A lo mejor no mucha gente lo sabe, pero a Víctor del Árbol (Barcelona, 1958) le une un lazo muy especial a Castilla-La Mancha. Su padre vive en Albacete. Además, ha sido invitado y premiado en distintos eventos relacionados con la novela negra: en Cuenca, en Guadalajara y ahora, le recibe la Biblioteca regional en Toledo - el viernes 28 de abril, a las 19 horas- para presentar su último libro, 'Nadie en esta tierra' una vuelta muy personal al género policíaco que se ha permitido porque simplemente le apetecía. “Lo he hecho así porque me apetecía, sinceramente, al cabo de muchos años nadie se acuerda de que fui policía y ya nadie hace estas asociaciones, y me siento con esta libertad”.
En 'Nadie en esta tierra', Del Árbol narra la historia de Julián Leal, un agente que no pasa por su mejor momento. Sufre una grave enfermedad que le obliga a volver a sus orígenes, en una remota aldea gallega para “hacer las paces con su pasado” y también para solucionar un extraño caso, junto a su compañera Virginia. Y a la vez que el libro muestra la historia de Julián, también muestra la perspectiva del verdadero culpable de los macabros hechos que se suceden. No es un héroe a la usanza. “Al igual que en los 'western' de Clint Eastwood, como en 'Sin perdón', se trata de un personaje que es un héroe sin querer. Julián Leal es el héroe que me gusta, el que pierde. Me gustan más los perdedores que los vencedores”, asegura.
“Esto es un héroe de verdad, el que no quiere serlo, el que lo es porque las circunstancias lo ponen ahí. Quien busca la notoriedad o el heroísmo, me parece un necio”, asegura el autor. Pero también se trata de crear un héroe que, a lo mejor, incluso sea éticamente cuestionable. “Pero con principios fundamentales, como es el sentido de la justicia o de la lealtad”.
“Tras 'El hijo del padre' que fue una novela muy personal, me apetecía jugar un poco con los códigos del género”, explica del Árbol en conversación con elDiarioclm.es. 'Nadie en esta tierra' tiene dos objetivos, explica su autor. Por una parte, como no puede ser de otra manera, despertar la curiosidad y el deseo del lector por lo que pasa en la investigación que protagoniza el agente Leal. “Es algo clásico en la novela”. Pero luego también está lo que “más interesa” al escritor: hacer un análisis de las realidades que le preocupan, como la corrupción o el origen de la violencia y el maltrato infantil, que son algunos de los temas que toca el libro. “Todo desde el punto de vista del 'macguffismo' que tiene la novela negra”, señala. Un término que se remonta hasta Alfred Hitchcock y que se refiere a una 'excusa' que motiva al desarrollo de una novela.
Y es que la novela negra ya no sólo habla de investigaciones policíacas puras y duras, sino que ha trascendido este papel de entretenimiento para poder acoger un interesante análisis social. “La sociedad es compleja, todos somos cada vez más complejos. Una de las cualidades que puede tener la literatura es analizar la realidad para corregirla. Y es esto lo que ha llevado a la novela negra a volverse tan poliédrica, porque es un género muy poroso que puede absorber todas las tradiciones y escuelas”, señala el autor.
En España se ha identificado mucho la novela negra con la realista, con la llamada novela social, como hacían Ledesma o Paco Candell
Usando “bien” los códigos de la novela negra, y de todas sus ramas, se pueden crear “grandes obras de la literatura”, señala. “Pero esto históricamente siempre ha sido así, aunque en España se ha identificado mucho la novela negra con la realista, con la llamada novela social, como hacían Ledesma o Paco Candell”, reflexiona Del Árbol. Fue la llegada de obra norteamericana y nórdica, la que ha despertado la “ambición” de los autores españoles. “Ambición en el sentido de que se pueden traer historias a lo local y plantear la realidad global desde un punto de vista local”, explica.
“Precisamente esto es lo que busca la gente, una literatura que una la capacidad de entretenimiento con la posibilidad de ser espejo de una realidad con la que se pueda identificar. Por mucho que nos gusten las novelas de Åsa Larsson o Camilla Läckberg, no dejan de ser ajenas porque pasan en otro lugar, en otros entornos, donde resulta más difícil identificarse como lector. Al final es, me gusta lo que me cuentas y ya”, comenta. Pero en el caso de traer estas ideas a un plano más local, a una España más rural como ha hecho en 'Nadie en esta tierra', quien lea la novela puede sentirse más y mejor identificado.
“Además, el lector de novela negra es cada vez más crítico, más leído y más formado, ya sabe identificar qué es lo que lee”, advierte. En su última novela viaja desde Barcelona hasta una remota aldea gallega, porque es parte de la “desinhibición” de la que gozan los autores “desde hace unos años”.
“Se trata de romper los corsés de las novelas, de salir de las grandes urbes y acercarse a realidades más pequeñas, que son mucho más interesantes como sujeto de análisis. Llevar los grandes problemas a pequeñas comunidades, te permite poner el foco de mejor manera en las realidades individuales”, asegura.
Y entonces el paisaje cobra una importancia mayo. Porque deja de ser un entorno y pasa a ser un personaje más de la novela. Y condiciona así también el ritmo de la narrativa y la atmósfera que se va creando, señala. “Una de las cosas que más me gusta, es que se crean novelas de atmósfera. Cuando el paisaje se utiliza bien y se eleva a la categoría de persona, se crean atmósferas muy interesantes”, concluye.