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Raquel Gragera, neurobióloga: “¿Debemos vivir en una sociedad para hacer felices a los más jóvenes? No es justo”

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La Asamblea General de las Naciones Unidas dice que la felicidad es “una meta humana fundamental” y que los gobiernos “deben invertir” en condiciones que la favorezcan, con un enfoque inclusivo cuando se habla de crecimiento económico.

La ONU cree que “la eficacia” de los gobiernos en el mantenimiento de la paz y el orden social, así como en los ámbitos de la recaudación de impuestos, en las instituciones jurídicas y en la prestación de servicios públicos, está “estrechamente relacionada con el promedio de satisfacción vital”.

Desde 2012, cada 20 de marzo se celebra el Día Internacional de la Felicidad. No es un concepto estrictamente objetivo. No afecta a todas las personas de la misma manera pero, sí, se puede aprender a ser feliz.

Raquel de los Reyes Gragera es doctora en Neurobiología y profesora del Departamento Medicina y Especialidades Médicas de la Universidad de Alcalá (UAH) en la que, además, forma parte de la Escuela de la Felicidad. Con ella conversamos sobre este concepto tan subjetivo como maleable, científicamente hablando.

¿La felicidad puede definirse desde un punto de vista científico?

Cada persona tiene su propia concepción de la felicidad. Lo que a unas les hace felices, a otras les puede dejar totalmente indiferentes.

Además, en torno a la felicidad existen mitos que hiperbolizan el estado de felicidad y muchas veces es inalcanzable, así que la respuesta diría que es que no existe una definición universal. Eso no quiere decir que no podamos hacerlo en el futuro.

¿Y es algo medible biológicamente hablando?

Bueno, existen test para medir el bienestar emocional, otros para medir el capital psicológico que evalúa distintos ítems de esperanza, optimismo, resiliencia, pero realmente la felicidad, aparte de que tiene un sustrato neurológico, es un constructo psicosocial, con lo cual medirlo es muy, muy complejo.

¿Es lo mismo una persona satisfecha que una persona feliz?

Quizá deba responderlo la propia persona porque realmente la felicidad es un estado intangible. No es como salir por la mañana y ponerse el abrigo de felicidad o no. Es algo que varía, es incontrolable, está vinculado a las experiencias de cada persona… Es muy complejo.

¿Es este un concepto que ha evolucionado al mismo ritmo que lo ha hecho el ser humano?

Sí, como todos los constructos sociales. La idea de felicidad ahora no es desde luego la misma que tenían hace varios siglos, ni lo será dentro de unos años. La sociedad cambia, los valores y nosotros también. Lo que no cambia es el sustrato neurobiológico que depende de determinadas vías gratificación, de las propias moléculas de nuestro cerebro. En todos los mamíferos existen esas vías de gratificación.

Santiago Ramón y Cajal decía que todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro. Podemos trabajar para construir un cerebro mucho más feliz

¿Cuál diría que es la relación entre la felicidad y la salud mental?

¡Toda! Lo que pasa es que ahora mismo tenemos un paradigma que es el de la salud positiva. La salud no tiene que ver solo con la enfermedad. Es algo más holístico y pasa por entender las emociones positivas e incrementar las fortalezas y virtudes personales además de promover el propio potencial humano.

La felicidad no depende del estado de salud sino de cualidades personales, de cómo cada persona se enfrenta a los retos de la vida… No hay una única idea sobre el concepto.

¿Se puede aprender entonces a ser feliz?

Nuestro ilustre Premio Nobel, Santiago Ramón y Cajal, nos decía una cosa interesante: todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro.

Él lo llamó neuroplasticidad y significa que podemos hacer que nuestro cerebro cambie. Podemos trabajar para construir un cerebro mucho más feliz.

Además, desde la genética sabemos que, aunque nuestras neuronas tienen un genotipo, es decir un ADN característico, también podemos influir en la utilización que hacemos de esa información genética. Es lo que llamamos epigenética.

Tanto el ambiente como uno mismo puede influir en cómo funciona su cerebro. La felicidad está al alcance de nuestro esfuerzo.

España ocupaba el año pasado el puesto 32 en el ranking mundial de la felicidad que publica la ONU. ¿Somos más felices que en otros sitios?

No lo creo. Es verdad que somos más expresivos con nuestras emociones, tanto las negativas como las positivas. Somos el país del drama y en el que mejor expresamos las pasiones, el dolor… Solo hay que ver nuestra Semana Santa.

Eso no quiere decir que la felicidad sea mayor o menor porque no solo depende de hormonas como las endorfinas, la dopamina, la serotonina o la oxitocina, sino que es un constructo psicosocial como decía antes.

Hay que tener en cuenta lo que hemos aprendido antes, la cultura pesa sobre nosotros para bien y para mal. Ahora el mundo va tan rápido que los conceptos y valores como la felicidad también cambian a toda pastilla. Si le pregunto a mis hijos por lo que les hace felices, seguramente no tendrá nada que ver con lo que me hace feliz a mí.

Depende de las generaciones…

Claro. Es algo además que debería debatirse. ¿Qué priorizamos en la sociedad? ¿Lo que hace felices a los jóvenes o a las personas mayores? ¿Debemos vivir en una sociedad para hacer felices a los más jóvenes? No es justo. Deberíamos buscar la felicidad de todas las generaciones. Es una necesidad humana universal como nos dice la ONU.

La ONU dice que los gobiernos deben fomentar la felicidad con un enfoque inclusivo, pero cuando me pregunto si realmente hay políticas en este sentido, no encuentro ninguna.

Además, la sociedad es muy plural, con edades diferentes, y debe ser inclusiva. No vivimos en un mundo de personas perfectas.

La Escuela de la Felicidad ofrece herramientas que fortalezcan el pensamiento positivo de las personas, por ejemplo, cambiando creencias que nos autolimitan porque quizá es nuestro mayor lastre para ser felices

La Universidad de Alcalá tiene una Escuela de la Felicidad. ¿Qué es?

Sí, participan los doctores Ángel Asenjo, Crispín Gigante, Rubén Mirón, Daniel Cuesta, Montserrat García Sastre y yo misma. Nos planteamos la pregunta de si se podía aprender a ser feliz, si tenemos o no cualidades que nos ayudan a ser felices o si solo podemos ser felices en determinados momentos.

Queremos ofrecer determinadas herramientas que fortalezcan el pensamiento positivo de las personas y tratar de desarrollar la felicidad a través de actitudes adecuadas, siendo conscientes de nuestros propios pensamientos, cambiando creencias que nos autolimitan porque quizá es nuestro mayor lastre para ser felices.

También hay que desaprender, valorar lo que nos rodea, adquirir hábitos que nos hacen felices y en definitiva aprender a vivir la vida con cierta ilusión.

¿Cómo y quiénes pueden participar?

Está abierta a toda la comunidad, la universitaria y la no universitaria. Solemos poner en marcha un par de convocatorias al año para participar en talleres que son gratuitos. También colaboramos con los internos de la cárcel de Estremera que tienen régimen abierto y que participan en talleres junto a los estudiantes en la propia sede de la universidad.

La experiencia es muy emocionante. Se comparten muchas cosas personales. Cuando uno se pone en la piel de alguien que está en un centro penitenciario siempre hay prejuicios, pero enseguida somos capaces de entender distintos conceptos de felicidades que resultan muy interesantes.

¿Habrá algún taller próximamente?

No tenemos fecha cerrada, pero a lo largo de abril tendremos uno de estos talleres con los internos de Estremera, alumnos y personal de la universidad, además de otras personas fuera de la comunidad universitaria.

También hay una asignatura en la Universidad de Alcalá que se llama ‘Educación para la felicidad’

Sí, se imparte en la Facultad de Educación en el campus de Guadalajara. En Enfermería también tenemos una asignatura que se llama ‘Condiciones para el cuidado’ que habla de cuáles son los requisitos para cuidar a otros.

Una enfermera o enfermero no deja de ser también una persona que enseña a otras personas a tener hábitos saludables y de felicidad, por lo tanto. Alguien quien se dedica a la docencia necesita también herramientas porque si los estudiantes no son felices, el aprendizaje será cero. 

La Asamblea General de las Naciones Unidas dice que la felicidad es “una meta humana fundamental” y que los gobiernos “deben invertir” en condiciones que la favorezcan, con un enfoque inclusivo cuando se habla de crecimiento económico.

La ONU cree que “la eficacia” de los gobiernos en el mantenimiento de la paz y el orden social, así como en los ámbitos de la recaudación de impuestos, en las instituciones jurídicas y en la prestación de servicios públicos, está “estrechamente relacionada con el promedio de satisfacción vital”.