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Auschwitz en el mar
El pasado agosto, cuando la fosa común del Mediterráneo estaba a pleno rendimiento, el filósofo y artista Franco Berardi, Bifo, presentaba para el 14 Documenta de Kassel una pieza titulada 'Auschwitz en la playa', basada en un poema suyo con el mismo título. Sospechosamente, grupos judíos y autoridades como Boris Rhein, ministro de Cultura del estado alemán de Hesse, donde se encuentra Kassel, consideraron que comparar el Holocausto con el trato inhumano que se está dispensando a los refugiados podría suponer una relativización de la “Solución Final” nazi. Este “cuidado con lo mío”, amén de ser una falta de conocimiento de las reflexiones acerca del totalitarismo y su carácter de resultado histórico y no de hecho inédito, me escalofría ligeramente.
“No se puede permitir ninguna comparación con el Holocausto, ya que los crímenes de los nazis fueron únicos”, escribió Rhein en The New York Times, y a la tesis se abonaron diversos grupos, como el Centro Simón Wiesenthal, lobby judío que realiza una loable tarea contra el antisemitismo pero emplea sospechosas argucias para silenciar las denuncias de los crímenes del Estado de Israel como la campaña 'Boicot, desinversiones y sanciones (BDS)'. Resultado: en lugar de presentar su obra como instalación y actuación dentro de la exposición principal, tal y como se había planeado originalmente, el 24 de agosto, Berardi realizó un debate público de la crisis de refugiados como parte de la serie de programas públicos del Documenta, en la que leyó el poema que daba título a la pieza.
Bifo trató de formar parte, en 2015, de DIEM25, un movimiento paneuropeo, con Yanis Varoufakis como cabeza visible, con el objetivo de democratizar profundamente Europa por fuera de los mandatos financieros sin alma ni visión de futuro. Sin embargo, un año después, ante la vergüenza y el dolor de comprobar la reacción europea ante la crisis de los refugiados, ya no pudo más y dejó DIEM25 con estas palabras: “Nuestro proyecto de restablecer la democracia en Europa es un equívoco: esa posibilidad no existe. Hablar y pensar en una Europa democrática es un oxímoron, ya que Europa es el corazón de la dictadura financiera en el mundo. Una Europa pacífica es otro oxímoron, ya que Europa es el núcleo central de la guerra, el racismo y la agresividad. Hemos confiado en que Europa podría superar su historia de violencia, pero debemos reconocer la verdad: Europa no es otra cosa que una suma combinada de nacionalismo, colonialismo, capitalismo y fascismo”.
Estoy con Bifo, cómo no estarlo: antes me avergonzaba la Unión Europea, pero empiezo a estar al borde de exiliarme de la misma Europa. No entiendo cómo es posible que conozcamos a diario lo que sucede en el Mediterráneo sin apenas reaccionar, que sepamos que las migraciones son consecuencia directa de las guerras provocadas por siglos de colonialismo y nos engañemos viviéndolas como un fenómeno ajeno, que estemos al tanto de que se están construyendo campos de concentración en Europa y pagando a Turquía o Libia el trabajo sucio sin rechistar, que permitamos que las organizaciones no gubernamentales que rescatan a la gente en el mar sean criminalizadas y reprimidas.
Acabamos de saber que a Proactiva Open Arms salvar vidas puede costarle más de tres millones de euros: 15.000 por cada uno de los 218 migrantes que desembarcó en Sicilia el pasado 17 de marzo. El capitán del barco y la jefa de misión podrían incluso entrar en prisión hasta tres años, acusados de favorecen la inmigración ilegal. 59.000 personas han rescatado durante los más de dos años: así se les paga. Al tiempo, al Aquarius, gestionado por las ONG SOS Mediterranee y Médicos Sin Fronteras, y dedicado al rescate de migrantes frente a la costa de Libia, las autoridades europeas le han impedido el rescate de un centenar de personas. Al parecer, la operación había sido transferida a Libia: como no llegaba nadie a ayudar, les permitieron lanzar chalecos salvavidas y encargarse de varias mujeres embarazadas, doce niños menores de diez años y un bebé con una semana escasa de vida. Qué generosos.
Hoy cualquiera se permite tacharte sin empacho de “buenista” por considerar que, sencillamente, ningún ser humano debe morir por buscar una vida mejor, que ningún ser humano puede ser considerado ilegal. Entre el “Yo no soy racista pero” y el “Sálvese quien pueda” triunfa un, por omisión del deber de socorro, “los ciudadanos primero”. Recordemos, por ejemplo, la discusión sobre los contenedores quemados cuando acababa de morir Mmame Mbaye. Eso, ya lo siento, es propio de un civismo tan ciego como desalmado.
Pero no es buenismo, no. Es más bien que nos encontramos, con este tema, ante una decisión civilizatoria: o es un valor primero la protección de vidas humanas, invertir ante todo en que sean dignas de ser vividas, o importa más el bienestar de los agraciados por el capitalismo neoliberal. Sólo después de decidir si asumimos o no convertir en vidas de segunda o tercera las de las personas que migran por necesidad pueden venir los cálculos. Pero, de momento, como sociedad, somos calculadoras inhumanas, y esa inhumanidad que deshumaniza al otro es propia del nazismo.
Desconozco qué pensaría de lo que voy a decir el centro Wiesenthal, pero espero que ande ocupado en explicar el asesinato por parte del ejército israelí de 16 palestinos y las heridas infringidas a cientos. Se habla de tiros por la espalda. En fin, a lo que iba: no tengo ninguna duda de que el comportamiento de la Europa actual es nazismo o totalitarismo neoliberal, ni de que haya en marcha una Solución Final de la que parecemos no querer darnos cuenta. Los están asesinando. Auschwitz en la playa, Auschwitz en el mar.
El pasado agosto, cuando la fosa común del Mediterráneo estaba a pleno rendimiento, el filósofo y artista Franco Berardi, Bifo, presentaba para el 14 Documenta de Kassel una pieza titulada 'Auschwitz en la playa', basada en un poema suyo con el mismo título. Sospechosamente, grupos judíos y autoridades como Boris Rhein, ministro de Cultura del estado alemán de Hesse, donde se encuentra Kassel, consideraron que comparar el Holocausto con el trato inhumano que se está dispensando a los refugiados podría suponer una relativización de la “Solución Final” nazi. Este “cuidado con lo mío”, amén de ser una falta de conocimiento de las reflexiones acerca del totalitarismo y su carácter de resultado histórico y no de hecho inédito, me escalofría ligeramente.
“No se puede permitir ninguna comparación con el Holocausto, ya que los crímenes de los nazis fueron únicos”, escribió Rhein en The New York Times, y a la tesis se abonaron diversos grupos, como el Centro Simón Wiesenthal, lobby judío que realiza una loable tarea contra el antisemitismo pero emplea sospechosas argucias para silenciar las denuncias de los crímenes del Estado de Israel como la campaña 'Boicot, desinversiones y sanciones (BDS)'. Resultado: en lugar de presentar su obra como instalación y actuación dentro de la exposición principal, tal y como se había planeado originalmente, el 24 de agosto, Berardi realizó un debate público de la crisis de refugiados como parte de la serie de programas públicos del Documenta, en la que leyó el poema que daba título a la pieza.