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¡Salvemos a los cristianos!

He renovado mi fe… y no en el Racing de Santander (a pesar de las recientes victorias y de que la feligresía masiva en este país es la futbolera). Ahora tengo una fe ciega en el alucinante obispo de la diócesis de Santander, Manuel Sánchez Monge, uno de esas puertas de El Ministerio del Tiempo que nos permite viajar al pasado sin movernos de nuestro sofá del siglo XXI.

Lleva una semana sembrado. Hasta ahora, desde que llegó en mayo a Cantabria, ha pasado bastante inadvertido dado el tono geriátrico de su apostolado. Pero la beatificación de los 18 “monjes mártires” este domingo ha sido para el obispo como tripi matutino en reunión de cincuentones nostálgicos.

El hombre ya se ve como mártir potencial. Ayer aseguraba que la ceremonia de beatificación es uno de “los actos más extraordinarios que ha vivido la diócesis de Santander”, lo que –en lectura inversa- significaría que la diócesis ha dormitado desde que Benedicto XIV la creara en 1754.

Qué aburrido transitar, pobre diócesis: ha debido esperar 261 años a que llegara un prohombre que la remueva y la ponga en primera línea de la trinchera de la defensa del cristianismo. Hubiera tenido otros momentos “extraordinarios” si hubiera pedido perdón públicamente con su sangrienta alianza con los poderes o si se hubiera preocupado de los “mártires” cristianos que yacen en las fosas comunes que se olvidan sin bendición.

Este (mon) señor, días antes, ya en posición de líder anti-sistema (laico), tuvo la ocurrencia de advertirnos de que existe “una corriente de laicismo que pretende erradicar de la vida pública a la Iglesia y al Cristianismo”, porque “la Iglesia está siendo perseguida ahora mismo en el mundo”.

Cuánta razón tiene este buen (mon) señor, que parece tener envidia al islamismo radical que ha logrado que a los musulmanes se les respete, “no sabemos si por convencimiento o por miedo”. Es posible que a la Iglesia católica nunca le hayamos tenido miedo (ni convencimiento): miedo cuando la Santa Inquisición nos torturaba y quemaba, miedo cuando los sacerdotes y obispos acompañaban al pelotón de fusilamiento en la larga retaliación de la dictadura, miedo cuando bendicen las armas del ejército, cuando nos promete el infierno a cambio de un buen polvo sin procreación o cuando nos inocula su ideología (doctrina, perdón) desde las clases de religión en las escuelas públicas que, constitucionalmente, son laicas.

Es nuestra obligación, como víctimas de la hegemonía católica de los últimos siglos, defender a nuestro opresor y poner al frente de la Coalición Internacional por el Cristianismo a Manuel Sánchez Monge, el mismo que debe dirigir, como máximo comandante de las huestes de Dios, la flota aérea de la OTAN que deberá bombardear a ateos, seglares y degenerados varios que merman su autoridad.

Recordaba este (mon) señor, recordando al progresista Benedicto XVI, que “los cristianos son en este momentos los más martirizados del mundo” y debe ser así, porque seguro que los 16.000 niños que mueren cada año de hambre son cristianos y que no les dan de comer por sus creencias; porque los 60 millones de desplazados forzosos que vagan por las fronteras pidiendo ayuda deben ser cristianos perseguidos por vestir escapulario; porque los 1.400 millones de seres humanos que viven en pobreza extrema no son más que cristianos a los que los laicos –una banda de cabrones- no les quieren dar empleo.

La verdad es que mi fe en este hombre –o en las drogas que consume- crece a cada minuto. Tanto que ya me he pedido por Amazon dos de sus best sellers, dos obras maestras sobre una de sus especialidades (teóricas): la vida en pareja. Se trata de 'Antropología y Teología del Matrimonio' y 'Serán una sola carne. Estudio interdisciplinar sobre el matrimonio y la familia'.

Un tipazo. Si él es capaz de escribir estas piezas de ciencia ficción yo puedo ganar el Premio Nobel de Química, solo necesito un poco de fe la iluminación de su Dios: un dealer implacable que mantiene a sus obispos en un vuelo permanente del que solo bajan para anunciarnos el apocalipsis.

La verdad es que la Iglesia se está renovando. Y si la política cántabra respira tranquila gracias al revolucionario y juvenil Miguel Ángel Revilla, ella puede presumir de haber renovado la diócesis de Santander con el (mon) señor de los anillos nibelungos.

Revilla puede colaborar, claro está, habilitando nuevas residencias protectoras de ancianos para la feligresía acosada por los ateos furibundos. Nosotros, es nuestro deber, deberemos sumarnos a la Coalición Internacional para no permitir ni un solo mártir cristiano, que los que no lo son ya se han ganado a pulso su karma. Amén.

He renovado mi fe… y no en el Racing de Santander (a pesar de las recientes victorias y de que la feligresía masiva en este país es la futbolera). Ahora tengo una fe ciega en el alucinante obispo de la diócesis de Santander, Manuel Sánchez Monge, uno de esas puertas de El Ministerio del Tiempo que nos permite viajar al pasado sin movernos de nuestro sofá del siglo XXI.

Lleva una semana sembrado. Hasta ahora, desde que llegó en mayo a Cantabria, ha pasado bastante inadvertido dado el tono geriátrico de su apostolado. Pero la beatificación de los 18 “monjes mártires” este domingo ha sido para el obispo como tripi matutino en reunión de cincuentones nostálgicos.