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Parece mentira. De nuevo estamos a muy pocos días de otras elecciones. La sensación de una gran parte de la población es de cansancio. O incluso, aburrimiento. Es normal. Es cierto que las elecciones gallegas, vascas y catalanas sólo han afectado directamente a los habitantes de las regiones mencionadas. Pero su repercusión mediática y política en todo el país, ha sido enorme, en un período de fiebre electoral que se inició, prácticamente, en las elecciones generales de julio del año pasado.
Parece que el ciclo acaba este 9 de junio con las europeas. Y esperemos que así sea. La constitución de la mesa del Parlament catalán al día siguiente, el 10 de junio, para la que las negociaciones se antojan difíciles, puede darnos una pista sobre si habrá más elecciones a la vista.
Esperemos que pueda formarse gobierno en Cataluña lo antes posible. Y, por supuesto, que lo lidere Salvador Illa, que es quien, representando al PSC, ha ganado muy ampliamente las elecciones, con una caída muy importante del voto independentista, en clara minoría en la composición del Parlament. No se podría entender otro resultado de las negociaciones ya en marcha para la formación de gobierno. Y menos todavía, una repetición electoral en una Comunidad Autónoma en la que le hartazgo queda patente en la baja participación, elección tras elección.
No hay otra alternativa seria y viable en el actual contexto global que reforzar la UE, con cesión de más competencias y con más actuaciones comunes
Mientras, el 9 de junio, toca votar. Conviene hacerlo porque, en primer lugar, como se suele decir al llamar a la participación, si no votas, otros decidirán por ti. Pero en estas elecciones, además, nos estamos jugando mucho más que en unas elecciones normales.
El proyecto europeo requiere de un nuevo impulso y, para ello, las fuerzas mayoritarias en el Parlamento deben tener claro que el futuro de los pequeños países europeos -todos; los que lo son y los que todavía no saben que lo son- pasa ineludiblemente por la Unión Europea. No hay otra alternativa seria y viable en el actual contexto global que reforzar la UE, con cesión de más competencias y con más actuaciones comunes.
La política exterior, la defensa, las políticas migratorias, la lucha contra el cambio climático o la política fiscal deben ser cada vez más comunes.
Además, muchas de las cuestiones que nos afectan se deciden ya en Bruselas, entre ellas la Política Agraria Común, de la que tanto depende el futuro de nuestros agricultores y ganaderos.
Para que no haya aventuras y demagogia -y más populismo- es muy importante apostar por partidos europeístas. Un parlamento con menos ultraderecha y sin pactos con aquellos que alientan el racismo, el machismo y la discriminación o apuestan por socavar la justicia social por la que tanto ha luchado Europa desde sus inicios, será sinónimo de una Europa igualitaria y con un futuro más próspero. En esto -y en todo lo que es importante en la vida- no se puede ser ambiguo.
No nos arriesguemos. Vayamos a votar y pensemos en una Europa fuerte. Esta vez si que nos la estamos jugando.
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