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Sin aún residir en Cuenca, alguna vez me habían colado en algún pase de los tres que transcurren los miércoles en la programación del Cineclub Chaplin de Cuenca. Ahora tengo domicilio en la ciudad de las Casas Colgadas, y no “casas colgantes”, como decía María Dolores de Cospedal cuando era presidenta de la Junta de Castilla-la Mancha, una señora que no sabía nada de la región que gobernaba. Bueno, pues ya soy, felizmente, socio del cineclub. En estos días se inicia una nueva temporada.
El muy elogiable Cineclub Chaplin es uno de los más distinguidos distintivos culturales, entre otros muchos notablemente cualificados (Museo de Arte abstracto -ya legendario-, Fundación Antonio Pérez, Fundación García y Chico, Casa Zavala, Real Academia Conquense de Artes y Letras, Semana de Música Religiosa, Escuela de Música QNK Ópera, Música en la Catedral, Taberna Jovi, etc.) que atesora Cuenca.
El cineclub se compone nada menos que de cerca de 800 socios, que tienen que repartirse entre las tres sesiones (17.00, 19.30 y 22.00 horas) que se celebran todos los miércoles, como hemos dicho, salvo festivos, que se adelantan al día anterior, y que tienen lugar en una amplia sala del cine Odeón, situado en el popular barrio de Casablanca. La temporada dura desde octubre a junio. El socio aplica su tarjeta electrónica en un dispositivo y se adentra tranquilamente en el espacioso habitáculo para ver la película.
La fundación del Cineclub Chaplin se remonta a 1971, cuando en la entonces Casa de Cultura, hoy Biblioteca Pública, albergada en un magnífico edificio diseñado por el afamado arquitecto Miguel Fisac, dentro de ese vistoso voladizo tan distintivo de la edificación vanguardista, tuvieron lugar las primeras reuniones de los fundadores del cineclub. Entre ellos Eduardo de la Rica, primo del poeta Carlos de la Rica, Vicente Tusón, profesor de literatura, entonces destinado en Cuenca, coautor, con Fernando Lázaro Carreter, de esos manuales tan utilizados en los institutos para el estudio de la literatura española, y el periodista José Luis Muñoz. A Eduardo de la Rica le salió el título del cineclub, Chaplin, no Charlot sino Chaplin. La primera película que se proyectó, con un pequeño aparato de 16 milímetros, puesto a disposición por el bueno de Fidel Cardete, director de esa casa de cultura, fue, el 18 de octubre del 71, 'Peppermint frappé' de Carlos Saura, vinculado a Cuenca por su hermano el pintor Antonio.
La historia del cineclub está contada, no muy sucintamente, en un apartado de su web, pero con más detalle está narrada en un extenso artículo de la revista ‘Académica’, lujoso boletín de la RACAL (Real Academia Conquense de Artes y Letras); sustancioso artículo escrito por José Luis Muñoz, su presidente y, como él mismo confiesa, el último y único superviviente del grupo fundador. La pregunta inicial que surgió fue: “¿Por qué nace un cineclub en una pequeña ciudad de provincias sin carácter universitario? Respuesta: porque existe un grupo de personas, aficionadas al cine, insatisfechas con la programación habitual que ofrecen las cuatro salas existentes en la ciudad y deseosas de llegar a conocer aquí mismo, sin necesidad de tener que viajar a Madrid o a otras ciudades, ese otro tipo de películas que, lo saben bien, se están haciendo y pueden verse.”
En el más de medio siglo de historia del Cineclub Chaplin ha habido vicisitudes diversas, dificultades. Pero el empeño ha podido salir siempre adelante. Y los promotores siempre han tenido muy claro que el cineclub, en todo momento, tenía de autofinanciarse, aunque José Luis Muñoz reconozca que “existe un amplio convencimiento de que la actividad cultural necesita siempre del apoyo oficial (institucional) en forma de subvenciones y es cierto que así ocurre en un alto porcentaje de casos.” Una semana antes de proyectarse la primera película, ya se contaba con algo más de cien socios que aportaban una cuota de 50 pesetas cada uno.
En la segunda sesión, que mereció un efusivo elogio del 'Diario de Cuenca', se proyectó 'Una historia inmortal' de Orson Welles, pasándose previamente el cortometraje ‘Retrato de Orson Welles’, presentado por Vicente Tusón, y a la semana siguiente se pudo ver ‘Corredor sin retorno’ de Samuel Fuller, que presentó Juan Fernández Cursach. Esta costumbre de presentar los filmes y establecer un debate ulterior se ha perdido actualmente, pero el cineclub realiza otras actividades fuera de que se vean y escuchen buenas películas, siempre visualizadas en su idioma original. Siempre se publica una sinopsis del film a proyectar y el socio tiene un programa que avanza las películas próximas a llegar.
Durante dos años, 1973 y 1974, el cineclub organizó un Certamen de Cine Aficionado, teniendo que bregar no poco con señora Censura. Posteriormente se instauró la Semana Internacional de Cine de Cuenca bajo el título de ‘Mujeres en dirección’, premiando a Silvia Munt por su “coherente y extenso recorrido cinematográfico como actriz”.
Otros premiados por el cineclub han sido Pedro Almodóvar y José Luis Borau. Desde 2016 se edita, anualmente, la revista 'Tiempos Modernos', de un alto contenido sobrte el tema del llamado séptimo arte. Hay que decir que el tesorero de la Junta Directiva del Chaplin, Pablo Pérez Rubio, aragonés de origen, es un destacado crítico e historiador del cine que posee un reconocimiento nacional. El cineclub ha publicado también algunos vídeos y libros; interesante el diccionario 'Cuenca en las pantallas', donde se informa que en La Ciudad Encantada se han rodado cantidad de películas, no sólo la archiconocida ‘Conan el Bárbaro’. También se organizan viajes a festivales de cine, y ya se han hecho a Valladolid, Sevilla y Málaga. Y excursiones más breves a las poblaciones conquenses Uclés y Belmonte, asimismo escenarios cinematográficos.
Sólo falta que el cineclub se empeñe, y lo consiga, en crear en Cuenca un importante festival de cine, adosando esta ciudad serrana otro gran acontecimiento como el que ya conforma la Semana de Música Religiosa, con más de 60 ediciones. Una selecta actividad cultural conquense desde luego supera con creces a Toledo, tan absorbida por su histórica nombradía y su antiguo y consabido turismo.
Y lo que urge es adjudicar a José Luis Muñoz, nacido en Tetuán en 1943, la distinción de Hijo Adoptivo de Cuenca. Pocos, yo creo que nadie más que él ha brindado a Cuenca todo su entusiasmo y conocimiento, difundiendo los rincones de la ciudad, desvelando sus secretos y ofreciéndolos desinteresadamente al lector y, especialmente, al ciudadano conquense. José Luis tiene 80 años y un homenaje póstumo hacia él (¡qué bueno era!) no supondría gran cosa.
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