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El 19 de noviembre de 1933 fue un día histórico. Las mujeres de Toledo, como todas aquellas de España mayores de veintitrés años, pudieron votar por primera vez. Se celebraban las segundas elecciones generales desde la proclamación de la II República y 15.164.349 ciudadanos estaban convocados a las urnas, de ellos 7.955.451 eran mujeres. Ese día, además, también por primera vez, en las listas concurrentes por nuestra provincia figuraba una mujer, Leocadia Muñoz de la Casa, integrante de la lista presentada por el PSOE.
La consecución del derecho al voto de las mujeres fue uno de los grandes logros de la II República. Aunque las reivindicaciones sufragistas llevaban décadas planteadas en nuestro país, la batalla que Clara Campoamor mantuvo en las Cortes para que ese derecho figurase en el texto constitucional del nuevo régimen fue memorable.
Ella, diputada electa por el Partido Radical Republicano (PRR) en 1931, hubo de superar tanto el rechazo de sus propios compañeros de grupo parlamentario, como de los elementos más reaccionarios de la sociedad e incluso de algunos colectivos de mujeres que veían en ese derecho una especie de “caballo de Troya” para que las derechas ganasen futuras elecciones, considerando que ellas, bien por influencias religiosas o convicciones sociales, se decantarían por opciones políticas conservadoras. En el seno de las Cortes, Campoamor tuvo como antagónica en sus pretensiones a la diputada Victoria Kent, del Partido Radical Socialista (PRS), quien consideraba que en tanto no se consolidase el régimen republicano aún no era el momento de conceder tal derecho a las mujeres.
El uno de octubre de 1931, durante los trabajos de redacción de nuevo texto constitucional, Clara Campoamor pronunció uno de los discursos más nobles, emotivos y trascendentales que han podido escucharse en sede parlamentaria: “Yo, señores diputados -diría en uno de sus pasajes-, me siento ciudadano antes que mujer, y considero que sería un profundo error político dejar a la mujer al margen de ese derecho, a la mujer que espera y confía en vosotros; a la mujer que como ocurrió con otras fuerzas nuevas en la revolución francesa, será indiscutiblemente una nueva fuerza que se incorpora al derecho y no hay sino que empujarla a que siga su camino […] La mujer española espera hoy de la República la redención suya y la redención del hijo. No cometáis un error histórico que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar; al dejar al margen de la República a la mujer, que representa una fuerza nueva, una fuerza joven; que ha sido simpatía y apoyo para los hombres que estaban en las cárceles; que ha sufrido en muchos casos como vosotros mismos, y que está anhelante, aplicándose a sí misma la frase de Humboldt de que la única manera de madurarse para el ejercicio de la libertad y de hacerla accesible a todos es caminar dentro de ella”.
Su propuesta fue respaldada por 161 votos a favor por 121 en contra. Entre quienes no se alinearon con ella figuraban sus compañeros del PRR. Aunque a veces se ha comentado que el Partido Socialista no apoyó la propuesta, ello no es cierto. De entre los votos favorables, 84 fueron del PSOE. Cierto es que entre su filas no había unanimidad al respecto, destacando la beligerancia de Indalecio Prieto, a quien se le atribuye la frase de que concediendo el voto a las mujeres se estaba dando “una puñalada” a la República, pero ante ese disenso, la dirección del grupo decidió que quienes no estuviesen de acuerdo no asistiesen a la sesión parlamentaria en contra.
Entre los que votaron “sí” se encontraban los cuatro diputados socialistas toledanos presentes en aquellas Cortes: Fermín Blázquez, Domingo Alonso, Félix Fernández Villarrubia y Anastasio de Gracia. También secundaron ese logro otros diputados por nuestra provincia: Dimas Madariaga y Ramón Molina (canónigo de la Catedral Primada), encuadrados en el bloque de las derechas. Por contra, los parlamentarios del partido de Campoamor por Toledo, Perfecto Díaz y Pedro Riera, se situaron en el bando del “no”, al igual que los otros dos del PRS, José Ballester (alcalde de Toledo) y Emilio Palomo.
