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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera
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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

¿Cómo es tu cesta de la compra?

Finca agroecológica de alta montaña.

María Montesino

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"No ha sido, pues, el Estado, sino el binomio Estado-empresa capitalista, el principal responsable de las agresiones medioambientales. Pues tales agresiones encuentran un sólido soporte en la conjunción de esas dos instituciones cortadas por el mismo patrón organizativo -jerárquico y centralizado, burocrático y coercitivo- que se atiene al principio de que el fin justifica los medios. Ambas buscan acrecentar su poder o su riqueza a costa del entorno en el que se desenvuelven otros Estados, empresas o individuos, recurriendo para ello a prácticas tanto más lucrativas y eficaces cuanto menos globalmente recomendables".

 José Manuel Naredo

Las posibilidades que hoy nos brinda la tecnología para consumir a través de dispositivos tecnológicos son realmente eficaces, la compra virtual nos llama por todas partes en forma de clics. Simplemente con “añadir a la cesta” o “añadir al carrito” un producto podemos tenerlo en la puerta de nuestro domicilio en pocos días, una vez hayamos realizado la transacción correspondiente. Solo apretando un botón, sin salir de casa, sin hablar con nadie, sin esperar. Ropa, libros, alimentos, juguetes, herramientas… todo tiene cabida en ese templo del consumo perfectamente construido en el interior de nuestras viviendas. Y permanentemente abierto.

Si tuviera que narrar una evolución de las distintas cestas de la compra que han pasado por mi vida, en primer lugar, no puedo evitar acordarme de aquellas bolsas de tela que llevaba mi abuela al mercado. Cuando tenía que traer mucho peso, usaba un carrito de tela a cuadros donde colocaba los alimentos unos sobre otros, con sumo cuidado: las patatas y legumbres abajo, luego las frutas y verduras y los huevos o pescado arriba para no aplastarlos, el pan sobresalía por uno de los laterales cuando el carrito venía lleno. Esas fueron mis primeras ideas de cesta y carrito de la compra, todas ellas, principalmente, vinculadas a los alimentos y a los cuidados, alimentar(nos) como acto cotidiano de cuidado, la cocina como espacio de convivencia, donde compartir tareas y conocimientos, donde aprender recetas y también donde debatir en las sobremesas. Un tiempo para aprender de la maestría de mi abuela en el arte de la economía del aprovechamiento (tan característica en las comunidades campesinas), un auténtico manual práctico de protocolos desperdicio 0, de cálculo de raciones y de inventiva a la hora de redefinir platos de temporada.

Fui tomando conciencia del proceso de hacer la compra en sí, al bajar con ella al mercado de Puertochico, ir a la Plaza de La Esperanza o a una tienda de comestibles que había cerca de casa. Más adelante llegó el contacto con los productores y artesanos, me refiero al contacto directo, no solo con sus productos expuestos en las baldas. Las visitas a los Valles Pasiegos, especialmente a La Vega, fueron muy habituales en mi infancia, también al valle de Campoo y Liébana. Tuve la oportunidad de conocer pequeños obradores familiares de sobaos, quesadas y galletas de mantequilla; carnicerías con ganadería propia, queserías, panaderías con horno de leña, apicultores, lecherías. Visitar y conocer los lugares donde se producían alimentos, el proceso que había detrás y, sobre todo, poner cara a las personas que hacían los quesos, el pan o los sobaos, era algo muy atractivo para mi curiosidad infantil. Entre semana comía en el colegio, tuve la suerte de ir a un cole con cocina, donde se elaboraba cada día un menú y en los últimos cursos nos tocaba poner las mesas del comedor, servir a los más pequeños y recoger los platos.

Recuerdo que el hipermercado supuso un contraste, los pasillos, las luces, los colores, la cantidad de productos y precios, una sensación de aturdimiento y ganas de salir a la calle.

Más adelante, en alguna clase de economía llegó el concepto de “cesta de la compra” como índice para medir el coste de bienes y servicios, el “coste de la vida” para una familia determinada, donde se pueden cruzar variables, medir, comparar y analizar resultados. Y, ya en la universidad, la experiencia práctica de que llenar la cesta resultaba cada vez más caro para cuatro estudiantes en un piso compartido y gestionar nuestras comidas una asamblea diaria. 

