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El urbanismo de Santander: ni cohesionado socialmente ni sostenible ambientalmente
En Santander, el alcalde y la Corporación municipal, entienden por cohesión social expulsar de sus viviendas a los vecinos de las laderas de General Dávila, afectados por las Áreas Específicas del Plan General, para sustituirlas por “modernos bloques”, multiplicando la densidad de los barrios en una ciudad que pierde población y en la que hay censadas cerca de 10.000 viviendas vacías. También entienden por cohesión social el abandono del Cabildo de Arriba hasta que los edificios terminen por caerse y los vecinos por marcharse, para así poder ocupar el centro de la ciudad con nuevos usos y clases sociales de mayor nivel económico.
Los dirigentes de la ciudad, anclados en el síndrome del incendio de 1941, nunca contemplan los conceptos de “rehabilitación” y “realojo” y siguen optando por la expulsión de los vecinos del centro y la destrucción de la memoria histórica de la ciudad, en su afán de negocio inmobiliario mediante la posterior “reconstrucción del centro” con bloques de la mayor altura y densidad posible. En coherencia con lo anterior, entienden por urbanismo sostenible y protección del medio ambiente, la construcción de numerosas viviendas en espacios como San Martín o La Remonta (1.400), o el destrozo realizado en la senda costera.
Al mismo tiempo, por ciudad inteligente entienden que mientras la carpintería exterior de las ventanas de la Casa Consistorial son de hierro oxidado y sin doble acristalamiento, se haga entrega del control de las funciones informatizadas, de la gestión administrativa y los datos personales de los vecinos a empresas y plataformas privadas. A su vez, la promoción cultural de la ciudad se basa en la cesión de sus mejores espacios públicos (Muelle de Albareda y sede del Banco de España) a fundaciones y colecciones privadas, mientras que la “joya de la corona”, el Museo de Prehistoria, sigue alojándose, en una provisionalidad perpetua, en los sótanos de un establecimiento de hostelería.
Por último, el “glamuroso” concurso internacional de ideas sobre el diseño del Frente Marítimo es una burda pantomima, pues sus posibles propuestas ya están previamente condicionadas por la desafección del suelo público portuario que ha pasado a ser vendible, para construir más de 700 viviendas, un centro comercial y otras instalaciones en los ámbitos de Varadero, Gamazo y San Martín. Es decir, trocear el Frente Marítimo en áreas desconectadas entre sí y desfigurar aún más la ciudad para simplemente hacer caja.
En definitiva, pese a la sonora y colorida propaganda, los hechos contradicen al autobombo: el diseño urbano de Santander ni es cohesionado, ni sostenible, ni se ocupa seriamente de la cultura. Todo indica que la máxima prioridad municipal es que la ciudad esté salpicada de obras, a mayor gloria del equipo de Gobierno y en beneficio de contratistas e intermediarios.
Concejo Abierto de Santander:
Concejo Abierto de Santander
- Plataforma DEBA
- ARCA
- Ecologistas en Acción Cantabria
- Cantabria Nuestra
- Amigos del Casetón
- Asociación de Vecinos Los Arenales
- Plataforma El Pilón
- Conciencia Ciudadana
- El Faro de la Senda Costera
En Santander, el alcalde y la Corporación municipal, entienden por cohesión social expulsar de sus viviendas a los vecinos de las laderas de General Dávila, afectados por las Áreas Específicas del Plan General, para sustituirlas por “modernos bloques”, multiplicando la densidad de los barrios en una ciudad que pierde población y en la que hay censadas cerca de 10.000 viviendas vacías. También entienden por cohesión social el abandono del Cabildo de Arriba hasta que los edificios terminen por caerse y los vecinos por marcharse, para así poder ocupar el centro de la ciudad con nuevos usos y clases sociales de mayor nivel económico.
Los dirigentes de la ciudad, anclados en el síndrome del incendio de 1941, nunca contemplan los conceptos de “rehabilitación” y “realojo” y siguen optando por la expulsión de los vecinos del centro y la destrucción de la memoria histórica de la ciudad, en su afán de negocio inmobiliario mediante la posterior “reconstrucción del centro” con bloques de la mayor altura y densidad posible. En coherencia con lo anterior, entienden por urbanismo sostenible y protección del medio ambiente, la construcción de numerosas viviendas en espacios como San Martín o La Remonta (1.400), o el destrozo realizado en la senda costera.