Años después, en su libro El voto femenino y yo. Mi pecado mortal, la propia Campoamor dejó constancia de cuantos sinsabores le deparó este gran logro político, llegando a calificar como “el día del histerismo masculino” la jornada en que tal derecho fue reconocido en el Congreso. En las páginas de ese mismo libro, reconoció “la honestidad política y programática del partido socialista” fue decisiva para conseguir el voto femenino. El resultado de aquella votación en el Congreso fue acogido con aplausos y protestas en el hemiciclo, escuchándose en mitad de la algarabía un sonoro “¡Viva la República de las mujeres!”.
El logro de Campoamor, que aún hubo de superar alguna que otra traba parlamentaria, pues en una segunda votación se intentó aplazar su entrada en vigor, quedó plasmado en el artículo 36 de la Constitución de la II República, al reconocerse que “los ciudadanos de uno y otro sexo, mayores veintitrés años, tendrán los mismos derechos electorales”. Con ello quedaban atrás años de reivindicaciones de diferentes colectivos feministas, superando críticas, dudas, chanzas e incomprensiones ante la implantación en nuestro país de tal derecho. España se sumaba, así, a países como Inglaterra, Alemania, Noruega, Suecia o Finlandia, donde las mujeres ya podían votar, mientras que en Francia no había sido aprobado y en Italia estaba sujeto a determinadas restricciones.
Una vez aprobada la Constitución republicana el 9 de diciembre de 1931, las mujeres españolas hubieron de esperar más de un año para poder ejercer su derecho al voto, aunque no todas pudieron hacerlo.
Por decisión de las Cortes, para el 23 de abril de 1933 se convocaron elecciones municipales en aquellas localidades donde en las de 1931 no habían contado nada más con una candidatura, en su mayor parte monárquicas. Los comicios afectaban a un total de 2.478 municipios, sesenta y nueve de ellos en Toledo. Entre las poblaciones más importantes estaban Mora, Valdeverdeja, Las Herencias, Lagartera, Orgaz con Arisgotas, Sevilleja de la Jara y Los Navalucillos.
Cara al día de los comicios, desde las páginas del socialista 'Heraldo de Toledo' se insertaron numerosas llamadas a las futuras votantes: “Mujeres campesinas: los socialistas han conquistado tu derecho, los socialistas te han concedido el voto para que te redimas, no para que se lo entregues a tu enemigo. Vota por los republicanos de izquierda o por los socialistas”.
La derecha, por su parte, tampoco desaprovechó sus mensajes para captar el respaldo femenino: “Hay quien dice –pudo leerse en ”El Castellano“, editado por el Arzobispado de Toledo- que en algunos pueblos de nuestra provincia no acudirán las mujeres a las urnas. Nosotros no participamos de esa creencia. Las mujeres son más valientes que los hombres y votarán. Con su voto dirán al Gobierno que son enemigas de los atropellos cometidos con la Iglesia, que son enemigas de que al Crucifijo se le retire de los sitios donde pueden estar aún los anarquistas, de que a las Órdenes religiosas se les prohíba enseñar a sus hijos, de que el marido se pueda burlar de ella divorciándose. Las mujeres votarán valientemente contra la política izquierdista”.
Materializadas las votaciones, el triunfo fue rotundo para las formaciones de centro y derecha. De 567 concejales elegidos en la provincia, 389 correspondían a ellas. En el cómputo nacional, la derrota tampoco tuvo paliativos. Esos malos resultados fueron el anticipo de la sustitución a mediados de septiembre del gobierno de Manuel Azaña, que contaba con ministros socialistas tan destacados como Fernando de los Ríos, Indalecio Prieto y Largo Caballero, por el de Alejandro Lerroux, generándose un estado de inestabilidad política que abocó al Estado a la convocatoria de elecciones generales para el 19 de noviembre y entonces sí podrían ejercer el derecho al voto todas las mujeres españolas mayores de 23 años.
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