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La inflación verde y sus efectos en la transición ecológica: “No sé si la ciudadanía está preparada para tantos cambios en tan poco tiempo”

1 de septiembre de 2022 07:10 h

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La inflación desbocada, la subida de precios incluso en los bienes de primera necesidad de los últimos meses, está marcando el ritmo económico y lo seguirá haciendo este otoño. Y eso supone un impacto adicional en la llamada inflación verde. Es decir, un incremento en cadena de los precios relacionados con la transición hacia una economía más sostenible. 

La greenflation, en su término inglés, afecta a los precios de las materias primas que se necesitan para la transición ecológica. Por ejemplo, las necesarias para las energías renovables. 

“Para poder desarrollar esa industria y sus infraestructuras hacen falta materias primas. La inflación verde está relacionada, por ejemplo, con el incremento de precios del cobre o el litio”, explica Francisco del Olmo García, profesor de Economía Aplicada y miembro de la Cátedra de Responsabilidad Social Corporativa de la Universidad de Alcalá (UAH). 

Y es que, el cobre o el litio son metales con muchas utilidades en nuestro día a día. Sirven por ejemplo para fabricar las baterías del teléfono móvil. “En los próximos años van a adquirir todavía más importancia. Hablamos del coche eléctrico, que requiere de un alto contenido de litio. El incremento de precios derivados de los vehículos más sostenibles también conllevaría una subida general de los precios”.

Para el profesor de Economía Aplicada, y en un contexto económico como el actual, la transición ecológica “está acelerada en algunos aspectos. El impulso hay sido muy importante en los últimos años, pero estamos viviendo una serie de shocks económicos y no sé si la ciudadanía está preparada para tantos cambios en tan poco tiempo”. 

En su opinión, “si queremos dirigirnos hacia esa economía más baja en emisiones de dióxido de carbono es necesario tomar medidas, pero no solo hay que considerar la regulación normativa de arriba a abajo. Es lo que se está imponiendo, con directivas y reglamentos del Parlamento Europeo, y sus derivadas nacionales”. 

Aboga por un papel más relevante de los ciudadanos. “Tengo dudas de si se entiende bien entre la ciudadanía el impacto de la transición. No tanto el concepto, sino las consecuencias” y sostiene que “aunque la regulación debe ser un impulso en la transición hacia una economía más sostenible, no debe ser una imposición a los ciudadanos. Eso desincentiva. Caer en eso sería contraproducente”. 

El concepto de cambio climático, dice, “ha calado”, pero “debe entenderse bien y debe formar parte de nuestros valores. Que seamos los ciudadanos los que tomemos las decisiones coherentes con esa transición. Entonces será cuando consigamos dirigirnos de forma más solvente hacia esa transición”.

Pone un ejemplo práctico con una de las inversiones que los ciudadanos ya tienen sobre la mesa de su economía familiar o empresarial. En buena parte de España la edad media del parque móvil supera los 13 años de antigüedad, según los datos de la DGT a finales de 2021. “La normativa te puede obligar a cambiar de coche, pero… ¿Y si no te lo puedes permitir?, se pregunta el profesor. 

¿Es el momento de una transición rápida? Creo que no. La gente no lo va a entender porque ya está pensando en si habrá suficiente energía para el invierno

Califica de “necesaria” la transición ecológica, pero “teniendo en cuenta otros factores” porque, insiste, “¿cómo le dices a una persona o a ese autónomo que cambie de vehículo? Probablemente si tiene uno de 14 años es porque no puede permitirse otra cosa y menos en un contexto de incremento de precios. Lo que puede pasar es que se desincentive la generación de valores más sostenibles”. 

En un contexto de incertidumbre económica mundial recuerda que “se habla de la dependencia del gas ruso, del cambio de proveedores de energía mirando más hacia Estados Unidos e incluso del encarecimiento de precios en términos de divisas en el último año. ¿Es el momento de una transición rápida? Creo que no”.

Vuelve a poner en foco en la perspectiva del ciudadano: “La gente no lo va a entender porque ya está pensando en si habrá suficiente energía para el invierno. Es difícil convencerles para una transición si no pueden pagar la calefacción en 2022”, opina el también investigador del Instituto Universitario de Análisis Económico y Social (IAES) de la Universidad de Alcalá. 

“¿Es el momento de una transición rápida en este momento en el que sabemos que las energías renovables no pueden satisfacer la demanda?”, se pregunta. “No, no es el momento. Hay que invertir. Es el momento de buscar mayores eficiencias, de consolidar las alternativas lo antes posible para sustituir fuentes de energías. Pero eso no es ni fácil ni rápido. Si no, al final el problema será el desabastecimiento”. 

¿Hay que cambiar entonces la hoja de ruta de la respuesta de la Unión Europea a la crisis climática que recoge el Pacto Verde Europeo?, preguntamos. “Primero debemos entender la situación que tenemos, y lo que puede durar, antes de cambiar unos planes con horizonte 2030. Si el problema se convierte en estructural y va más allá de un año, las autoridades europeas se verían obligadas a hacerlo. Pero es presuntuoso afirmarlo”. 

De cara a 2023 es difícil hacer pronósticos. “Es más una apuesta que un ejercicio científico”, advierte el investigador. “El objetivo de controlar las subidas sostenidas de precios también genera ciertas de vulnerabilidades. Por ejemplo, la subida de los tipos de interés se termina trasladando a los costes financieros de familias y empresas”. 

Europa no es una isla en la transición

Junto a estas reflexiones, el científico plantea otras que tienen que ver con la geopolítica. “Europa ha hecho una apuesta estratégica por la transición ecológica, pero por si sola no creo que sea capaz de cambiar las cosas a nivel global. Es un actor importante, pero no el único en el mundo”. 

Francisco del Olmo insiste en la idea de una estrategia que aúne “regulación y valores de ciudadanos y de empresas”. Eso, dice, “hará más fácil extender la cultura de la transición al resto del mundo. No sería solo cultura política sino de valores. Esa puede ser la clave para una transición sostenible y sostenida en el tiempo”. 

Cree que los fondos europeos de recuperación Next Generation-EU jugarán un papel importante “en el impulso de la economía tras la pandemia. La estrategia está clara: digitalización y sostenibilidad como pilares. Deben impulsarse”. 

La inflación desbocada, la subida de precios incluso en los bienes de primera necesidad de los últimos meses, está marcando el ritmo económico y lo seguirá haciendo este otoño. Y eso supone un impacto adicional en la llamada inflación verde. Es decir, un incremento en cadena de los precios relacionados con la transición hacia una economía más sostenible. 

La greenflation, en su término inglés, afecta a los precios de las materias primas que se necesitan para la transición ecológica. Por ejemplo, las necesarias para las energías renovables.