La responsabilidad compartida de alimentar(nos)

En esta etapa de mi vida, desde que estoy implicada activamente en proyectos agroecológicos como productora y cooperativista, mi idea de cesta de la compra es la del carrito, pero “de combate”, donde parto de la base de que comprar es un acto político (en el sentido amplio del término) que afecta directa e indirectamente a personas, colectivos, ecosistemas y a la sociedad en su conjunto. Ahora más que nunca tendríamos que defender una cesta de la compra basada en la soberanía alimentaria y en el comercio justo. Creo que la venta directa, eliminando intermediarios especulativos, es una de las vías para que los pequeños productores puedan (podamos) resistir frente a la gran industria alimentaria que produce de forma intensiva, ejerciendo sus múltiples violencias sobre personas, animales y ecosistemas. Y creo que la mejor manera de producir es la que se basa en los modelos agroecológicos que respetan la biodiversidad, la ausencia de productos químicos o antibióticos en el manejo y la que genera redes de cooperación entre personas. Que todos estos procesos sean transparentes es fundamental. Los productores ecológicos estamos sometidos a controles de trazabilidad en todas las fases de la producción, desde el manejo a la comercialización. Comer bien (alimentos sanos a precios justos) no puede ser un lujo, debería de ser un derecho y así hay que reivindicarlo.

Replantearnos el cómo consumimos alimentos: cuáles, cómo se producen, cómo su modelo productivo afecta a las personas que los producen y al medio ambiente, es una de las claves para poder ser conscientes de nuestra responsabilidad a la hora de comprar comida y cubrir una necesidad básica. No se trata de culpabilizarse (ya nos culpabilizan los grandes capitales para desviar la atención de los verdaderos problemas que genera el sistema economicista que re-producen), se trata de implicarse en conocer dónde empieza y dónde acaba el proceso de producción de los alimentos que comemos y cómo afecta directamente a nuestra economía y a nuestra salud.

El capitalismo verde siempre ha utilizado (con gran eficacia) determinados conceptos para apropiarse de los discursos y las luchas reales de muchos movimientos agroecológicos, ecofeministas y campesinos a escala planetaria. Así sucede con conceptos como “sostenibilidad”, “ecológico” o “cambio climático”. Una manzana envuelta en plástico sobre una bandeja de poliestireno no puede ser nunca ecológica, aunque lleve el sello oficial. No todo son sellos. Si no cruzamos más variables a las certificaciones de alimentos (como por ejemplo: km 0, condiciones justas para el productor o trabajador, desperdicio 0, huella de carbono generada) para decidir qué compramos y en qué condiciones, olvidamos una parte muy importante de lo que significa alimentarnos.

Sigue existiendo una brecha de desconocimiento notable entre consumidores y productores locales en Cantabria. Aunque se pueden encontrar productos ecológicos certificados por el C.R.A.E. (Consejo Regulador de la Agricultura Ecológica), alimentos I.G.P. (Indicación Geográfica Protegida), D.O.P. (Denominación de Origen Protegida) en supermercados y ferias agroalimentarias, creo que muchas veces se genera una sensación “homogeneizadora” entre estos y otros sellos, muchos de ellos creados por las propias empresas para blanquear su imagen. No todo es lo mismo, ni está producido de la misma manera, ni se comercializa por el mismo canal, ni su producción afecta por igual al medio ambiente, ni a las personas que lo producen.

En este artículo mis planteamientos hacen referencia a sociedades como la nuestra, pero las consecuencias del modelo de alimentación intensivo capitalista llegan con enorme violencia a muchos países, donde no se puede acceder al agua o a los alimentos básicos para cubrir una necesidad de primer orden como es alimentarse. Todos conocemos qué empresas alimentarias controlan el negocio global de los alimentos, tienen nombre y apellidos, las grandes marcas y sus marcas blancas derivadas, conocemos sus producciones intensivas, sus modelos contaminantes y su falta de escrúpulos a la hora de arrasar con los ecosistemas y explotar a sus trabajadores. 

Pensarnos en común

Están surgiendo iniciativas en Cantabria que trabajan de forma colectiva para facilitar las conexiones entre los productores de alimentos y los consumidores: grupos de consumo, redes de productores locales, asociaciones, cooperativas, proyectos de restauración. Propuestas que demandan cambios estructurales en el modelo de producir, en un contexto de búsqueda de justicia social y colapso energético. No hablamos de reciclar, sino de no generar residuos, no se trata de hacer informes que blanqueen la realidad de las empresas contaminantes en una supuesta transición ecológica, sino de acabar con las producciones intensivas. ¿Por qué se continúan produciendo alimentos utilizando químicos que sabemos que nos enferman, destrozando ecosistemas, ejerciendo múltiples violencias? El fin no puede justificar los medios.

De estas cuestiones hablaremos el próximo martes 17 de diciembre a las 18:30 en La Caseta de Bombas, donde tendrá lugar la mesa de debate abierta a la ciudadanía '¿Cómo es tu cesta de la compra?' para hablar de soberanía alimentaria, canales cortos de comercialización, alimentos agroecológicos, km 0, grupos de consumo, redes cooperativas y restauración. Nos acompañarán productores de Cantabria, técnicos agrónomos y representantes de asociaciones y colectivos vinculados a la alimentación y sus procesos. Este texto es una invitación a (re)pensarnos como consumidores para ser conscientes de algunas de las problemáticas que nos atraviesan en nuestras decisiones a la hora de llenar la cesta de la compra.

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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

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