a: “Adelante, hijos de la Patria, el día de la gloria ha llegado. Contra nosotros eleva la tiranía su sangriento estandarte…”.