¿Por qué Toledo tenía el segundo circo más grande de la Península Ibérica? La razón está en el interés de las élites toledanas en “obtener privilegios” y dejar de pagar impuestos a los que se veían obligados por ser un lugar que tuvo que ser conquistado porque sus habitantes no pactaron con los romanos
La Facultad de Humanidades de Toledo, a través del grupo de investigación de Arqueología Romana ARCYT, organiza por segundo año visitas guiadas gratuitas al circo romano, previa inscripción. Y como en la edición anterior, las plazas se han agotado. Ya anuncian que habrá una tercera edición para acercarse a este desconocido e importantísimo vestigio arqueológico.
La profesora de la Universidad de Castilla-La Mancha, Rebeca Rubio, comenta a eldiarioclm.es que se trabaja ya con el Ayuntamiento de Toledo en la elaboración de paneles informativos “más visuales”. Y es que, según comenta el investigador Sergio Isabel, “el problema del circo es que lo tenemos partido en tres partes: la que está en el parque, la parte musealizada entre los años 2010 y 2011 y la antigua arena del circo bajo lo que hoy ocupan varios establecimientos de hostelería” y donde se ubicaba la ‘Puerta de la Pompa’ por la que entraban quienes iban a competir dando una especie de vuelta de honor. Es allí, en las inmediaciones de la Venta de Aires, donde el visitante puede hacerse apenas una idea de la gran extensión que ocupó el recinto.
427 metros de longitud (solo el circo de Mérida, en Badajoz, es más grande con 440 metros) en un recorrido que discurre entre uno de los ‘fondos’ de lo que fuera el recinto, “desde las cárceles de las que salían los caballos”, en carros de dos (viga) o de cuatro (cuádriga), explica el arqueólogo.
Lo curioso es que Toletum no era una de las capitales de provincia de Hispania en la época romana (el concepto ‘provincia’ no tiene nada que ver con el actual): Tarraco era la capital de la Hispania Citerior, Emérita Augusta (Hispania Ulterior Lusitania) y Corduba, capital de la Hispania Ulterior Baetica.
Toledo pertenecía a la provincia tarraconsense y, dentro de ella, al “convento jurídico” cuya capital era lo que hoy conocemos como Cartagena, en Murcia. “Un sitio que no es capital provincial y que ni siquiera es capital de un convento jurídico’, una especie de región en la que se dividían las provincias romanas, y sin embargo construye un gran circo”.
¿Por qué tener el segundo circo más grande de la Península Ibérica? La razón está en el interés de las élites toledanas en “obtener privilegios” porque, recuerda el arqueólogo, “Toledo fue una ciudad conquistada, no hubo pacto de sus habitantes con los romanos”. Fue sometida por la fuerza y eso implicaba pagar impuestos. Era una ciudad ‘estipendiaria’.
Tener privilegios suponía dejar de pagar impuestos. El circo era su manera de conseguirlo, convirtiéndose en municipio del que dependerían todas las poblaciones de alrededor. La idea era lograr la ciudadanía romana con todos los derechos incluido el que permitía “hacer política a gran escala”, es decir, hacer carrera en todo el Imperio Romano. “Por eso pagaron un circo monumental, porque para que te dieran estatuto municipal tenías que demostrar que eras el más romano de los romanos”.
¿Cómo era el gran circo romano de Toledo?
El circo se construyó en una de las vías principales de entrada a la ciudad y tenía dos puertas principales y un espectacular graderío con varias tribunas para los más privilegiados. Los visitantes lo veían, sí o sí. Cabían entre 15.000 y 20.000 personas en dos niveles. El primero en piedra, el segundo, en madera. “Este último nivel lo podemos intuir hoy por los restos de escaleras que daban acceso a la zona”. Un pequeño laberinto que incluía un pasillo interior.
Para sostener la estructura utilizaron bóvedas. Todavía hoy permanecen algunas. En realidad son el esqueleto de una construcción mucho más rica y bella casi desaparecida. Son restos del ‘hormigón romano’ a base de piedras, cal y otras sustancias (que nadie quería) junto a los que quedan restos de los sillares que los cubrían. La mayoría de esos sillares decoran hoy muchos edificios del Casco Histórico toledano. “Fue una cantera”,
En las bóvedas se aprecian cortes limpios. Los mandó realizar el cardenal Lorenzana en el siglo XVIII. “Fue porque allí se refugiaba gente de mala vida. Para acabar con sus actividades se derribaban, para echarlos”, señala Sergio Isabel.
La zona más vistosa de las bóvedas está en la zona del hemiciclo, al principio de lo que hoy es un parque público, donde se encontraba la ‘Puerta Triunfal’ por donde salían los ganadores. “Aquí las bóvedas se salvaron porque en época de Lorenzana estaban enterradas”. En esta zona, además, es en la que las cuádrigas tenían que girar, en un circuito dividido en dos por la ‘espina’, para continuar con las carreras, como esas que tantas veces se han visto en el cine en películas como Ben-Hur.
“La carreras de caballos en el circo romano no eran de velocidad sino de habilidad para evitar caer o que te tirasen. Valía todo. Y por eso iban atados al carro y provistos de un pequeño cuchillo para cortar el arnés en caso de caída”.
En esta competición también había apuestas. “Si su caballo no iba en cabeza, la gente gritaba al paso de los carros para espantar a los animales, confundirlos y que pudieran ser adelantados. Era una auténtica fiesta gratuita para todos, que pagaban los ricos”.
Si hoy se sabe tanto sobre el circo romano de Toledo es en gran parte gracias a las investigaciones realizadas en los años 80 por F. Javier Sánchez-Palencia, hoy en el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas). Durante algunas de las excavaciones se encontró una pieza muy curiosa que hoy se guarda en el Museo de Santa Cruz de Toledo: ‘El marfil de Hipólito’ que formaba parte de la silla que llevaba al circo el esclavo del magistrado o representante de la élite “para que pudiera sentarse más cómodo”.
Entre los restos del circo romano se aprecian los efectos del vandalismo y de la escasa conservación de los paneles informativos, hoy ilegibles. También hay restos de construcciones de otras épocas, como hornos islámicos. Se sabe que allí se montaban “tenderetes para vender en época medieval y se han encontrado necrópolis de época islámica”. Aunque es solo una pequeña parte de su historia.