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Este sería el resumen de un periodo de pandemia que nunca pensamos que nos tocaría vivir.
Llego marzo con la sorpresa por la falta de información, a la vez confusa y contradictoria, y por la negación de lo que se nos venía encima de algunos.
Partiendo de la base de que nadie estaba preparado para ello, la gestión podía haberse mejorado con el paso del tiempo pero no fue así.
Algunos veían que la situación empeoraba por momentos pero no eran tomados en cuenta, eran los alarmistas, los que veían fantasmas, los que no interesan a aquellos que teniendo un cargo y siendo los encargados de dirigir esta nave y llevarla a buen puerto de la mejor manera y con el menor daño posible, deberían haber escuchado. Los mismos que por tener el cargo que tienen son incapaces de escuchar a los de abajo, aquellos que no entienden que los que realmente están viviendo la situación en primera línea sean los que mejor la conocen.
Esto no es nuevo y siempre nos encontramos con la misma respuesta y actitud, cambiamos las caras y nombres pero no la respuesta. Demandamos ser escuchados para evitar situaciones no deseables pero eso, compañeros, es predicar en el desierto. Esto nos importaría poco si no fuese porque las consecuencias son desagradables para los de siempre: nuestros pacientes y familiares.
De la sorpresa llegamos al caos. Caos que vivimos durante meses, caos que pudo haber sido mas leve si se hubiese escuchado, si hubiésemos llegado a construir un equipo sólido y compacto donde los cargos y las categorías profesionales se hubiesen aparcado y nos hubiésemos puesto a remar juntos. Ese grupo fue imposible y empezamos a construir pequeños grupos en servicios y plantas donde los profesionales nos pusimos a una, juntos para lograr superar la situación. Nos encontrábamos a contracorriente con el virus y, los de siempre, sufrimos comentarios absurdos de aquellos que nos tenían que proteger. Nos usaron como arma arrojadiza los políticos, sufrimos la presión de los jefes, del virus y de la situación, sufrimos falta de material, de personal y de sentido común y aun así, salvo excepciones, mantuvimos silencio.
Y con esta situación llegamos a junio cuando la presión asistencial disminuía, la situación sanitaria mejoraba, aunque siempre con la mirada al futuro donde esperábamos la llegada de la segunda oleada. Confiábamos en que los que nos dirigen habían aprendido y serían capaces de ponerse las pilas y prepararían el mejor escenario para esa llegada y una vez mas nos equivocamos. Mientras la situación mejoraba , los dirigentes se relajaban, y han sido incapaces de adelantarse a la situación. Pensábamos que nuestro silencio había sido entendido pero nos equivocamos.
Y llego el día en el que a las 8:00 de la mañana nos encontramos con menos sesenta camas y los pacientes en los pasillos. Con ello nuevamente la improvisación y el desastre: se habilitan camas sin personal, se hacen anuncios para callar bocas, se deja que el personal se vaya a otros hospitales ante la falta de estabilidad laboral, y la realidad es que:
- Si no hemos entendido que en estos meses esta situación se repite año tras año y que este año no iba a ser la excepción es que realmente no nos merecemos el cargo que ocupamos.
- Si no sabemos que para que todo funcione son necesarios recursos materiales y personales, es que no nos merecemos el cargo que ocupamos.
- Si no reconocemos que en la Sanidad no cabe la improvisación y que no podemos esperar a tomar decisiones por miedo a ver nuestro puesto en peligro, es que no nos merecemos el cargo que ocupamos.
- Si no hemos aprendido de la situación vivida y las consecuencias que eso conlleva y volvemos a repetir los mismos errores, es que no nos merecemos el cargo que ocupamos.
Si vendemos y exigimos la responsabilidad y sentido común a la ciudadanía para salir de esto, empecemos a demostrar que somos capaces de dirigir y gestionar entre todos y para todos.
Señores, 'las capas' deben ir acompañadas de compromisos serios, actuaciones meditadas y soluciones serias porque hoy por hoy 'las capas' solas no nos sirven.
Este sería el resumen de un periodo de pandemia que nunca pensamos que nos tocaría vivir.
Llego marzo con la sorpresa por la falta de información, a la vez confusa y contradictoria, y por la negación de lo que se nos venía encima de algunos.