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¿Y si fuera ella?

Le ha sentado bien la paternidad a Pablo Iglesias. Volvió de su permiso con fuerzas renovadas, el ceño de antaño y el tono desafiante de sus tiempos de tertuliano. Tanto en el mitin como después en televisión, volvió el Iglesias que reparte estopa a las élites y propone los cambios radicales que hicieron de Podemos una opción estimulante. Sacó el látigo y se flageló también sin pudor por las luchas internas y las deserciones. Hizo algo que los políticos evitan, disculparse. Lástima que ese látigo haya sido también azote de los disidentes del partido.

“No os conforméis con lo que somos”, remató. Pues bien, le tomo la radicalidad de su discurso y esta invitación al inconformismo para proponer una provocación que me ronda desde la huelga de mujeres y el desafortunado cartel de “VuELve”: ¿y si fuera Irene Montero la que se presentara como candidata a la presidencia del Gobierno? Citando a los clásicos, o sea, a Alejandro Sanz: ¿Y si fuera ella? Antes de que se me amotinen o inicien la lapidación, déjenme exponerles las razones que me llevan a esta idea loca.

En plena revolución feminista, después de un segundo 8M arrollador, no dejo de pensar que es un anacronismo lamentable que sólo haya señores en la terna de presidenciables. Debería ser la izquierda la que diera el paso de presentar a la primera mujer a la Moncloa. Quién mejor que una feminista para hacer frente al trifachito de señoros. Tiene, además, todo el sentido que un partido que ha decidido llamarse Unidas Podemos sea encabezado por una política. Todos recordamos la paradójica foto de Errejón, Iglesias y Espinar, tres hombres, bajo el lema “Nosotras”. Los cambios reales son mucho más revolucionarios que los nominales.

Proponer a Irene Montero sería una apuesta rompedora y audaz que pillaría con el pie cambiado al resto y podría movilizar tanto el voto feminista como el voto desilusionado que recogen las encuestas. A ellas voy, también. El Podemos que soñaba con asaltar los cielos, ahora se contenta con no asfaltar los suelos. Venían a pasarle por encima al PSOE con su stairway to heaven y ya sólo aspiran a ser escalón de los socialistas. Iglesias no parece tener muchas posibilidades de levantar el vuelo. Desde 2017, es el líder peor valorado en el CIS. Este fin de semana recuperó brío y frescura pero no se recupera en dos días lo que se ha perdido en dos años.

Hay estigmas, como la soberbia, el chalé o el hiperliderazgo, que no se quitan. No hay quien borre la imagen de líder indiscutible abandonado por todos sus amigos fundadores menos Monedero, por anticapis y por errejonistas tan brillantes como Pablo Bustinduy, el último en dejar el barco. La alargada sombra de los que se han ido ensombreció la fiebre del sábado noche.

Para frenar esa sangría que también es de votantes, sería un giro de guión revulsivo, dejar paso a su compañera de partido (o a cualquier otra que se postule). Es algo que Iglesias viene pensando hace tiempo, me consta. Debería hacerlo más pronto que tarde. Mejor como golpe de efecto ganador en lugar de hacerlo cuando esté en la lona. Mejor darle a Montero una oportunidad de resucitar el partido que encargarle la misión de enterrarlo. Sería un gesto de generosidad y grandeza, al mismo tiempo que un movimiento sorpresivo de estratega.

La revolución será feminista o no será, se repite en la izquierda. Pues que empiecen dando ejemplo, marcando la pauta, abriendo camino. Sería muy inspirador y transgresor apostar por una mujer que demuestre que ser madre y estar embarazada no es obstáculo para nada, ni para presidir un país. Y ante la amenaza fantasma del gobierno trifálico, son las mujeres las que nos pueden salvar. Situaciones desesperadas requieren soluciones inesperadas.

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