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La lluvia tiene un sonido único, en ella se fríe el tiempo. No intentes decir como es ese sonido de la lluvia porque no lo dirás, acaso no aportarás más que otra cosa que en nada te lleve al sonido de la lluvia ¿La oyes? Así es. Llueve ahora como en la niñez, ininterrumpidamente, que larga es la palabra que dice que algo dura y no tiene visos de acabar, y entonces, al albur de esta reflexión, en el momento justo en el que termino de escribir en la hoja del cuaderno la larga palabra, el foco del flexo que la alumbra se apaga de golpe.
Las señales llegan de cualquier manera, la ventana se abre de golpe después de un golpe de viento y la lluvia oblicua entra en la habitación. Escribe en Metástasis II el poeta valenciano Luis Tamarit: “En algún aquí, en algún ahora todas las visiones son la misma visión, todas las versiones la misma versión, todas las ventanas el mismo camino” Así es. Donde no ocurre nada ocurren pequeñas cosas que amplifican el sentido del mundo. Son las señales de la vida y nos identificamos con ellas como elegidos. Están para nosotros, solo para cada uno de nosotros.
Había cierta introversión. Crecía la introversión, la lluvia, los sucesivos y húmedos días de lluvia ayudaban a esta introversión. Habría decidido en algún momento de estos días lluviosos escribir ya siempre a lápiz, y no temer a la fragilidad ni a la perdida. Se puede borrar todo lo escrito como un acercamiento mayor y más verdadero a la muerte. ¿Y no sería ese su verdadero sentido? ¿El de borrarse a cambio de mantenerse dentro de uno a cambio de una posibilidad de multiplicación de los sentidos? Solo había que mantener un poco más de fuerza en la mano y el sentido lineal de los caminos.
¿Iba a mandar al periódico en esta ocasión un artículo introvertido? Me preguntaba mi sombra mientras subíamos por la Rua d´ega hacia las nubes, y más allá de la Rua do Bonfim encontré finalmente la Rua dos Prazeres ya dentro de una nube gris que parecía moverse a pedales, y la introversión tenía como último sentido rezumar por todas las partes del cuerpo y de las cosas. Lo que sucede solo nos roza, no termina de herirnos. Había pensado en un viaje a pie de vuelta a mi país. Días enteros pensando en poner de pie la marioneta de huesos y carne en la que me había convertido ¿Pero a dónde?
Tenía la sensación de que ya había estado en casi todos los lugares posibles, y en casi todos los pueblos y ciudades de mi país ¿Por los pueblos como habría dicho P.H.? ¿Adónde entonces? Y la lluvia no debería impedir ese viaje a pie, esa caminata zigzagueante hacia lugar alguno. Los mapas me engañaban, pasaba gran parte del día en el Café Beirão, frente a la Sé leyendo mapas, los cientos y miles de nombres que hay en un mapa cartográfico del ejército. Todo está en su lugar perenne. ¿Y porque no ir de un lugar a otro en busca de los nombres de los lugares que ya no existen?
Era así como la lluvia calma y ralentiza el fuego de vivir sin llegar a apagarlo. Las ideas y los pensamientos más extraños se cobijan en nosotros, los ojos y la mirada lo reflejan en la pared blanca, y así miramos el mundo con un sentido nuevo. 24 de octubre, Castelo Branco, llueve. 25 de octubre, C.B., llueve. 26 de octubre, C.B., llueve, la ventana de la lluvia, el tiempo se quema en las aguas. En estos días ella le prometía a su muerte la niñez. Oreja dormida que solo oye el agua ¿Oímos dormidos? ¿Qué oímos al dormir? ¿Los crujidos de la cama como una vieja barca de madera que se queja por la presión del agua? ¿El aire golpeando en los árboles? ¿El sol tras la noche? ¿Nuestro cuerpo quemándose en el abrazo? Oímos el agua, el corazón del perro que nadó por ti en el abismo.
