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Amanezco con la petición del Gobierno de Castilla La-Mancha a Rajoy de la prórroga del Plan Especial del Alto Guadiana junto con la regularización de pozos en la cuenca del Guadiana. Al desgranar el tema, llego a la conclusión de que el día que explicaron eso de la imposibilidad del crecimiento infinito en un mundo finito, los protagonistas de la noticia faltaron a clase. Si los políticos que gobiernan esta región conociesen esa máxima serían capaces de llevar su aplicación al río Guadiana, aunque a decir verdad, me pregunto si conocen la situación del río más singular de la Península.
El río Guadiana nace vinculado al acuífero 23, inundando una gran cantidad de espacio, formando tablas fluviales. Sin embargo, el crecimiento desmedido de explotaciones agrícolas de las últimas décadas ha reducido brutalmente el espacio inundado del Alto Guadiana y ha dejado el acuífero que alimenta al río en mal estado de conservación. Por eso hace casi 30 años, en 1987, se declaró sobreexplotado, prohibiendo la apertura de nuevos pozos.
Se calcula que el número de pozos ilegales ascienden a más de 5.000 y no existen los mecanismos que hagan posible la medición de las extracciones del resto. Solo los derechos de agua ya existentes son como mínimo el triple de lo que repone anualmente el acuífero. El tema es de tal trascendencia que en Europa ya se ha tratado este asunto, y han avisado al Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente de la necesidad inminente de la reducción de las extracciones.
Sin embargo, David Llorente, diputado regional de Podemos se atreve a decir que se pueden atender las necesidades de los agricultores y también las ambientales y se permite calificar a su partido de ecologistas y no “ecolo-jetas”.
Francisco Martínez Arroyo, consejero de Agricultura, Desarrollo Rural y Medio Ambiente, propone la compra de derechos de agua para una reorganización de los mismos hacia explotaciones prioritarias, y se lamenta de que actualmente se condene al secano a los nuevos agricultores.
El problema, señores diputados de nuestra región, es que a veces no es posible eso del café para todos, básicamente porque no hay café. Este tipo de legalizaciones al modelo de la amnistía fiscal no dan como resultado la reducción de las extracciones de agua en un acuífero ya muy dañado, ni de los ecosistemas que contiene.
Cuando se gobierna buscando los votos y el populismo, se marginan los principios, empezando por los ambientales.
Amanezco con la petición del Gobierno de Castilla La-Mancha a Rajoy de la prórroga del Plan Especial del Alto Guadiana junto con la regularización de pozos en la cuenca del Guadiana. Al desgranar el tema, llego a la conclusión de que el día que explicaron eso de la imposibilidad del crecimiento infinito en un mundo finito, los protagonistas de la noticia faltaron a clase. Si los políticos que gobiernan esta región conociesen esa máxima serían capaces de llevar su aplicación al río Guadiana, aunque a decir verdad, me pregunto si conocen la situación del río más singular de la Península.
El río Guadiana nace vinculado al acuífero 23, inundando una gran cantidad de espacio, formando tablas fluviales. Sin embargo, el crecimiento desmedido de explotaciones agrícolas de las últimas décadas ha reducido brutalmente el espacio inundado del Alto Guadiana y ha dejado el acuífero que alimenta al río en mal estado de conservación. Por eso hace casi 30 años, en 1987, se declaró sobreexplotado, prohibiendo la apertura de nuevos pozos.