Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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Al bueno de Don Ramón, Don Ramón Tamames, no le ha entendido nadie. Por no entender, no le entiende ni la ultraderecha que anunció con bombo y platillo su candidatura a presidente y ahora no sabe cómo devolverlo al baúl de los recuerdos junto a Doña Rogelia y el resto de los muñecos de Mari Carmen. Pensaron que sería eso, la marioneta de ventrílocuo a la que meterle la mano por detrás y moverle los labios. Pero Don Ramón les ha salido respondón, negando a Vox más que un San Pedro, criticando su negacionismo climático, defendiendo el estado de las autonomías, incluso proclamando que “España es una nación de naciones” y que la extrema derecha tiene una obsesión con la bandera que es para hacérselo mirar. Normal que al facherío le haya dado un ataque de pánico, desde Abascal a Losantos, cuando se han dado cuenta de que la moción al Gobierno va a convertirse en una moción a Vox.
Porque esa es la jugada maestra del maestro que nadie ha sabido ver. Tamames nos la ha colado a todos. El bueno de Don Ramón no está ahí para acabar con Pedro Sánchez, del que dice que es un “presidente con coraje” al que tiene “cierta estima”, está ahí para cargarse a Santiago Abascal. Para ponerle a la ultraderecha el espejo cóncavo y mostrarla como es: una deformidad. Don Ramón le ha hecho un homenaje a otro Don Ramón. A Valle-Inclán. Ya lo ha dicho todo el mundo, que va a ser un esperpento, palabra que Valle convirtió en género. La equivocación es pensar que Tamames lo ha hecho sin saber. No hay más que mirar su biografía para encontrar las pistas que nos ha ido dejando. Si el bueno de Don Ramón ya intentó remedar a Clarín escribiendo la segunda parte de La Regenta, no podía acabar su carrera literaria sin hacer lo propio con el autor de Martes de Carnaval. Hasta eso es un guiño: martes de carnaval es lo que va a ser este martes la sesión del Congreso.
Otro guiño lo soltó, Sánchez Dragó, esperpento en sí mismo sin necesidad de espejo cóncavo ni convexo, que reconoció que elegir a su viejo amigo Ramón como candidato fue “una ocurrencia entre amigos al calor de una copa de vino”. Ahí lo tienen. ¡Esto es una astracanada literaria maquinada por dos escritores amigos borrachos como Max Estrella y Don Latino en Luces de bohemia! Dos y dos son cuatro. Los dos escritores se chuzan como los dos personajes y urden el esperpéntico plan. Verás tú qué risas. Lo que se van a reír todos y lo que nos vamos a reír nosotros. Jajaja. Ya lo decían en la citada obra: “En España podrá faltar el pan, pero el ingenio y el buen humor no se acaban”. ¿Ven ahora por qué Tamames dice cosas de podemita? ¿Entienden por qué su discurso se filtró a este diario de “rojos golpistas”, como nos llama Federico? Pues porque él mismo es un rojo podemita que se está boicoteando para boicotear a Vox.
Está clarísimo. Y voy mucho más allá. Esto no es más que el último acto de una comedia total. Toda la errática trayectoria política del bueno de Don Ramón, su abandono del comunismo y sus vaivenes ideológicos, han sido una gigantesca impostura, una interpretación de gran actor para llegar a este clímax en el que acaba con el Franquismo ¡desde dentro! Se hace pasar por facha, acude durante años a las tertulias de la carcundia para ganarse su confianza, finge estar un poco gagá para no levantar sospechas y hace el papel de entrañable nonagenario preocupado por la marcha del país con el único objetivo de darle a Vox la puntilla. ¡Ole, ole y ole! ¡Ovación, dos orejas y vuelta al ruedo para Don Ramón!
Y no es el único en este contubernio judeomasónico. Hay otra figura de la Transición que actúa como quintacolumnista y le sirve de modelo: El Rey Emérito, que trabaja con denuedo por el fin de la monarquía y el advenimiento de la república. El bueno de Don Ramón le está haciendo también un remake a Don Juan Carlos. Les unen muchas cosas. La generación, el bastón, ¡y la revolución! Lo del bastón es para despistar. Para parecer inofensivos mientras dinamitan los dos pilares del Régimen del 78 que ayudaron a levantar: la Corona y el Franquismo. ¡Vaya par! Y cómo nos la ha metido Tamames. Creímos que era su ego descomunal hinchándose como el pecho de un palomo por la oportunidad de sentirse presidente por un rato, pero nos equivocamos. Él ha seguido siendo un convencido antifranquista, un rojo, un Don Rogelio, que sin duda vota a Podemos, y toda su vida ha sido una actuación teatral, un magnífico esperpento sostenido en el tiempo para engañarnos a todos y alcanzar este soberbio colofón.
Cae el telón y el velo de los ojos. El público, puesto en pie, aplaude la inmensa obra: ¡la carrera entera del bueno de Don Ramón ha sido un trampantojo, los cambios de chaqueta, un disfraz para acabar un día con lo que queda del Franquismo contra el que siempre luchó! Pero qué cabeza, qué genio. Como decía aquel borrachín de Luces de bohemia: “Cráneo privilegiado”.
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