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La amapola alta y la Reina de Corazones
Es lo que tienen los procesos de voladura incontrolada: uno sale de casa y no sabe si a la vuelta va a tener casa. Así se ha vivido estos días el proceso de inmolación socialista que, como a los chicos malos, le han dado un capón en la cabeza del secretario general para devolver al redil a un partido que, haga lo que haga ahora, ya no va a ser el mismo, por no decir que 'no va a ser'. No ha sido la única víctima Pedro Sánchez. Hay otras dos, al menos: Madina, la otrora esperanza de la izquierda del partido, que volverá al escaño sin plumas y como pollo deshuesado; y Rubalcaba, cuyo actividad en primera línea estaba amortizada, pero no su prestigio: ahora sabemos cuál es el significado de la palabra España y el alcance del sentido de Estado que tienen algunos notables del socialismo. De Felipe González ya no caben sorpresas y su apelación a 'las cosas que hicimos en el País Vasco' pone los pelos como escarpias no porque sorprendan ya a nadie, sino por el descaro con que se dicen. Pero Felipe ya no decepciona. Lo hizo hace varias décadas.
Estos días me he acordado de muchas cosas. De 'Todos los hombres del rey', la historia de un candidato político, un hombre de paja que es defenestrado cuando comete el crimen de lesa humanidad de tener ideas propias. O de Diana de Gales, quien concedió una entrevista a la BBC y confesó que su matrimonio era de tres y que así no había manera. Es lo que tiene ser princesa en una monarquía y lo que tiene dirigir un partido del sistema: cuando uno se sale del guion te cortan la cabeza. Este fue precisamente el consejo que le dio Tresíbulo de Mileto cuando le consultó Periandro cómo hacer más segura la ciudad que regía o el que le dio el rey romano Tarquinio El Orgulloso a su hijo Sexto Tarquinio cuando este quería gobernar la ciudad de Gabii:
El consejo era matar a los ciudadanos más prominentes, algo que Periandro y Sexto Tarquino pillaron a la primera y pusieron en práctica con entusiasmo. La historia, como verán, es un chiste perverso que se repite hasta la saciedad.
Este 'precepto' ha derivado hoy en día a lo que se conoce como síndrome de alta exposición (o de la amapola alta) y habla de cómo en una sociedad las personas más destacadas reciben ataques y son odiadas por los demás ya que sus méritos los sitúan por encima.
No creo que Pedro Sánchez sea una persona con unas cualidades excepcionales. Lo que le ha convertido en una amapola alta es su negativa a ser un hombre 'razonable', es decir, manejable. Cuando ha adquirido 'ideas propias' y se ha enrocado en el 'no' a Mariano Rajoy, cuando se ha resistido a ser un lacayo del poder económico, que es de lo que estamos hablando, ha durado menos que un dulce a la puerta de un colegio.
Si antes había dos PSOE, el que estaba en la oposición y el que gobernaba, ahora hay tres: el que gobierna, arrogante; el que está en la oposición, de rostro amable; y el que ni gobierna ni está en la oposición, que es como no ser ni estar. Al PSOE solo le falta estar dirigido por un Consejo de Administración.
El PSOE, partido de alternancia en el poder con el PP, tenía en la cama a un tercero y este ha acabado desalojándolo. Es lo que tienen los tríos, que acaban convirtiéndose en un sinvivir como relataba Diana de Gales ante las cámaras. Claro que esta tuvo que lidiar con Camilla Parker Bowles no con el sistema financiero.
No hay que engañarse: en este sainete en palacio el punto de mira no está en el socialismo, sino en Podemos. 'Podemos delenda est', aunque Rajoy no tenga las dotes oratorias de un Cicerón. Es Podemos la auténtica bestia negra que hay que arrinconar, de tal modo que quien se acerque a él o contemporice con él acabará descabezado, cual amapola alta, por la Reina de Corazones.
Tal es la determinación que el engranaje político-económico no ha dudado en laminar a un partido que en el fondo es uno de los suyos. Pero no hay titubeos cuando un partido perjudica los negocios y dificulta que España sea un País de las Maravillas para vivir de la política y hacer negocios con la política. Ahora, quienes viven de hacer negocio con la casa común, se toman en serio a Podemos, otra cosa es lo que haga Podemos, que talento no le falta para equivocarse.
Es lo que tienen los procesos de voladura incontrolada: uno sale de casa y no sabe si a la vuelta va a tener casa. Así se ha vivido estos días el proceso de inmolación socialista que, como a los chicos malos, le han dado un capón en la cabeza del secretario general para devolver al redil a un partido que, haga lo que haga ahora, ya no va a ser el mismo, por no decir que 'no va a ser'. No ha sido la única víctima Pedro Sánchez. Hay otras dos, al menos: Madina, la otrora esperanza de la izquierda del partido, que volverá al escaño sin plumas y como pollo deshuesado; y Rubalcaba, cuyo actividad en primera línea estaba amortizada, pero no su prestigio: ahora sabemos cuál es el significado de la palabra España y el alcance del sentido de Estado que tienen algunos notables del socialismo. De Felipe González ya no caben sorpresas y su apelación a 'las cosas que hicimos en el País Vasco' pone los pelos como escarpias no porque sorprendan ya a nadie, sino por el descaro con que se dicen. Pero Felipe ya no decepciona. Lo hizo hace varias décadas.
Estos días me he acordado de muchas cosas. De 'Todos los hombres del rey', la historia de un candidato político, un hombre de paja que es defenestrado cuando comete el crimen de lesa humanidad de tener ideas propias. O de Diana de Gales, quien concedió una entrevista a la BBC y confesó que su matrimonio era de tres y que así no había manera. Es lo que tiene ser princesa en una monarquía y lo que tiene dirigir un partido del sistema: cuando uno se sale del guion te cortan la cabeza. Este fue precisamente el consejo que le dio Tresíbulo de Mileto cuando le consultó Periandro cómo hacer más segura la ciudad que regía o el que le dio el rey romano Tarquinio El Orgulloso a su hijo Sexto Tarquinio cuando este quería gobernar la ciudad de Gabii: