Las oportunidades para combatir la despoblación: se buscan panaderos en un pueblo de Cuenca
- La historia del traspaso de esta panadería recuerda a la de la localidad de Huerta del Marquesado: en febrero, una pareja procedente de Puertomingalvo (Teruel) se hizo cargo del negocio local
Inmaculada Castellanos Marín lleva toda la vida entre harina. De pequeña ya jugaba en la panadería que su familia tenía en Ribatajada (Cuenca) desde la década de los sesenta y, a los 19 años comenzó a trabajar en el negocio, del cual cogería posteriormente las riendas. Ahora, a las puertas de su jubilación el próximo febrero, traspasa la empresa, que también da servicio a otros nueve municipios de la comarca del Campichuelo.
Por el momento, hay ya varias personas interesadas en quedarse con el negocio, según cuenta Fidel Sebastián Morillas, marido de la panadera y alcalde de Ribatajada. Buscan a alguien con “experiencia” para traspasarle el negocio “porque el oficio no se aprende en dos días”. “Cada vez que se cambia de harina, de materia prima, te tienes que adaptar”, indica.
Hasta el momento, se han puesto en contacto con la familia personas, tanto con experiencia en la profesión como sin ella, procedentes de los pueblos de Castilla-La Mancha, de otras regiones y “hasta unos argentinos”, cuenta Sebastián. Los que lleguen finalmente a un acuerdo con la panadera y decidan ponerse al frente de este negocio también tendrán que estar dispuestos a vivir en Ribatajada -que tiene censados apenas unos ochenta habitantes-, puesto que es un oficio que obliga a madrugar mucho y residir en otro municipio complicaría un poco las cosas.
Servicio a toda la comarca
Además de a esta localidad, la panadería también da servicio a los municipios de Arcos, Fresneda, Castillejo, Ribatajadilla, Pajares, Ribagorda, Collados, Torrecilla y Villaseca.
Ribatajada, Entidad Administrativa Territorial Inferior al Municipio (Eatim) que está ligada al Ayuntamiento de Sotorribas, tiene solo ochenta habitantes pero cada día, Inmaculada Castellanos prepara una media de 120 barras de pan y se va después con su furgoneta a hacer el reparto por los municipios de los alrededores. “El verano es muy bueno porque hay más gente en los pueblos. De Semana Santa a los Santos es buena época”, relata esta panadera, que cuenta que, por el contrario, los inviernos son más duros.
Además del pan, también elaboran dulces caseros como galletas, magdalenas y tortas. También preparan los llamados rollos de la caridad en determinadas fiestas, como San Antonio el 13 de junio, festividad que se celebra en muchos de los pueblos a los que abastece esta panadería. “Se venden hasta 400 porque la gente los reparte entre la familia”, señala.
El secreto profesional: la paciencia
Pero ¿cuál es el secreto de esta profesión? “Hace falta paciencia”, responde sin ninguna duda Inmaculada en su panadería, inundada por el inconfundible y suculento olor a pan recién hecho. “Este oficio no quiere prisas, lleva su tiempo. Cuando se prepara la masa, hace falta su reposo”, continúa explicando, al tiempo que se ofrece a enseñar a las personas que se queden finalmente con el negocio, “si ellas quieren”.
El madrugón es uno de los principales inconvenientes de este oficio: su jornada empieza cada día a las cinco de la mañana aunque no comienzan a cocer el pan hasta las siete y media. La panadería cuenta también con un trabajador que le ayuda con la tarea mientras ella se encarga de preparar todos los dulces.
Y las nueve y media -en verano media hora antes- coge su furgoneta para hacer el reparto del pan y los dulces por la comarca, de lunes a sábado, y también algunos festivos. “Depende de como caigan”, matiza.
La maquinaria ha cambiado mucho desde que esta panadería echara a andar. “Quien se haga cargo también tendrá que encargarse de mantenerla y revisarla. Esto es como un coche”, apunta esta profesional.
“Hay mucha competencia en este sector”, recuerda por su parte su marido, por lo que hace hincapié en que lo más apropiado sería que las personas que regenten la panadería tengan experiencia. “Si no, el negocio les va a comer en unos meses”, advierte, aunque deja claro que este negocio es “rentable” y, de hecho, lo ha sido durante décadas.
Pero a punto de cumplir el 8 de febrero los 65 años, a Inmaculada le llega el momento de su merecida y esperada jubilación. La mujer reconoce que ya está “cansada” de tantos años de trabajo en un oficio nada apto para personas trasnochadoras.
La historia del traspaso de esta panadería recuerda a la de la localidad de Huerta del Marquesado: el pasado febrero, una pareja procedente desde el pequeño pueblo de Puertomingalvo (Teruel) se trasladaba hasta este pueblo conquense (con unos 210 habitantes censados) para hacerse cargo de la panadería, en este caso de propiedad municipal y también tras la jubilación de los que habían prestado el servicio hasta entonces.
Mejora de la conexión a internet
Pero para que una familia se plantee su traslado hasta una pequeña localidad, este municipio debe ofrecerle una serie de servicios que le garanticen una vida con cierta calidad y no muy alejada de lo que tendría en otra urbe más grande. En el caso de Ribatajada, la panadería y una empresa de conservas de alimentos son las únicas industrias con las que cuenta. Como en muchas zonas de Cuenca, sobrevuela el fantasma de la despoblación.
“Si internet funcionara bien, se podrían asentar aquí más negocios”, reclama el alcalde, que recuerda los problemas de conexión y de cobertura telefónica que suelen sufrir los habitantes de este pueblo y de los de alrededor.
Poner en marcha un centro de empresas en el terreno en el que estaba ubicada la antigua escuela de Ribatajada es el ambicioso proyecto de esta pequeña localidad para lograr combatir el problema de la despoblación.
El alcalde detalla que una parte del coste la financiaría la Diputación Provincial pero les falta otra parte para que salga adelante este proyecto con el fin de atraer a emprendedores y, al fin y al cabo, gente a un municipio en el que ahora mismo solo hay una bebé de unos pocos meses.
“No quedan niños”, lamenta, recordando que el colegio se perdió hace muchos años. No obstante, sí tienen consulta médica dos días a la semana. “Antes eran tres días”, cuenta, lamentando que se recortara el servicio en tiempos del Gobierno autonómico popular de María Dolores de Cospedal y ya no se haya recuperado.
A cambio, el primer edil destaca la “gran tranquilidad” que ofrecen pueblos como Ribatajada frente al estrés y las continuas prisas que sufren los vecinos de las grandes ciudades. Como prueba de la calidad de vida de este municipio, Sebastián destaca que la gente joven vuelve los fines de semana a esta localidad, en la que continúan empadronados.
Pequeño, pero con intensa vida cultural
A pesar de su pequeño tamaño, el municipio cuenta con biblioteca y un centro social. Y en la localidad sobrevive también desde hace décadas la Asociación Cultural Paralelo 40, que dinamiza la vida de sus vecinos con diversas actividades como un festival rock que celebran en verano.
En este periodo, como es habitual en todos los pueblos, llega la época dorada de Ribatajada, cuando alcanza hasta los 350 vecinos. Las fiestas estivales, en junio y en septiembre, animan la vida en esta localidad que ahora busca panaderos para seguir oliendo a pan recién hecho por las mañanas.