Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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En una semana, hemos visto cómo Israel y Occidente pasaban de la condena del terrorismo de Hamás a la legitimación del genocidio en Gaza. El Estado israelí anunciaba con retórica incendiaria la destrucción de la Franja, la comunidad internacional fabricaba la justificación y los medios de comunicación se la suministraban a la opinión pública para que la aceptase sin cuestionarla. La estrategia propagandística es la misma que se utiliza para disculpar las agresiones de Israel a Palestina: ocultar la ocupación ilegal y el apartheid israelí, confundir a los civiles palestinos con los militantes de Hamás, identificar a las víctimas israelíes como “los nuestros” y las víctimas palestinas como “los otros”, y aludir al derecho a defenderse de Israel pero nunca al derecho a defenderse de Palestina.
La legítima defensa es la coartada para los crímenes israelíes pero jamás se utiliza para referirse a los ataques palestinos. Este caso es palmario. Los líderes occidentales salen de inmediato a calificar la acción de Hamás como terrorismo (que lo es), pero callan ante el genocidio de Israel (que también lo es y es aún más grave). Los atentados de la guerrilla palestina les parecen horribles (y lo son), pero no dicen ni una palabra de los bombardeos israelíes (que también lo son y han provocado ya el doble de muertes). La reacción de los militantes palestinos después de más de 50 años de opresión se califica de desproporcionada, pero nadie discute la desproporción en la respuesta de Netanyahu que ha lanzado sobre Gaza en siete días tantas bombas como EE.UU. en el peor año en Afganistán.
Así se construye el pensamiento hegemónico, llamando crimen a lo que hacen “los otros” y acción militar a lo que hacen “los nuestros”. La visita de Ursula Von der Leyen a Israel lo dejó claro: “los israelíes tienen el derecho, incluso el deber de proteger a su pueblo”. Llama “proteger” a la operación que está destruyendo Gaza, ha asesinado a 2.600 personas y ha desplazado a 700.000. La presidenta de la Comisión Europea es quien dijo también que los atentados de Hamás provenían de un “mal antiguo”, como si el mal fueran los palestinos y no sus invasores. Biden habló de “acto de pura maldad”, eludiendo el contexto de limpieza étnica que hay detrás de lo ocurrido. Se nos dice que justificamos el terrorismo a quienes explicamos las razones históricas del conflicto, mientras ellos justifican un genocidio obviándolas.
Los medios mayoritarios también contribuyen a la masacre difundiendo bulos de atrocidades de Hamás que no han sucedido y mostrando el lado humano de las víctimas israelíes pero no el de las víctimas palestinas. Conocemos las vidas, las fotos de boda, los mensajes en redes de los asesinados por Hamás. De los asesinados por Palestina solo vemos su muerte. No tenían vida. Son números. Tanto dan 1.000 que 3.000 muertos. Deshumanizar a unos mientras humanizas a otros justifica que mates a los primeros para defender a los segundos. Israel da un paso más allá calificando a los palestinos como “animales humanos”, entrevistando a israelíes que piden “bailar sobre lo que antes era Gaza” o colgando una pancarta en Tel Aviv que dice “cero gazatíes”. Todo genocidio empieza en las palabras.
La lucha para evitarlo empieza también por las palabras. Llamando a las cosas por su nombre. En Gaza se está cometiendo “un genocidio de manual”, según el profesor de la Universidad de Stockton, Raz Segal, que es israelí y especialista en estudios del Holocausto. Pocos más legitimados que él para decirlo. Se cumplen tres de los cinco requisitos que contempla la Convención de la ONU para calificar este crimen contra la Humanidad: matanza de miembros del grupo, lesión grave a su integridad física o mental y sometimiento a condiciones que acarreen su destrucción física, total o parcial. La comunidad occidental y sus altavoces mediáticos son cómplices del exterminio. La Historia pondrá en su sitio a quienes hoy apoyan de frente al Estado genocida de Israel o se ponen de perfil ante sus crímenes.
En Francia y Alemania han prohibido manifestaciones en favor de Palestina. En Gran Bretaña, el primer ministro ha sugerido que portar la bandera palestina podría ser delito. Pero ni el bloqueo ni el blanqueo informativo han impedido que miles de personas en estos países y en todo el mundo salgan a las calles en favor del pueblo palestino. Algo está cambiando. Israel está perdiendo su legitimidad. Hasta Biden y la Unión Europea en las últimas horas han moderado el discurso para intentar detener la masacre. Israel ganará esta batalla por la fuerza de las armas pero puede perder la guerra por la fuerza de la razón. Aunque hoy parezca impensable, la barbarie israelí podría poner por primera vez a Palestina en el camino hacia su libertad y su reconocimiento.
En una semana, hemos visto cómo Israel y Occidente pasaban de la condena del terrorismo de Hamás a la legitimación del genocidio en Gaza. El Estado israelí anunciaba con retórica incendiaria la destrucción de la Franja, la comunidad internacional fabricaba la justificación y los medios de comunicación se la suministraban a la opinión pública para que la aceptase sin cuestionarla. La estrategia propagandística es la misma que se utiliza para disculpar las agresiones de Israel a Palestina: ocultar la ocupación ilegal y el apartheid israelí, confundir a los civiles palestinos con los militantes de Hamás, identificar a las víctimas israelíes como “los nuestros” y las víctimas palestinas como “los otros”, y aludir al derecho a defenderse de Israel pero nunca al derecho a defenderse de Palestina.