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Hay situaciones que compartimos, por las que pasamos inevitablemente a lo largo de nuestra vida. Son los miedos evolutivos y los problemas adaptativos: ¿Acertaré con los estudios que elija?, ¿Encontraré trabajo?, ¿Será mi pareja la persona adecuada?, ¿Nos quedaremos embarazados?, ¿Mis hijos irán por buen camino?, ¿Podré aguantar en mi trabajo si las cosas siguen así?, ¿Qué pasará con mi jubilación? Para afrontar este tipo de problemas, es aconsejable entender algunas cosas que van más allá de nosotros mismos y que forman parte de la sociedad actual.
Hasta hace relativamente poco las personas creían que lo más importante era encomendarse a los Dioses y depositar en ellos sus esperanzas. Nuestra vida era corta y dura, así que el consuelo se encontraba en un fuerte sentimiento de identidad comunitaria. Con la llegada de la modernidad y el individualismo, el Siglo XX se caracterizó por la importancia de los proyectos vitales: profesión, posesiones, pareja, aficiones, vivienda... La postmodernidad, en una vuelta de tuerca más, define el momento actual como un cambio continúo de proyectos: los trabajos son temporales, las parejas rompen con frecuencia, las personas se mudan varias veces de ciudad y las nuevas tecnologías proporcionan amistades inmediatas, pero en ocasiones efímeras. Nuestros amigos de toda la vida viven en Berlin, nuestros hermanos en Polonia o en Irlanda.
Decía Goethe que en el pasado los conocimientos cambiaban tan despacio que lo que aprendías de pequeño, seguía siendo válido cuando envejecías. Pero en la era contemporánea, el conocimiento caduca cada poco tiempo. Esto lo dijo hace dos siglos y las cosas no han parado de cambiar cada vez a mayor velocidad.
En este contexto, una parte importante de los problemas psicológicos actuales son problemas adaptativos que producen sensaciones de indefensión, falta de identidad, ansiedad y tristeza. Estamos en la era del vacío, la depresión y la soledad. Los miedos son difusos y no hay un enemigo común identificable que una a las personas.
Sin embargo, a nivel social están surgiendo nuevas fórmulas que ayudan a superar estos problemas. Ya no tenemos que etiquetarnos de por vida y nuestros roles sociales no tienen por qué acogotarnos de por vida. La postmodernidad responde que ya no existe un trabajo “seguro”; que ya no hay solterones sino solteros; que las mujeres ya no son yermas, sino que no tienen hijos; que una pareja no tiene porqué casarse, ni tienen obligatoriamente que permanecer casados. Tenemos libertad, no solo para estar bien, sino también para estar mal si no lo puedo evitar por una temporada. Incluso puedo acudir al psicólogo como una opción que no está reservada para los locos, sino como una herramienta para cambiar cosas que no nos gustan, conocernos mejor y resolver contradicciones.
Una parte de la solución a los miedos de las personas en paro, en un duelo, en una depresión o en una situación angustiosa, consiste en dejar de lado juicios morales permanentes sobre si estamos haciendo bien las cosas, si somos lo suficientemente buenos o válidos, y tener más tolerancia con uno mismo, aceptar las situaciones vitales, porque es el modo más rápido para recuperarnos.
La satisfacción de no tener miedo al futuro y no estar determinado por mi pasado, sino concentrado en el presente de una manera más plena. La nueva ideología del Siglo XXI.
Hay situaciones que compartimos, por las que pasamos inevitablemente a lo largo de nuestra vida. Son los miedos evolutivos y los problemas adaptativos: ¿Acertaré con los estudios que elija?, ¿Encontraré trabajo?, ¿Será mi pareja la persona adecuada?, ¿Nos quedaremos embarazados?, ¿Mis hijos irán por buen camino?, ¿Podré aguantar en mi trabajo si las cosas siguen así?, ¿Qué pasará con mi jubilación? Para afrontar este tipo de problemas, es aconsejable entender algunas cosas que van más allá de nosotros mismos y que forman parte de la sociedad actual.
Hasta hace relativamente poco las personas creían que lo más importante era encomendarse a los Dioses y depositar en ellos sus esperanzas. Nuestra vida era corta y dura, así que el consuelo se encontraba en un fuerte sentimiento de identidad comunitaria. Con la llegada de la modernidad y el individualismo, el Siglo XX se caracterizó por la importancia de los proyectos vitales: profesión, posesiones, pareja, aficiones, vivienda... La postmodernidad, en una vuelta de tuerca más, define el momento actual como un cambio continúo de proyectos: los trabajos son temporales, las parejas rompen con frecuencia, las personas se mudan varias veces de ciudad y las nuevas tecnologías proporcionan amistades inmediatas, pero en ocasiones efímeras. Nuestros amigos de toda la vida viven en Berlin, nuestros hermanos en Polonia o en Irlanda.