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El 8 de marzo conmemora el Día Internacional de la Mujer, establecido desde 1975 por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), con el objetivo de celebrar los logros de las mujeres y poner en evidencia las graves desigualdades que aún persisten.
Durante muchos años, las mujeres y las niñas han debido librar una ardua lucha y han pagado un alto coste personal y social por defender sus derechos y conseguir ser reconocidas como parte activa de la sociedad. Aunque hoy en día pueda parecer que el derecho al voto, la libertad de vestimenta o la elección de orientación sexual son derechos adquiridos, la realidad es que nuestras antecesoras han tenido que salir a la calle e impregnar todas las acciones de su vida, reivindicado la erradicación de estas injusticias y, más concretamente, la violencia machista.
Nuestras abuelas y madres han ido construyendo la vanguardia y abriendo camino a la democracia y a los derechos en nuestro país. Fueron políticas, maestras, escritoras, actrices, pensadoras, amas de casa, agricultoras, etc., y lucharon por la emancipación, la igualdad y la democracia y, a cambio, recibieron represión, violencia y silencio.
Vivimos en una sociedad que silencia, sin fundamentos sólidos, a las personas que disienten de la mayoría que ostenta el poder. Durante demasiados años, las mujeres, especialmente las que nacieron antes del siglo pasado y han luchado por sus derechos han sido, en demasiadas ocasiones, olvidadas, acosadas y silenciadas. A pesar de estos casos de violencia profesional y personal, es preciso reconocer que, gracias a la lucha y el sacrifico de miles de mujeres, se han conseguido significativos cambios en la historia y, actualmente, se empieza a reconocer a muchas mujeres que han sido víctimas de acoso y silencio durante siglos.
Reconocemos que las mujeres y las niñas hemos conquistado retos inimaginables en las ciencias, las artes, la política, la educación, el deporte, las empresas, etc. Sin embargo, las discriminaciones continúan, especialmente, ante el incremento de la violencia machista, en sus diversas modalidades.
Gracias a nuestras abuelas y madres hemos conseguido avances significativos que nos permiten estudiar, trabajar, reivindicar nuestros derechos y vivir con autonomía personal
Siempre he considerado que hay que ser agradecidas a las mujeres que han luchado en diversos ámbitos y de diferentes maneras por los derechos humanos. Muchas de ellas han conseguido cambios en la historia y han sido víctimas de acoso simplemente por atreverse a pensar con libertad y no ser hombres.
Gracias a nuestras abuelas y madres, por su ejemplo y por ser un referente en la lucha por un mundo mejor, sin discriminaciones, hemos conseguido avances significativos que nos permiten estudiar, trabajar, reivindicar nuestros derechos, vivir con autonomía personal, etc. Sin embargo, aún nos queda mucho camino que conquistar para lograr participar en la sociedad en condiciones de equidad, así como para el desarrollo integral como personas, sin discriminaciones de ningún tipo.
Resulta preciso reflexionar sobre la situación actual de la mujer en el mundo. Si nos centramos en los informes publicados por la ONU, las mujeres están por debajo de los varones en todos los indicadores de desarrollo sostenible. Las desigualdades de género evidencian que las mujeres conforman casi dos tercios de los analfabetos del mundo. Igualmente, persiste la tendencia de la feminización de la pobreza, dado que la mayoría de las personas en situación de pobreza son mujeres.
Las mujeres tienen menos acceso a los servicios sociales básicos que los varones, y poseen un 11% más de probabilidad de no disponer de una alimentación digna. Asimismo, la brecha salarial muestra que las mujeres ganan menos dinero y disfrutan de menos jerarquía que los varones, incluso desempeñando el mismo puesto de trabajo. A este tenor, nos encontramos con 39 naciones en las que los hijos tienen derechos de herencia que las hijas no y, sólo el 2% de la tierra del planeta pertenece a mujeres.
Además. en numerosos países, se continúa realizando la mutilación genital femenina y dos tercios de las víctimas de trata de personas son mujeres. Al mismo tiempo, hay que destacar que las mujeres representan la gran mayoría de las víctimas detectadas que fueron objeto de trata con fines de explotación sexual, y cada 2 segundos una niña es forzada a contraer matrimonio infantil en el planeta. Dolorosamente, tenemos que denunciar, una vez más, el aumento de violencia machista en todos los países y clases sociales.
En conclusión, el hecho de nacer mujer puede suponer un grave peligro en cualquier lugar del mundo debido a la denominada violencia machista. Personalmente, estimo que el mayor muro para avanzar en la equidad nos lo encontramos entre los jefes misóginos que utilizan un doble lenguaje cuando dicen que defienden la igualdad de género y, en la práctica, junto a sus sicarios, aíslan, acosan y vetan a las personas que piensan con libertad y no se pliegan a sus intereses personales. Por todo lo indicado, es preciso seguir reivindicando sistemas de control objetivos que pongan veto a cualquier tipo de discriminación y vulneración de los derechos humanos, procedan de donde procedan.
Todas las personas, desde nuestro ámbito de influencia, debemos trabajar por un mundo mejor sin discriminaciones, en el que primen por encima de todo los derechos humanos. Razonadamente, los derechos de la mujer hay que incardinarlos en el marco de un mundo más justo y solidario, por lo que se precisa una educación inclusiva de calidad en todo el mundo que garantice la justicia social, la paz y una vida digna para todas las personas, sin excepción alguna.
El 8 de marzo conmemora el Día Internacional de la Mujer, establecido desde 1975 por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), con el objetivo de celebrar los logros de las mujeres y poner en evidencia las graves desigualdades que aún persisten.
Durante muchos años, las mujeres y las niñas han debido librar una ardua lucha y han pagado un alto coste personal y social por defender sus derechos y conseguir ser reconocidas como parte activa de la sociedad. Aunque hoy en día pueda parecer que el derecho al voto, la libertad de vestimenta o la elección de orientación sexual son derechos adquiridos, la realidad es que nuestras antecesoras han tenido que salir a la calle e impregnar todas las acciones de su vida, reivindicado la erradicación de estas injusticias y, más concretamente, la violencia machista.