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Lezuza, el pueblo que sabe cuidar su historia

Una vista de Lezuza

José Iván Suárez

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La historia es ese tesoro escurridizo que, si no se agarra, termina evaporándose. El pueblo que lo posee y sabe conservarlo tiene algo más que un valor intangible, ostenta el secreto con el que mirar su futuro. Esta verdad no siempre es comprensible. Hace veinte años, un alcalde de pueblo decía en una entrevista: “Hoy es fácil hablar de Libisosa, y eso nos enorgullece, pero hubo tiempos difíciles”. Cuando comenzaron las excavaciones en el hoy Parque Arqueológico de Castilla-La Mancha, muchos los miraban como locos y “no veían con buenos ojos los trabajos que estábamos iniciando”. Y apuntaba una cosa más José Ángel Munera Martínez: “Desde el principio vimos aquello como un revulsivo económico de primer orden para que el pueblo tuviese un aliciente para progresar, veíamos como el tema de Libisosa, la excavación y un futuro museo podría traer inversión, riqueza y visitantes a nuestro pueblo”. 

No se equivocaban. La antigua colonia romana de Libisosa ha ayudado a la transformación del pueblo albaceteño de Lezuza. Ahora, la historia no es cosa de locos, sino de orgullo y progreso. Un maestro del municipio tiene gran parte de culpa en la alegría por el pasado. El ya citado José Ángel Munera Martínez lleva más de cuatro décadas trabajando por su pueblo. Fue concejal y alcalde. Y, en todo momento, maestro e investigador sobre el enorme legado de Lezuza. Acaba de escribir un libro: “Lezuza y la Iglesia de Nuestra Señora de La Asunción, Ermitas y otros lugares de culto. Historia de la Villa (1213-1600)”.

Un volumen editado por el Instituto de Estudios Albacetenses 'Don Juan Manuel¡ donde recopila parte de los 20 artículos científicos que ha redactado y el resultado de sus últimos estudios. El motivo de un volumen con una tirada de 1.000 ejemplares no es otro, nada más y nada menos, que los primeros quinientos años de vida de la parroquia. El 24 de junio de 1524 empezó a construirse la iglesia, un monumento nacional que sorprende a quien lo visita. 

Como dijo el historiador de arte Luis Guillermo García-Saúco durante la presentación del libro: “Si se conoce, se valora; si se valora, se defiende”. En Lezuza, el patrimonio es abundante y la misión de Munera Martínez es difundirlo. Desde muy joven comenzó el “activismo” en la asociación Centro Cultural Libisosa, durante 28 años compaginó la docencia con la responsabilidad política. Lejos del consistorio, en esta última década, ha escrito y, además, ha impulsado junto a un grupo de personas la restauración del órgano histórico.

José Ángel anuncia que en el mes de julio el organero Carlos Álvarez comenzará a instalar la tubería de un instrumento que se remonta a 1773.

En seis años, con el apoyo ciudadano, obispado y la administración pública local, provincial y regional, la Asociación ha conseguido devolver la voz a una joya realizada por Gaspar de la Redonda Ceballos, prestigioso organero de Campillo de Altobuey (Cuenca).

Tubos y teclas han sido apadrinados por vecinos y pronto, el órgano sonará en un templo con cinco siglos de historia. El historiador de Lezuza recuerda que en el siglo XVI, muchos canteros vascos, o “vizcaínos” como se les conocía entonces, construyeron iglesias en las dos castillas. Por su pueblo, los vizcaínos no solo levantaron la parroquia, algunos se quedaron a vivir y eso ha determinado las raíces de varias familias en el municipio.

José Ángel ha consultado los libros de bautismo del Archivo Diocesano de Albacete y ha constatado que a Lezuza llegó gente de Navarra, Aragón, Huesca o Santander. “Ahí tenemos nuestros orígenes”, dice. Y de eso va también su libro, de las raíces de todo un pueblo. Heredera de la antigua colonia romana de Libisosa, en tiempos de reconquista, Lezuza perteneció a Alcaraz y con el tiempo, sus habitantes fueron abandonando el cerro del castillo para colonizar el valle. 

Hace un siglo, un cronista de la revista Centauro hacía esta descripción de Lezuza: “Antes de llegar a esta villa, el latón se deslizaba por la carretera que serpentea en la fértil, extensa y frondosa vega, venero inagotable y una de las fuentes de la riqueza del mencionado pueblo. Poco después nos deteníamos en la plaza principal a la que dan un marcado sabor arcaico los soportales del vetusto atrio de la iglesia de gran valor artístico.

Del rancio abolengo de esta villa, es un dato la leyenda conservada por la tradición relativa al paso por aquellos lugares del Apóstol San Pedro“. Con estas resonancias, un espíritu curioso en el ayer encontró toda una motivación. Recuerda José Ángel Munera Martínez que ”desde muy joven me interesaba el pasado de mi pueblo y el patrimonio histórico que conservaba. Más tarde, mi formación en la Escuela de Magisterio se orientó por la especialidad de Ciencias Humanas“. El maestro enseñó a muchos niños del pueblo y les orientó para que conocieran y apreciaran la historia de Lezuza. 

La docencia ha sido el motor de su vida. “Con mis alumnos hacíamos trabajos de investigación sobre diversos temas relacionados con hechos o sucesos acaecidos en el pueblo, y que luego publicábamos en el periódico escolar El Cirio Carrasquín”, rememora el maestro y narra que, en una ocasión, investigaron los sucesos ocurridos en Pradorredondo, en 1874, durante la Tercera Guerra Carlista. Años después, Munera Martínez completó la investigación sobre aquel cura Alcabón y la leyenda de la Bola.

Porque Lezuza da para mucho. Más allá de Libisosa o su iglesia, “el patrimonio es riquísimo, no solo el histórico-artístico, sino también el natural y etnográfico; contamos con unas magníficas rutas de senderismo y con el espectacular museo etnográfico de Tiriez, además del parque arqueológico de Libisosa y su sensacional museo arqueológico”, detalla José Ángel sin dejar de mencionar las ermitas de las aldeas y los bienes escultóricos y orfebres que atesora la parroquia de La Asunción. Incluido un precioso retablo, una obra de arte que fue rehabilitada cuando el maestro era alcalde. 

Antes de todo, cuando Lezuza se abría a la democracia y José Ángel iniciaba la juventud, en el pueblo “todavía teníamos colgadas de las paredes aquellas bombillas de pera que una noche lucían y veinte, no”, comentó en una ocasión el historiador. Él ha sido testigo y parte del profundo cambio experimentado por el municipio de Albacete, un pueblo que sabe cuidar su historia, festejar el pasado y hacer de la raigambre, honra para los vecinos.

Escuchamos por penúltima vez a Munera Martínez: “La historia de Lezuza es tan amplia que es impensable abarcarla en su totalidad”. Y avanza un proyecto futuro: “Quiero escribir sobre el privilegio de villazgo de 1553”. Su curiosidad de maestro no para. Por suerte para su pueblo, todavía tiene mucho que contar. 

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