A unos cuatro kilómetros de Fuencaliente, en Ciudad Real, se encuentra el primer yacimiento de pinturas rupestres descubierto en el mundo. Hay más de 100 figuras en una oquedad de piedra cuarcítica en el ‘Abrigo de Peña Escrita’.
Es todo un desconocido que en este 2024 cumple cien años de su declaración como monumento arquitectónico-artístico, junto a otras joyas del arte rupestre como la cueva de Altamira. Actualmente es visitable y está declarado Bien de Interés Cultural (BIC).
Los pobladores de la zona dejaron su arte plasmado sobre la roca en un periodo que no ha podido datarse con exactitud, entre el Calcolítico (2500-1800 a.C.) y la Edad de Bronce (1800-750 a.C.). No vivían allí, pero hasta ahora los expertos no han logrado encontrar el poblado asociado a quienes nos legaron su huella cultural.
¿Son pinturas? ¿Tal vez pictogramas? ¿Un proto-alfabeto? Macarena Fernández Rodríguez es doctora en Prehistoria y Etnología por la Universidad Complutense de Madrid. Ha investigado, y lo sigue haciendo, este yacimiento sobre el que todavía quedan muchas incógnitas por resolver. “Generalmente las pinturas rupestres están en una cota inferior de lo que llamamos poblados de altura”, explica. Estos poblados fueron un tipo de hábitat de la Edad de Bronce de los que no solo hay evidencias en esta parte de Ciudad Real, sino en los Montes de Toledo o en Albacete. Su función era defensiva pero también práctica, para no ocupar las tierras fértiles.
“Estamos estudiando qué relación hay entre estos poblados y las pinturas. El caso de Peña Escrita es especial. Hasta ahora no hemos encontrado el poblado”, cuenta, pero hay algunas hipótesis al respecto. “Creemos que Peña Escrita era un lugar tan importante que no estaba asociado a un único poblado, sino que pudo ser un punto de referencia para varios”, explica la arqueóloga.
En el Abrigo de Peña Escrita se aprecian 104 figuras, aunque en realidad hay muchas más. Los arqueólogos han podido documentarlas gracias a la tecnología. “En algunas zonas hay pinturas que el ojo humano no distingue”. La Universidad de Castilla-La Mancha impulsó un proyecto basado en la fotogrametría, aunque los resultados no se han publicado.
No se descarta que allí se celebrase algún tipo de ritual en el que participasen personas de distintos poblados. “El gran número de figuras y su variedad encontradas puede apuntar en este sentido”. Y es que aquellas personas prehistóricas ya vivían en comunidades con cierto sistema de jerarquización social y de especialización profesional. “Conocían la metalurgia, la alfarería, la ganadería y agricultura, la industria textil básica y comerciaban”.
También se sabe inhumaban a sus muertos, normalmente bajo las propias viviendas, en covachas próximas o en monumentos como los recientemente descubiertos en Terrinches o en Almagro. También “es posible que hubiera cierta inestabilidad en las relaciones sociales, conflictos por la ocupación del territorio o la subsistencia”.
Los abrigos que albergan estas pinturas rupestres son formaciones rocosas verticales. “Las pinturas suelen aparecer sobre la pared que está protegida de la lluvia o del viento, aunque ahora estamos documentando que aparecen también de forma aislada sobre rocas en las laderas o incluso en la parte baja de la montaña”, detalla.
Las pinturas rupestres del Abrigo de Peña Escrita fueron descubiertas por el cura párroco de Montoro, Fernando José de Cárcenas, en 1783. Fue un hito mundial que pasó desapercibido. “Por aquel entonces se pensaba que estaban relacionadas con algún tipo de escritura jeroglífica, pero ni se sabía a qué época correspondían, ni qué significaban y mucho menos pensaban que pudieran ser representaciones artísticas”, explica la arqueóloga.
“Tuvo que pasar mucho tiempo hasta que se descubriera Altamira y hasta que, con los descubrimientos en Francia, los especialistas se dieron cuenta que estas manifestaciones artísticas eran de época prehistórica”. Desde entonces han sido estudiadas por numerosos especialistas como Luisa Ramírez y Casas-Deza, la primera en 1844 y después Manuel de Góngora Martínez en 1862.
“El estudio sistemático y concienzudo lo realizó el francés Henri Breuil en 1912, tristemente conocido por llevarse algunos fragmentos, aunque claro en aquella época no se sabía lo que era y no podemos decir que fuera un saqueo”, comenta Macarena Fernández. Después llegarían otras investigaciones como las de Pilar Acosta en los años 60 o Alfonso Caballero Klink en 1984.
Hay quien la ha denominado la Capilla Sixtina del arte esquemático. Son muchas pinturas que se conservan muy bien y se aprecian con total nitidez
La propia Macarena Fernández publicó un libro divulgativo titulado Las pinturas rupestres esquemáticas del Valle de Alcudia y Sierra Madrona. Lo hizo después de que, en el año 2000, la Mancomunidad Valle de Alcudia y Sierra Madrona pusiera en marcha un proyecto para proteger varios yacimientos de pintura rupestre en esta zona de la provincia de Ciudad Real, en el que se ocupó del control arqueológico. “Hicimos 12 excavaciones en otros tantos yacimientos a proteger. No se había realizado ninguna hasta entonces, salvo los pequeños sondeos de Alfonso Caballero en Almadén”.
“Hay quien la ha denominado la Capilla Sixtina del arte esquemático porque son muchas”, apunta la científica. Están repartidas en ocho paneles y aparecen agrupadas. “Se conservan muy bien y se aprecian con total nitidez”.
