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La retórica del fracaso

Miguel Ángel Sánchez. Plataforma en Defensa de los ríos Tajo y Alberche

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Interesa a todos que el trasvase Tajo-Segura siga funcionando. Interesa que el Tajo sea un río muerto, una cloaca máxima de esta España donde el pez gordo se sigue comiendo eternamente al pequeño, la España de las dos velocidades, de la asimetría perpetua al menos desde el cambio de rumbo de principios del XVI. Interesa a todos porque todos ganan.

Seamos claros: el Tajo no pinta nada, y los ribereños menos. Desgajada Castilla-La Nueva con Madrid como faro de los desiertos de interior, ese invento denominado Castilla-La Mancha siempre ha basculado hacia otros intereses donde las provincias taganas de Guadalajara y el occidente toledano, han sido periferias incómodas, a trasmano y donde a martillo se nos encaja la uniformidad cultural del Quijote y la Mancha.

He dicho y he escrito que el Tajo es un comodín político. Castilla-La Mancha siempre que ha tenido la oportunidad ha cambiado el Tajo por un AVE a Albacete, por una DIA favorable para el aeropuerto de Ciudad Real, o una tubería desde el el propio Tajo para los desarrollos megalómanos del Reino de Don Quijote en los tiempos en los que no se ponía el sol ladrillero. El Tajo-Segura es lo único que permitía a los presidentes autonómicos castellano-manchegos levantar la cabeza en el coro nacional. Y lo han usado a conciencia. El resultado salta a la vista cuatro décadas después.

¿Hoy qué hay que hacer según el manual oficial de las lamentaciones? ¿Mandar una nueva nota de prensa con la literatura consabida? ¿Sentir decepción? ¿Hablar de lo malo que es el Gobierno de Sánchez? ¿Que no nos quieren y que volvamos a denunciar ante los tribunales el nuevo trasvase? Pues no, yo al menos no. Porque ya me sé los juegos de unos y de otros; porque ya vi cómo la primera decisión de Narbona, ministra de Zapatero, fue derogar el trasvase del Ebro y doblar la concesión del Alberche al Canal de Isabel II, dejando en cueros las demandas y abastecimientos de la propia provincia de Toledo; y todo ello sin levantar ni un ápice la presión sobre el Tajo. No esperaba nada de este nuevo gobierno, y más viendo cómo se han ido configurando las escalas intermedias y cuadros del ministerio. Nada.

Mientras, en Castilla-La Mancha, más allá de los años perdidos, terribles e infames del Partido Popular y Cospedal, que parieron planes de cuenca nefastos y la losa del Memorándum, aún no hemos sido capaces de levantar estructuras fuertes para defender los intereses hidrológicos en las cinco grandes cuencas que nos afectan, de un total de ocho con superficie en la región. Seguimos a palos entre Fomento y Agricultura, con una posición de ésta última hasta ridícula, alardeando a la murciana, pero tarde y torpemente, de un pacto del agua que más que un provocar sonrojo no lleva a ninguna parte.

El agua, que no los ríos, ha sido usada por el PSOE sin miramientos, apropiándose en ocasiones, como en Talavera en 2010 o con los eurodiputados, del trabajo y de los pequeños éxitos que las plataformas ciudadanas, con su esfuerzo, trabajo y dedicación han ido consiguiendo. Pero no ha sido capaz de crear una Consejería específica que defienda los intereses de la región tanto en el Tajo, como en el Guadiana, Júcar, Segura o Guadalquivir; ahí es nada. Es incapaz de dotarse de medios y cuadros técnicos y jurídicos. Y es incapaz de avanzar más allá del lamento y de los reiterados recursos a tribunales, que en la mayoría de los casos sólo engrosan jurisprudencia contraria a nuestros intereses.

Hace años, muchos, demasiados, dejé a un lado la parte humana, cultural, poética, literaria del Tajo -si así puede decirse- y creí llegado el momento de empezar a contar con números y evidencias la historia del Tajo. Con hectómetros cúbicos, con caudales ecológicos, con metros cúbicos, con índices, con un trabajo técnico que demostrase la gestión atroz del Tajo, cuyo máximo exponente es el trasvase Tajo-Segura, y la errada política hidrológica española. Más de veinte años después los números han hecho su trabajo, los propios informes elaborados por los distintos ministerios, expertos, las conclusiones.

Todos sabemos,/saben que el trasvase se debe cerrar ya, que las situación del Tajo es impropia de un país europeo, y que es inaceptable contemplar el estado del río a su paso por Aranjuez o Toledo; o simplemente no contemplarle a su paso por Talavera. Y qué decir del saqueo/expolio/ninguneo a los españoles, tan españoles y con más interés general que los que exigen desde el Levante agua del Tajo caiga quien caiga, españoles de los municipios ribereños que aún sobreviven a orillas de Entrepeñas y Buendía.

Hoy queda la injusticia. Pero sobre todo queda la irresponsabilidad de quienes de facto aprueban trasvases uno tras otro, de quienes permiten la situación; pero también de quienes década tras década siguen montando el mismo teatro cada vez que se abren las compuertas del trasvase sin querer tomarse en serio el problema más allá de su interés personal y partidista. Hasta aquí hemos llegado.

Interesa a todos que el trasvase Tajo-Segura siga funcionando. Interesa que el Tajo sea un río muerto, una cloaca máxima de esta España donde el pez gordo se sigue comiendo eternamente al pequeño, la España de las dos velocidades, de la asimetría perpetua al menos desde el cambio de rumbo de principios del XVI. Interesa a todos porque todos ganan.

Seamos claros: el Tajo no pinta nada, y los ribereños menos. Desgajada Castilla-La Nueva con Madrid como faro de los desiertos de interior, ese invento denominado Castilla-La Mancha siempre ha basculado hacia otros intereses donde las provincias taganas de Guadalajara y el occidente toledano, han sido periferias incómodas, a trasmano y donde a martillo se nos encaja la uniformidad cultural del Quijote y la Mancha.