Los filósofos ingenuos de los primeros tiempos de Norteamérica, perdidos en los bosques. Ingenuidad frente a inocencia; la primera florece, la segunda se incendia, son incompatibles: en alemán Naivität frente a Unschuld ¿Cuál pesa más y cual menos? Schuld es deuda, le arrancas a la palabra su ojo: Lo hubiera llenado todo con citas de Emerson, este mundo dentro del mismo mundo, un frasco de cristal lleno de agua o arena se hunde, vacío flota, lo noto en mí, me he vaciado para hundirme. Lo consideró, en vez de ahorrar en palabras hacerlo en lenguaje. El hedor de mi poema. “El frío que nace del color” y otros versos maravillosos de Enrique Mercado me habían llegado con el correo hacía unos días. Su Globo amarillo es el sol de estos días nublados. “Dicen que la hermana de Polibio era la más hermosa. Yo la seguí por calles rectas en invierno”.
Hace apenas dos semanas Canícula, aspersores, cielo vacío. De nuevo el hedor de los poemas de un tal X. Detrás del lenguaje está el lenguaje, delante está el lenguaje, el lenguaje es el cielo. Más allá de lo que él dijo sigue el lenguaje ¿Un cometa lanzado al abismo del cielo chocaría contra el satélite que replicaba las ondas de las mentiras? También nos mentimos a nosotros mismos. Todo. Sé tú el primero en lanzar el hueso del dinosaurio contra el sol. Su trayectoria, lo importante es la trayectoria de tus palabras. ¿Volverán a pasar por aquí después de muchos años? Lo que le dijo es lo que no quería decirle, lo que no queremos decir tiene más fuerza que lo que queremos decir. El impulso del lenguaje.
Más allá de lo que ellos dijeron quedó lo que realmente quisieron en verdad callar o no decir. Es en el lenguaje donde perdemos la libertad. Habla ante todo el animal que nos habita. Cada vez mentimos más, pero también amamos y odiamos más, comemos más, viajamos más. El periodista es un fauno, un delincuente blanco, un búho radiactivo. Ahí está la ventana del poeta Luis Tamarit, esta misma ventana de ahora, la que desde Avenida de Boa Esperanza me permite ver entre las rachas de lluvia todos los caminos.
Con la llegada de los primeros fríos los mismos rituales, leer, leer, leer a contracorriente los textos de los maestros, leer las huellas bajo los textos de los libros de los maestros, barrer las hojas sin llamarlas nunca “Hojarasca” Palabra empobrecida, Dürres, Laub en tiempos de sequía aburrida. Paseo por los tristes y bellos barrios dormidos de Castelo Branco. Enésimo intento de regresar a casa, ¿por el lugar de Aranhas, Nisa, Idanha, o al cruzar ya el río en Cedillo? Tendremos que sumar todos los encuentros, lo mejor sería hacerlo en días y no en tramos de tiempos concretos, parecería así que la duración es mayor. La belleza intrínseca de los puentes, no existen puentes feos. Los maestros me gritan ¡Por ahí no, por ahí no! Papanatas de lenguas estandarizadas, pa-pa-na-tas ¿No es finalmente el nombre de un pájaro?
Machaconamente está en todos los lugares con su poesía de tergal. Dijo que era el último poema, y por eso lo llamó muchas veces Saigo-no. Es indecible, gracias a dios es indecible. El amor basura, la comida basura, el poema basura. Levitó su grasa intertextual, iba dejando grandes cantidades de poemas basura. Entra, entra, lo has oído en ciento de lugares donde llueve mucho. Te has vuelto un integrista de ti mismo. Y que tuvieras que pronunciarle tu nombre a la muerte antes de que te comiera. Miles de palabras nuevas te asedian ¿Cómo las combates con los ojos? Las oyes, oyes cientos de palabras nuevas todos los días, y entras en la ciudad para borrarlas.
¿Deseas un diluvio? No, no deseas nada, es tu sed de días, ni siquiera la compleja sed de uno mismo, pues basta ver el agua para calmarla, calmar la sed, el deseo de ser simplemente con los ojos, es como si donaras un poco de ser uno mismo –de tu ser– en lo otro, y lo otro te devolviera el mundo desde las cosas. Pero ahí están los líos de lenguaje, y como pasó la mañana en silencio, un silencio que se acumulaba en la boca y en los ojos, un silencio con ganas de hablar. Miles de verdades al mismo tiempo, todo se cuenta ya por miles ¿Y que podíamos hacer con tantas verdades? “Un escorial donde mueren las carreteras” escribió Alfred Kollerischt.
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