En las pinturas se usó arcilla rica en óxido de hierro y componentes orgánicos de tipo proteico, utilizados como aglutinante. Representan figuras humanas muy estilizadas y de pequeño tamaño. Apenas miden entre 20 y 30 centímetros y representan escenas de danza ritual y de caza, persiguiendo ciervos, reptiles o cabras. En algunos casos pueden verse motivos geométricos y abundan dibujos del sol. “No representan la realidad, sino la idea que se tiene de esa realidad. No estamos seguros de lo que querían contar”, aclara la investigadora.
Este tipo de yacimientos permiten dar testimonio de una manifestación artística que explicaría un tipo de cultura de la que no tenemos testimonios escritos
Y es que se trata de arte conceptual que, reconoce la investigadora, “no siempre es entendido por todos los públicos. Hay quien dice que eso lo hace cualquiera, pero el artista está reflejando una idea, un concepto que alude al sistema cultural del grupo al que pertenece” y que ya había alcanzado un importante desarrollo cultural y tecnológico.
“Este tipo de yacimientos permiten dar testimonio de una manifestación artística que explicaría un tipo de cultura de la que no tenemos testimonios escritos”, apunta Francisco José Cerceda, doctor en Historia del Arte y profesor en la Facultad de Letras de la Universidad de Castilla-La Mancha. En su opinión, “lo interesante es estudiar las pinturas desde un punto de vista multidisciplinar: arte, antropología o geografía .. para conseguir una interpretación científica global, más allá de hipótesis”.
Y es que el significado de estas pinturas no se conoce. “Es complicado porque no todos estos lugares tenían la misma funcionalidad, ni la misma cantidad de figuras”, reconoce la arqueóloga. Para algunos autores se trata de espacios sagrados para las ceremonias. Incluso se asocian a hitos territoriales para marcar fronteras, para establecer su pertenencia a un grupo determinado o para señalar recursos como el agua.
“Están en zonas de paso y en la montaña como concepto sagrado. Su función tendría carácter comunitario territorial”, sostiene Francisco José Cerceda quien realiza un paralelismo con costumbres contemporáneas. “Pensemos en los santuarios marianos actuales, dedicados a la figura femenina de la virgen, cuyo culto supone desplazarse hasta la ermita, a veces en altura, que suele estar próxima a fuentes o a ríos… Es como si formase parte del inconsciente colectivo”.
¿Un lugar donde parían las mujeres? No está confirmado
El arte esquemático se diferencia del arte levantino por la ausencia de escenas, aunque los investigadores, afirma Macarena Fernández, “nos empeñamos en tratar de reconocerlas en las figuras esquemáticas”. En Peña Escrita, por ejemplo, es muy famoso el panel conocido como ‘las paridoras’. “Es un nombre sugerente. Puede gustar o no, pero lo cierto es que da visibilidad a la mujer”, asegura.
La representación de la mujer es muy habitual en las pinturas rupestres. Dice incluso que “los últimos estudios indican que las pinturas paleolíticas eran también obra de mujeres, aunque en el arte esquemático es más difícil demostrarlo”.
En el caso de Peña Escrita, aparecen hombres y mujeres junto a soles y a animales. “En algún caso, bajo la mujer hay una figura pequeñita que podría significar que está de parto, pero no podemos asegurarlo”.
Además, algunos expertos sostienen que la pequeña figura es posterior a las pinturas originales. “Pudo ser un sitio recurrente para pintar coincidiendo con ciertos rituales, por ejemplo, para pedir fertilidad. En todo caso sí creemos que el lugar tuvo carácter religioso”.
Nuevas publicaciones sobre otros cuatro yacimientos
Fuencaliente es un lugar de paso, en plena sierra de Hornilleros, junto a una pequeña cascada formada por el río Cereceda, en la vertiente norte de Sierra Morena. Un territorio agreste poblado a lo largo de la historia por cazadores, mineros, agricultores y pastores.
Eran personas habituadas a vivir en la montaña, pero sin perder el contacto con otras lugares. “Ya entonces había intercambios comerciales, por ejemplo de materias primas”, señala Macarena Fernández.
Se sabe que la minería del cobre atrajo a grupos venidos desde el sur. En la Prehistoria, ya en el III Milenio antes de nuestra era hubo sociedades complejas asentadas en poblados fortificados en altura cuya economía se basaba en la agricultura, la ganadería, la caza, la recolección y la metalurgia del cobre. “Todos los yacimientos de esta zona de Ciudad Real están próximos a poblados calcolíticos o de la Edad del Bronce. Tenemos ya 17 documentados”, detalla Macarena Fernández.
Esta especialistas en arte ibérico desvela que en breve publicará, junto al también arqueólogo y director del Museo López Villaseñor, Francisco Javier López, datos de cuatro yacimientos nuevos muy próximos al de Peña Escrita. Las pinturas rupestres en esta provincia suelen estar en abrigos o covachas a las que siempre llega la luz solar. Forman parte de un paisaje del Paleozoico caracterizado por la presencia de rocas cuarcitas y pizarras, donde no hay grandes cuevas.
“Son muy diferentes a las llamadas cuevas paleolíticas”, aclara, como por ejemplo la que se encuentra en La Riba de Saelices (Guadalajara), con una cronología más antigua. “En el caso de Peña Escrita, podemos decir que son representaciones más modernas del arte rupestre”.
“La idea era abrir todos estos lugares al turismo, pero este tipo de patrimonio es muy frágil. En ocasiones sufre actos vandálicos así que antes había que protegerlos”, señala Macarena Fernández. El profesor Francisco José Cerceda coincide en su importancia turística: “Son un recurso para el desarrollo territorial”.