Palabras Clave es el espacio de opinión, análisis y reflexión de eldiario.es Castilla-La Mancha, un punto de encuentro y participación colectiva.
Las opiniones vertidas en este espacio son responsabilidad de sus autores.
El pasado 24 de abril tuve la gran oportunidad de participar en el duodécimo Diálogo Interactivo de la Asamblea General sobre Armonía con la Naturaleza en las Naciones Unidas de Nueva York, en conmemoración del Día Internacional de la Madre Tierra (22 de abril). El objetivo era discutir la posibilidad de convocar y el alcance de una reunión de alto nivel, tentativamente titulada “Asamblea de la Tierra” para el 22 de abril de 2024, y con ello proporcionar una base para una reflexión más profunda sobre la implementación del avance de la Armonía con la Naturaleza y su contribución en el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Este espacio ha permitido el intercambio y la consideración de las opiniones de los Estados miembros, así como de las partes interesadas pertinentes, entre ellas, las Universidades españolas. Ahora nos encontramos a la espera de si finalmente se convoca la “Asamblea de la Tierra” o un treceavo Diálogo Interactivo.
La declaración oficial de la Organización de Naciones Unidas del Día Internacional de la Madre Tierra supone una apuesta en firme por la consecución de un desarrollo sostenible en armonía con la Naturaleza anteponiendo una visión ecocéntrica enfocada en un modelo de comportamiento centrado en la Tierra y alejado así de la visión antropocéntrica que superpone la especie humana sobre el resto de especies que habitan en el planeta, incluida la Madre Tierra, y por lo tanto que entiende la Naturaleza al servicio de los seres humanos.
La época moderna ha dado lugar a un paradigma no sólo antropocéntrico, de orden ontológico, sino también especista, de orden ético-político que rige la producción de conocimiento y la esfera práctica de la vida humana (Anzoátegui et al., 2015). Este paradigma antropocéntrico ha ido transmitiéndose entre generaciones por distintas vías, la familia, la escuela, o los medios de comunicación, y desde hace unos años, también por las redes sociales y ha ido integrándose tanto en las relaciones humanas como en las interacciones de éstas con la Naturaleza motivo por el cual se entiende la educación como elemento insdiscutible de transformación social y de cambio en la relación con la Naturaleza, y una herramienta para alcanzar una mejor comprensión respecto de aquellas elecciones críticas que la humanidad debe efectuar, y la urgente necesidad de comprometerse con una forma de vida sostenible hecho que implicaría incorporar en los distintos currículos educativos una conciencia ecológica a través de contenidos teóricos y prácticos que pudieran permitir un contacto directo con la Naturaleza.
Desde esta posición y en pro de conseguir una concordancia entre los ámbitos del derecho, de la economía y de lo social, se torna imprescindible trabajar conjuntamente en base a un planteamiento holístico a partir del cual se contemple el planeta en su totalidad, requiriendo de soluciones complejas y sistémicas para responder los problemas interconectados a los que se enfrenta la humanidad (Murga-Menoyo, 2009), necesitando por tanto de un eje articulador basado en la inter-retro-relación de todo con todo (Boff, 2001), de un compromiso activo capaz de transformar la realidad socio-ecológica y por supuesto, de un enfoque educativo capaz de sensibilizar y motivar un cambio respecto a las problemáticas socio-ecológicas propias de la Naturaleza.
Importante por tanto el trabajo inter, intra y transdisciplinar desde las universidades a partir de las cuales se debe promover una alianza universitaria y un observatorio de ideas en clave de derechos humanos y de derechos de la naturaleza. En particular, desde la Sociología es imprescindible trabajar desde tres perspectivas. La primera que contemple cómo nos relacionamos con la Naturaleza. La segunda, que analice los efectos que produce en la Naturaleza la forma en la que nos relacionamos con ella. Y la tercera, que profundice en la consideración de que estos efectos tienen consecuencias mucho más negativas entre aquellos colectivos que se encuentran en situación de vulnerabilidad y, por tanto, con mayor riesgo de desigualdad social, entre ellos, las personas con discapacidad.
Desde la Universidad de Castilla-La Mancha y en particular desde el departamento de Filosofía, Antropología, Sociología y Estética del cual formo parte como profesora de Sociología de la Educación, y desde el Grupo de investigación en Psicología Ambiental del que soy miembro, existe un compromiso que ahonda en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, contemplando toda la normativa existente, promoviendo la investigación social para desde sus resultados poder diseñar estrategias que permitan transformar la sociedad y convertirla en una sociedad en armonía con la Naturaleza y a través de la educación, entendiendo que ésta es el motor principal de transformación social y el cambio una característica intrínseca en todas las sociedades por lo que la consecución de mejoras en los comportamientos humanos en nuestra relación con la Naturaleza es totalmente viable y nuestro compromiso con ello una realidad.
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