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No elegí nacer mujer, pero nací mujer. Y no lo cambiaría. Sí decidí ser madre, pero no sé si ahora, a mis 46 años, y con 1 hija y 2 hijos, decidiría serlo. Cuando era pequeña no me leyeron cuentos de princesas, pero sí he crecido en una sociedad con mucho cuento, en la que te sientes un bicho raro si no realizas lo que supuestamente se espera que hagas como mujer, sólo por el hecho de serlo. Una vez me enamoré, pero nunca imaginé lo que tuve que pagar por ello. He llorado tantas veces como he reído y soñado tantas como he fracasado.
Hoy me despierto convencida de que todo lo vivido vino a enseñarme algo, y me sigo reinventando cada día, con el peso de algunas heridas que nunca desaparecerán, pero sin duda más fuerte, más persona, más mujer.
Más mujer… Esto me lleva a la siguiente pregunta: realmente, ¿ cómo es la mujer del siglo XXI?
He leído en varias ocasiones que este, el XXI, es el siglo de las mujeres, que hemos ganado libertad, independencia económica, estudios, y respeto profesional. A un alto precio, eso sí, la angustia de tener que cumplir, en todo momento y en toda acción, con esa presión social, no por rozar la perfección sino por serla, cuando creo yo que lo mejor es ser imperfectamente perfecta, ¿no creéis?
Según esto, la mujer ya depende de ella misma, ya no pasa de depender del padre para depender de su marido, puede acceder a los estudios universitarios, puede acceder a un trabajo digno, puede salir sola o con amigas a divertirse, incluso ¡con amigos! Sin tener que pedir permiso, ¡vaya chollazo ! Puede hacer todo lo que quiera y considere oportuno.
Sin embargo, también he leído en otras tantas ocasiones, que las mujeres de antes “esas sí que eran mujeres”, mujeres entregadas, pura generosidad, “mujeres de su casa”, que aguantaban todo, de todos. Ejemplo de mujeres que son capaces de sufrir lo insufrible y, encima, con su mejor sonrisa. Y yo me pregunto, una sonrisa es lo equivalente a ser feliz, a hacer lo que realmente se quiere hacer, no será que esas mujeres de las que leo se entregaban, “incondicionalmente”, lo hicieran por miedo, por apariencia, porque no las quedaba más remedio o eso pensaban ellas…
La celebración de los 60 años de Manos Unidas estuvo abanderada por el lema 'La mujer del siglo XXI: ni independiente, ni segura ni con voz'. Y esto me lleva, ahora, a apuntar algunos datos para no perdernos en una ficticia realidad.
El Instituto Nacional de Estadística (INE) publica la Encuesta Anual de Estructura Salarial (EAES) siendo el objetivo de esta encuesta conocer la ganancia bruta anual clasificada por diferentes características del trabajador como el sexo, la ocupación, actividad económica, edad, entre otras. La última publicada en 2022 presenta los datos de la encuesta realizada en el año 2020 y pone de manifiesto que, considerando puestos de trabajo similares (misma ocupación, tipo de contrato, tipo de jornada, etc.), la ganancia media para los hombres fue de 27.642,52 euros y para las mujeres de 22.467,48euros, representando el salario medio anual femenino el 81,3% del masculino.
Por lo que respecta a la distribución salarial, el 27,5% de las mujeres tuvo un salario anual menor o igual que el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) en 2020, frente al 11,9% de los hombres. Si se tienen en cuenta los salarios más elevados, el 3,7% de los hombres presentaron salarios cinco veces o más superiores al SMI, frente al 1,9% de las mujeres.
La descripción de la desigualdad salarial se completa con la proporción de trabajadores con ganancia baja (asalariados cuya ganancia por hora está por debajo de los 2/3 de la ganancia mediana), que fue del 16,6% en 2020. Entre estos trabajadores, el 63,0% eran mujeres.
Este sería un paso más en el análisis de la igualdad/desigualdad de mujeres y hombres en cuanto a actividad laboral y retribuciones se refiere, y siendo así las diferencias estadísticamente comparadas, la realidad no es que sea muy alentadora, pudiéndose deducir que no es que se haya avanzado mucho en términos de igualdad considerando el ámbito laboral.
Hablando de brecha salarial de género…
La brecha salarial de género es la diferencia que existe de media entre los ingresos brutos por hora de mujeres y hombres. Se basa en los salarios pagados directamente a los empleados antes de deducir el impuesto sobre la renta y las contribuciones a la seguridad social. Solo las empresas de diez o más empleados se tienen en cuenta en los cálculos.
Para poner de manifiesto las diferencias salariales de género, es necesario considerar el salario por hora y distinguir el tipo de jornada. Según el INE, El tipo de jornada es la variable que más determina el nivel salarial. En 2020 el salario medio anual en la jornada a tiempo parcial fue un 59,7% inferior al de tiempo completo (un 59,4% menor en el caso de las mujeres y un 57,6% en el de los hombres).
Esta brecha salarial de género existe como consecuencia de un complejo conjunto de factores que se presentan interrelacionados y que originan esas diferencias salariales. Entre estos factores, la discriminación en el lugar de trabajo; las prácticas laborales y sistemas salariales; la infravaloración del trabajo y las capacidades de las mujeres; la escasa presencia de mujeres en puestos de liderazgo y de alto nivel; las tradiciones y roles de género; y la conciliación de la vida laboral y familiar.
Habrá que inyectarse cada día de fantasía para no morir de realidad como decía Ray Bradbury, y seguir repensando y reconstruyendo una realidad menos ficticia y más veraz.
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