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El final es el comienzo. “Allí las posesiones producen un mal olor corporal” Elias Canetti. Cuando mejor huelen estos campos viejos es al amanecer, la única humedad que se posó en la noche le es arrancada a la tierra por el sol. ¿Pero a que huele? El mundo huele a sí mismo. No es un perfume, es un olor no sintetizado, no lo confundamos con una sustancia. Ni siquiera huele de la misma forma cada día, a nada imita ese olor del amanecer. Las higueras huelen a higuera, solo eso, el mundo huele así. –De pronto encajan las dos partes de una caja, y dentro no hay nada–.
Ella habría dejado pronto este lugar, se escondía en grandes ciudades donde llovía mucho. Hoy en día ya solo hay una gran ciudad telemática, hemos sustituido a las abejas, nos polinizamos unos a otros en las franquicias. El arte está perdido, hiperconectado a la nada, no hay islas de creación, es solo acumulación de basura espiritual. Este paisaje está acorde con su edad, se representa a sí mismo. Aquellos ancianos vestidos de anciano ya no existen, se les obliga a vestir como niños, se les ha privado de su antigua elegancia. También el río, allí abajo embalsado, parece viejo. Detenido, aparenta un caldo caliente de un color vidrioso oscuro al amanecer. Los ríos no tenían edad, ahora los podemos datar, prever el momento de su final. Al poder datarlo todo, de pronto lo que nos rodea envejece y corre el riesgo de desmenuzarse invadido por el tiempo. Las sierras al Sur y al Norte parecen viejas a lo lejos. No cortan el cielo. Moles posadas hundiéndose, ellas representan el cansancio de la tierra.
El cielo, para que aparezca como una bóveda, nos ofrece el trampantojo de su inmensurable abertura. Ella nos enseña a sumar los tramos, y a ello lo imaginario, lo que nunca cupo por exceso en la realidad. Al menos quedan todos esos caminos de arena atravesando el Campo Arañuelo. Cansado de verlos innumerables veces desde la ventanilla del tren, ahora sí, en verdad hago esos caminos a pie, ando por ellos. Nunca me cansé tanto como ahora que en verdad voy a pie por ellos. La duración de una palabra. Ha inventado una, defiende el hecho de caminar de espaldas hacia atrás –top secret– No puedo llegar a imaginar a millones de personas caminando de espaldas hacia atrás. Medra todo aquello que es abandonado, comienza a vivir de otra manera, se ha soltado, aunque avejentada, esta naturaleza conserva algo de su antigua fuerza. Un inmenso zarzal ha cegado el camino que lleva hasta el río, se revierte la dirección, por ese camino solo se puede llegar al sol. Estas palabras se queman antes de tocar el sol. El presente es pesado. No hay instalaciones artísticas tan verdaderas como estas parcelas de berrocal rodeando el lugar.
Cada piedra es una figuración. Son gigantes, habría que pintarles ojos y bocas. La vida viva busca una muerte viva. Lo viejo no tiene edad. La belleza está en una vieja casa de losas de granito con el techo hundido, ahora tomada por la hiedra y las zarzas. El estío eterno deja huellas. Al mediodía el cielo pesa. Es como quemar agua, no se puede ¿Y que escondía ese “como”? Lo escondía todo. Parecía que el mundo, este mundo conocido daría paso a otro desconocido. Todo lo que desde aquí podemos llegar a ver. Al Norte la Sierra de Gredos, al Sur las Villuercas, la sierra de Altamira y el campo Arañuelo. Todo eso quedaría, el relieve, el espacio abierto al mediodía. Ahora se reflejan en la llanura los campos de placas solares. Hay ganadería extensiva, vacas famélicas a la sombra de las encinas, ovejas yendo hacia el sol.
Los abrevaderos donde beben los animales sedientos son bañeras arrancadas en viejos hoteles de carretera abandonados. No hay nada que hacer. Un par de bares con terraza. La higuera da sombra, la higuera es el árbol sagrado. El retiro en la proximidad de dios, como insinúa Canetti, conlleva el destierro. Como se va cargando entre el cielo y la tierra la tormenta se cargan todas las historias. Tienes que hacer del petricor, de ese olor profundo de la tierra, sobre la que llueve, una idea de felicidad. Es difícil la felicidad. Depende de que la tormenta tenga un final feliz o no.
