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Entre opresores y oprimidos

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Este fin de semana he estado formándome, lo hago una vez al mes ya que se trata de una formación que dura dos años y está organizada para desarrollarse un fin de semana al mes. Es intensivo desde luego, sin embargo, ahora es cuando empiezo a entender por qué es importante separar ese mes entre sesiones ya que lo que ocurre en ese espacio es tan intenso, reflexivo y alucinante que necesita que maduremos todo lo que sentimos y vivimos durante esas 14 horas (con sus descansos correspondientes).

¿Qué cómo se llama la formación? Se llama experto/a universitario/a en la facilitación de grupos y transformación del conflicto a cargo de la Escuela de Teatro Sistémico (https://teatrosistemico.com/). ¿Y que por qué os cuento esto? Porque cada día está siendo más evidente que, a medida que maduramos, nos vamos enfrentando a conflictos que en la mayoría de los casos no sabemos gestionar. Sentimos que nadie nos ha enseñado a gestionarlos, ni en casa ni el cole… No se trata de colgar el San Benito a unos u otros y buscar culpables (o sí), sino de tomar conciencia de que ya es hora de abordar este tema, que hay unas estructuras sociales, instituciones, que nos oprimen y que como entes oprimidos nuestros recursos (y no solamente los emocionales) para enfrentarnos al conflicto, al dolor, son limitados, por lo que cuanto antes y más temprano enseñemos a nuestros niños y niñas, más sanamente van a crecer. Y solamente así podremos contar en el futuro con una población adulta sana y, por ende, con una sociedad íntegra, reconfortante y sana también.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que los problemas de salud mental serán la principal causa de discapacidad en el mundo en 2030. Además, una de cada cuatro personas tendrán trastorno mental a lo largo de su vida. Que el 50% de los problemas de salud mental en adultos comienza antes de los 14 años y el 75% antes de los 18 años. Que entre el 35% y el 50% no reciben ningún tratamiento o no es el tratamiento adecuado. Que más de 300 millones de personas en el mundo viven con una depresión, un problema de salud mental que ha aumentado un 18,4% entre 2005 y 2015. Que el no tener empleo (por todo lo que ello conlleva a nivel económico y social) es uno de los principales factores que agudiza los problemas de salud mental. Y que, entre otras muchas estadísticas que podría indicar, cerca de 800.000 personas se suicidan cada año, siendo la segunda causa de muerte en personas de entre 15 y 29 años. 

Y en España, y en Castilla-La Mancha, estas cifras no apuntan mejor.

En esta formación que os comentaba, además de aprender muchas herramientas creativas, teatrales, que me habilitarán en el acompañamiento hacia una mirada de la educación orientada a la gestión emocional, la desmecanización de patrones de violencia micro y macro estructurales, la facilitación del aprendizaje dialógico… para poder trabajar y/o enseñar a mi alumnado, y que este conozca otras formas, muy efectivas, por cierto, de resolución de conflictos en el aula y por qué no, en su día a día ya que el conflicto forma parte de nuestra vida y no podemos eliminarlo, pero sí saber cómo gestionarlo, estoy aprendiendo a reconocer la diversidad de los conflictos y mirarlos de frente, revisando mi propia realidad porque me motiva el cambio social y una propuesta de nuevos modelos de relación inter-personal e intra-sujetos. 

Así que, ¿qué os puedo decir yo? Que estoy encantada ya que nunca es tarde para 'colocar' algunas piececitas que a lo largo de nuestro crecimiento y desarrollo se van descolocando. Que me está permitiendo conectar con mil y una miradas diferentes de otras quince personas, estupendas todas ellas, más Emma Luque, la facilitadora y creadora de este modelo denominado teatro sistémico en el que confluyen, tal y como ella dice, “diversas miradas para ofrecer un viaje hacia el alma, y poder ponernos al servicio del acompañamiento y la facilitación del conflicto, del amor, de la vida. Con una mirada integral que busca desde una conciencia del ser, liberar todas las posibilidades de sanación emocional y poder estar al servicio desde una posición de libertad y compromiso”.

Y que os invito a hacer esa indagación intrapersonal, esa reflexión hacia adentro, sin miedo, sin culpa, intentando entender… porque si bien no podemos por sí solos transformar el mundo, sí podemos y debemos comprometernos, al menos, a tomar conciencia y consciencia de lo que somos y de lo oprimidos que llegamos a estar por esas estructuras sociales que no nos dejan ser, para así, dejar una huella bonita de nuestra existencia en este mundo todavía por mejorar.

Este fin de semana he estado formándome, lo hago una vez al mes ya que se trata de una formación que dura dos años y está organizada para desarrollarse un fin de semana al mes. Es intensivo desde luego, sin embargo, ahora es cuando empiezo a entender por qué es importante separar ese mes entre sesiones ya que lo que ocurre en ese espacio es tan intenso, reflexivo y alucinante que necesita que maduremos todo lo que sentimos y vivimos durante esas 14 horas (con sus descansos correspondientes).

¿Qué cómo se llama la formación? Se llama experto/a universitario/a en la facilitación de grupos y transformación del conflicto a cargo de la Escuela de Teatro Sistémico (https://teatrosistemico.com/). ¿Y que por qué os cuento esto? Porque cada día está siendo más evidente que, a medida que maduramos, nos vamos enfrentando a conflictos que en la mayoría de los casos no sabemos gestionar. Sentimos que nadie nos ha enseñado a gestionarlos, ni en casa ni el cole… No se trata de colgar el San Benito a unos u otros y buscar culpables (o sí), sino de tomar conciencia de que ya es hora de abordar este tema, que hay unas estructuras sociales, instituciones, que nos oprimen y que como entes oprimidos nuestros recursos (y no solamente los emocionales) para enfrentarnos al conflicto, al dolor, son limitados, por lo que cuanto antes y más temprano enseñemos a nuestros niños y niñas, más sanamente van a crecer. Y solamente así podremos contar en el futuro con una población adulta sana y, por ende, con una sociedad íntegra, reconfortante y sana también.