Carta con respuesta es un blog del escritor Rafael Reig. Dejad vuestros comentarios en este blog sobre vuestras preocupaciones políticas, sociales, económicas, teológicas o de cualquier índole, y él os responderá cada martes.
¿A los periodistas o al barón-ministro?
Nada hay tan delator ni tan ridículo como los “sí, pero”. Estrepitoso fue el de Aznar, que hablaba catalán, sí, pero en la intimidad. Clásico es el “sí, pero” de los políticos, que sienten pasión por la lectura, pero solo en verano encuentran tiempo para leer. Irritante el de los que son republicanos, claro que sí, pero no ahora mismo, cuando le quiero regalar al rey 'Juego de tronos'. Memorable el de San Agustín, que le pedía al Señor que le hiciera casto, sí, pero todavía no, mejor en otro momento ya si eso.
Ahora nuestro barón-ministro ha intentado superar al mismísimo Aznar. Una temeridad, qué duda cabe, teniendo en cuenta las malas pulgas de aquel repeinado y musculado macho alfa que presidió España y puso los pies sobre la mesa en compañía del emperador del mundo.
El barón-ministro ha asegurado que ve mucho cine español, pero que lo ve por la tele. Chiripitifláutico. Casi más superferolítico que el catalán íntimo.
Imagino el entusiasmo en el sector cinematográfico ante la actitud del ministro: ¿cine español? Bueno, sí, pero sólo si lo echan por la tele.
Esto es grave, pero más grave es que, en particular, la gran afición del barón-ministro sea un programa llamado Cine de Barrio. No tengo tele, pero he mirado la web del programa y las últimas cinco emisiones de ese grandioso espacio cultural son: Vamos por la parejita, con Antonio Garisa y Emilio Gutiérrez Caba “como un yerno hippy” (sic, en la web del programa; como hoy diríamos, con Fulanito “como un cuñado de Rajoy experto en cambio climático”); ¡No firmes más letras, cielo!, Cuando los niños vienen de Marsella, Violetas imperiales y La ciudad no es para mí.
Como se suele decir en España: para mear y no echar gota. Le aclaro, señor barón-ministro que esta expresión se usa, dice la Academia, “para expresar contrariedad o sorpresa desagradable”, aunque creo que también puede denotar incredulidad ante algo disparatado.
Se lo explico porque otra de sus respuestas me ha sugerido que su dominio del castellano es titubeante o tenía un mal día, como nos pasa a todos tantas veces. Cuando el periodista le recuerda que el PP votó en el Parlamento europeo a favor del IVA reducido, responde alegre y atolondradamente: “Eso son salvas al rey. Al final hay que hacer la cuentas y no las hace el Parlamento, que conozco bien, ni es su competencia”.
¿Salvas al rey? ¿Qué rayos quiere decir eso? No dudo que conozca bien el Parlamento, donde se ha tirado veinte años de una vida consagrada a la cultura (según el ABC), pero en cuanto a nuestro idioma parece que ha oído campanas y no sabe dónde. La expresión que cuadra ahí es disparar con pólvora del rey. En los tercios de Flandes la pólvora la pagaban los soldados de su bolsillo y, como es natural, sólo cuando la ponía el rey, tiraban con mucha más alegría, porque no les costaba nada. Por eso disparar con pólvora del rey vale por sacar pecho cuando uno no tiene que pagar o que cumplir lo que dice, cuando no va a tener consecuencias. Un brindis al sol, vaya.
Como algo de tiempo he gastado zascandileando en redacciones de periódico, considero también posible que usted utilizara la castiza expresión y el periodista, al no entenderla, la transcribiera echando mano de su creatividad o de su ímpetu borbónico. Si ése es el caso, le pido humilde y sinceramente disculpas. Mi pregunta es, por curiosidad, ya que no tiene importancia: ¿quién habla español de oídas o tuvo un mal día, los periodistas que firman la entrevista o usted?
Menos mal que no le preguntaron sobre libros, porque podría haber respondido que le entusiasma la novela española, sobre todo Marcial Lafuente Estefanía, J.J. Benítez, Vázquez Figueroa y Vizcaíno Casas. O sobre música, donde quizá nos habría confesado su pasión por María Ostiz, Ismael y la Banda del Mirlitón y Julio Iglesias. O de filosofía, donde ya sabemos que usted, a Unamuno, no puede verlo ni en pintura, así que quizá habría dicho que Zubiri y Ortega, y también Gasset, pero éste último en la intimidad. O sobre ciencia española, donde bien podría haber respondido que los doctores Jiménez del Oso, Rodríguez de la Fuente y aquel Dr. Pérez Jiménez, cuya firma venía en las pastillas del Calmante Vitaminado.
Puede usted, faltaría más, emplear sus tardes de sábado, tan ricamente, en ver La ciudad no es para mí, con Paco Martínez Soria en un personaje comparable al de Leopold Bloom en Ulises. Pero si lo hace, absténgase, por favor, de contarnos que “ve mucho cine español y lo valora”.
No creo que haga falta que un ministro de Cultura sea culto, ni que el de Economía sea rico, ni tampoco pasa nada porque el de Deporte no esté en buena forma, y el ministro de Sanidad no necesita tener una salud de hierro. Lo que tiene más bemoles es que presuma de culto y el ABC asegure que “la cultura es su medio natural” y luego exhiba semejante criterio tarambana.
Como diría Cervantes (escritor español bastante conocido): “Llaneza, muchacho, no te encumbres, que toda afectación es mala”.
Nada hay tan delator ni tan ridículo como los “sí, pero”. Estrepitoso fue el de Aznar, que hablaba catalán, sí, pero en la intimidad. Clásico es el “sí, pero” de los políticos, que sienten pasión por la lectura, pero solo en verano encuentran tiempo para leer. Irritante el de los que son republicanos, claro que sí, pero no ahora mismo, cuando le quiero regalar al rey 'Juego de tronos'. Memorable el de San Agustín, que le pedía al Señor que le hiciera casto, sí, pero todavía no, mejor en otro momento ya si eso.
Ahora nuestro barón-ministro ha intentado superar al mismísimo Aznar. Una temeridad, qué duda cabe, teniendo en cuenta las malas pulgas de aquel repeinado y musculado macho alfa que presidió España y puso los pies sobre la mesa en compañía del emperador del mundo.