Presta atención a todo, pero a la manera de un pájaro, todo le llega por ondas, de las radiaciones del sol se extraen las nuevas ideas, es como quemar agua, no se puede. Allí van grullas hacia la niebla. Un literato ¡Qué horror! Estamos aquí él y yo. Entablamos a la sombra de la higuera, en la terraza del bar, una grata conversación que termina al anochecer. Huele el abismo, huele el cielo, también te dice a que huele cada mar ¡Y el mal huele! Sobre todo la montaña en la noche. Calentamiento global por exceso de poemas. Cambiaba el nombre de los soles cada cierto tiempo, estaban llenos de silencio. ¿Cómo le llamaba al sol durante la noche? ¿Kreis von Stacheln? -Círculo de espigas- Ancha es Castilla, las referencias chillan.
Gracias a la gravedad puede existir el amor, casi todo lo que trasciende desde las palabras es gracias a la gravedad, la existencia misma del lenguaje como lo conocemos ha sido posible gracias a la gravedad; el vuelo mismo, el vuelo no es posible sin la gravedad, y lo que está en los aires, sostenido en la levedad, siempre en el fatalismo o la libertad, siempre en la posibilidad de la caída. Pero si fuéramos seres aéreos, desapegados, alzándonos y cayendo, nuestro lenguaje no sería el que es, y la posibilidades otras, otra la existencia, y los dioses no estarían tan lejos en el espacio.
Él recordaba el nombre de una mujer, Gilberte Cahen, y así, a través de este recuerdo ya devastado, infinito, me llevó sin querer a ella. Pero ella eres siempre tú. En algún momento tú también fuiste Gilberte Cahen, y yo él, aquel que me dio la oportunidad de ese nombre. Le hablé de un viaje por Escandinavia tras las huellas de L.W. el ermitaño. Allí creo que escribió un puñado de poemas que después destruyó por miedo o angustia. Le resultaba terrible estar perdido en el lenguaje. Un ser en un páramo de nieve sin límites. Allí se podía decir todo, sin límites. Él era un Ermitaño. Ella, otra vez ella, vuelve, siempre está volviendo, comme les wages de la muerte.
La formación de mi espíritu llega de mi erosión. Me da una forma amplia más allá de mí. Los hombres apuntalados en sus ideales, viendo las vigas, y el entablado se ve el árbol ¡Qué horror! Tú, siempre tú, todos nosotros somos tú, ellos, yo. Se altera para siempre la forma de hablar. ¿Qué quiso decirnos en su “Ensayo sobre el cansancio”? También él se cansaba de sí mismo. Sus textos son dunas móviles, avanzan con todo hacia la nada. Lo importante es lo que hay en cada palabra. Todas para un sumario leído al resplandor del fuego en una caverna. Ahora aquí, algunas frases suyas ayudan a comenzar de nuevo. En su cansancio descanso. Releo antes de que le salga la nueva corteza, antes de que se arranque el significado. Ya que dios ¿o los dioses? no se fecundan entre ellos, una visión que desplace el mundo.
Parejas deshuesadas, ahora se sostienen en pie ayudados por bastones de firmamento. Ha logrado ver la médula del cielo. Para quien se asombra tanto no hay solo un sol ¿tres? Lo que no se ve es lo importante. “Nunca he podido soportar a Sartre. Es un producto espantoso de la formación francesa” Canetti, me lo quitó de la boca y después de la mano. Yo lo hubiera escrito por todos los muros blancos de Francia. Antes admiraba ese país, ahora y con gran esfuerzo lo des-admiro. No llego a entender porque. Una frase bien construida, un puente de tablas. Con los años debería arriesgarse más, practicar los deportes más arriesgados. Al menos por aquí no pasan colegiales hacia el abismo.
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